XIII

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❝ I need you
more than I
want to. ❞

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—Espérame aquí —dijo BangChan, plantando un beso suave en su mano—. Iré a cambiarme y te ayudaré con tu cabello.

Jeongin lo entendió, pues Bangchan se encontraba más empapado qué él mismo.

Al asentir en silencio, sus ojos siguiendo a su prometido mientras se alejaba rápidamente de la habitación, el suave clic de la puerta al cerrarse resonó en el cuarto de baño, dejándolo solo en la inmensidad de su desesperación, Jeongin no podía respirar bien entre los hipeos desenfrenados por agarrar un poco de aire. Volvió a mirarse en el espejo, observando la figura que se reflejaba en el cristal empañado, la ropa esparcida en el suelo y los charcos de la tina. ¿Quién era esa persona? ¿Ese rostro manchado y desfigurado, esas lágrimas que se mezclaban con la pintura maldita que cubría su piel? ¡No era él! ¡No podía ser él! ¡No se habían atrevido a hacerle eso por primera vez en la historia a un hijo de Blancanieves!

El Óleo del Bosque Embrujado era la pintura especial que se encontraba en las catacumbas del internado, el camino hacia ellas era un largo conducto de metal lleno de duendecillos, y Jeongin no estaba seguro cuál había sido el precio de la broma para tomar el tiempo de hacer la larga excursión de adentrarse más allá de las reglas estudiantiles. Era un hechizo mediocre que era casi imposible de romper —pues solo duraba un día o dos—, en el que el hedor se aferraría en el objeto rociado hasta que se secara por completo, Hechicería Maléfica de Primaria, hasta el más bueno de todos los buenos sabía que solo podía usarse para un par de bromas insignificantes, bromas que solo se repercutían entre la suciedad de la villanía. Pero nunca había imaginado que lo experimentaría en carne propia, Jeongin no había recibido alguna broma pesada en toda su vida, la gente lo amaba por lo bondadoso qué era. Al menos, hasta hoy. ¡Y no podía creer que fuera hoy, de todos los días! ¡Hoy, cuando tenía que ser perfecto!

Al meterse a la tina, el agua caliente se rebosaba sobre él, pero no traía el consuelo que tanto anhelaba, ni siquiera la calidez del baño podría traer algo de calma a su pecho, su nariz estaba a milímetros del agua y miraba todo el desastre carmesí qué dejaba en el agua. Frotaba su piel, su cabello, sus manos temblorosas luchando por deshacerse del nauseabundo olor que provenía de su piel blanca cómo la nieve, del pegoteo qué daba la sensación de estar andrajoso, contaminado, dañando cada uno de sus ricitos que se definía en la mañana. ¡Esto era inaceptable! ¿Cómo era posible que un simple chorro de agua no pudiera borrar su sufrimiento? Tocó su rostro, el pegajoso óleo era un desastre.

¡Había pasado dos horas para sacarlo de la ropa, y su cuerpo seguía igual!

Intentaba recordar la calidez de Bangchan, el breve momento de alivio qué implicaba el hombre ayudando con toallas a limpiar el desastre antes de quedar solo, pero incluso eso ahora le parecía un paradigma distante, inalcanzable, cómo si fuera parte de otra vida, otro Jeongin, un Jeongin que jamás se habían burlado de él. Porque este, el que veía ahora en el espejo, era una mala broma del destino, una insuficiencia para su legado, y mientras intentaba ahogarse en la tina, los sollozos agarraban el poco oxígeno para sobrevivir. ¿Cómo iba a mostrar su cara, su maldito rostro cubierto de manchas y lágrimas?

Erase una vez || HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora