Prólogo

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❝ Yo soy Hwang HyunJin,
hijo de la
Reina Malvada.❞

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Se miró ante el gran altar.

Un trueno resonó en el cielo, moviendo su capa de plumas negrizas miró el libro que estaba frente suyo, su tiara de espinas se clavaba revelando su sentencia final, la sangre oscurecida y seca se escondía entre el sangrón color de su cabello, esperando que su propia voluntad moviera sus dedos hacia la tinta, listo para firmar, listo para volverse en un villano, un villano hecho para morir. Los espejos captaban su rostro entre los fotógrafos ansiosos de una buena captura, los personajes de cuentos de hadas en hilera esperando el momento decisivo, y aún con el reino a su alrededor gritando en silencio qué lo hiciera, algo lo detuvo.

Su mejor amigo, los estudiantes, todos lo contemplaban con la luz de los reflectores cayendo en su pálido rostro, maquillaje hecho por las hadas oscuras del bosque, alabando a su nuevo rey, su corazón agrietado por veneno, por el poder y el resentimiento. Sus dedos se encontraban tibios, la magia amenazaba por salir en cualquier momento, palpando con suavidad el micrófono encima del altar, en búsqueda del show principal de aquel gran día, HyunJin se encontró atado a su destino con cuerdas punzantes, en una pequeña esfera de cristal lista para romperse con el primer ruido exterior.

Sus vestiduras, su corona, su cetro mágico, no pudo sentir que aquello le pertenecía. La magia vibró entre sus ojos verdosos, hasta que la ráfaga de poder —o avaricia— lo hizo tomar fuerzas para hablar.

—Yo soy Hwang HyunJin, hijo de la Reina Malvada, y yo prometo... —un hilo se creó en su garganta al primer intento. La valentía se iba y volvía cómo una marea indecisa, HyunJin no se reconocía a si mismo frente a la multitud, su corazón terminó apretandose en su corset real hasta que no había más que una respiración vaga—. Yo...

Pero había alguien más ahí, detrás suyo, un maestro que lo había creado.

Una respiración en su cuello qué no lo dejaba mirar al público, unos ojos azules qué se clavaban cómo estacas en su pecho, detrás de su resplandeciente ser había una criatura que no imaginaba encontrar ese día, igual de acelerado a su pobre pecho, miró a la multitud. Su tiara bañada en joyas preciosas, a diferencia de sus ramas punzantes, su sonrisa aperlada, su cabello tan rubio cómo el sol en un día caluroso de verano, su capa de seda tejida, los listones alrededor de su gran traje, un demonio en un disfraz perfecto de ángel, había alguien detrás suyo que planeó cada paso, cada respiración, cada parpadeo, para buscar su propio final feliz.

—Vamos, dilo —insistió el hombre de cabello rubio, su sonrisa, su sorna, su victoria.

—Yo...

Todas las miradas estaban sobre HyunJin, mientras enfrentaba la decisión más importante de toda su vida, su destino.

—Acepto mi destino cómo el siguiente Rey Malvado.

No era su corazón, ni su magia, ni el destino gritando, si no el propio libro tomando vida frente a él.

La llave oxidada, casi putrefacta se hizo presente para abrir la cerradura del libro, a diferencia de las brillantes llaves de los príncipes, la suya se estaba quebrando con el mínimo empujón. Encajaba perfectamente, un movimiento para poder sentirse cerca de su final, manos temblorosas frente a un público dispuesto a ver su ejecución, un click entonado de una melodia amarga reveló las hojas sueltas de su destino, el papel revoloteo entre sus propias páginas en búsqueda de su propio rostro, de su historia.

Entonces se vio, grabado en tinta, el horror de su propio rostro, la tristeza de su corazón, el resentimiento de su mente. ¿Por que sé sentía tan ajeno a su cuento de hadas?

El libro lo retrataba viéndose al gran espejo revelador con petulancia, la misma corona de espinas qué se clavaban en su cuero cabelludo, la envidia que crecía en él ante su propio hijastro lleno de vitalidad, casado con un Rey al que nunca amó, entre las mentiras esparcidas de las lianas, hizo miserable la vida del joven cómo el destino dictaba qué fuera así. Nada es un descubrimiento, es su cuento de hadas, pertenece a ello, pertenece a la manzana envenenada, a ser un abuelito haciendo lo posible para asesinar a un joven príncipe en busca de ayuda, cómo el brujo repugnante qué era, sus arrugas, su belleza esparcida en los recuerdos del pasado.

Lo envenenaba, el príncipe azul lo rescataba con un beso, y HyunJin era condenado, condenado por su propio cuento, por su madre al heredarlo, por su reino al obligarlo. Su estómago se hizo un vacío al verse a si mismo apedreado por la multitud, sucio cómo un vagabundo, huyendo de la ciudad cómo una sucia rata en un alcantarillado, su castillo perdiendo el brillo qué alguna vez le perteneció, su destino lo condenaba a ser infeliz en cualquier escenario, sacudió su capa.

Nada de lo que hiciera cambiaría el dolor de las piedras en su cuerpo, el repudio de los plebeyos, la búsqueda de la belleza, y la muerte por defecto.

Con una pluma de su propia capa, con la tinta mágica que diría la verdad sobre su destino, con la magia en sus dedos vibrando, trazó con delicadeza su nombre sin mirar atrás, su vida condenada comenzaba ahora, desde sus poderes, desde su crimen, ahora dejaría el título de hijo y se volvería el Rey Malvado, listo para lastimar a los demás. Pero esa persona seguía detrás, su respiración lejana la sentía en su cuello, estaba crucificado a pasar su vida entre la miseria, no había nadie que lo impidiera, sus manos vibraron cuando su magia se disparó en su torrente sanguíneo, perdiendo su vista, era momento de terminar su farsa frente a tantos príncipes, frente a las cámaras.

Pero se sintió cómo un animal de circo, con la mirada fija de los hambrientos personajes de cuentos de hadas.

—¿Qué...?

Una cadena lo tomó de su brazo, el caliente ardor del metal contra la piel lo hizo gritar de dolor, jalando fuera del libro, su muñeca se encontraba enrojecida, la piel se iba derritiendo con los pocos segundos. Cadenas oxidadas, chirriantes, se envolvieron alrededor de su cuerpo para apretarle con fuerza, HyunJin quiso huir pero solo pudo gritar de dolor, la sangre se negó a salir con el fuego contra su piel, siseante, fue envuelto por las mismas llamas del infierno, fue jalado del altar con fuerza.

Su boca fue quemada por el mismo hierro, sin moverse, arrastrado, seguía viendo la misma figura detrás suyo sin inmutarse, el mismo ser divino causante de su dolor, abriendo sus mejillas con la presión de una mordaza de metal. Podría retorcerse en agonía, la firma estaba hecha en el libro y ni la sangre podría borrar su decisión, nadie lo iría a salvar, su corona se clavó en su cráneo y de sus labios salió un alarido de dolor, el llanto quedó estancado en su garganta cuando la oscuridad parecía invadirlo; despidiéndose de los reflectores, del altar, solo podía suplicar por salvación, poco a poco, se hundía en la oscuridad.

Y cuando no pudo soportar más, despertó. HyunJin abrió sus ojos, en su castillo, en su habitación, listo para ir a su primer día de clase.

 HyunJin abrió sus ojos, en su castillo, en su habitación, listo para ir a su primer día de clase

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Erase una vez || HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora