❝ Dónde Jeongin es el hijo de Blancanieves, y HyunJin, el hijo de la Reina Malvada, lo corrompe. ❞
ㅤ☪︎⠀𖫲 HyunIn - Top HyunJin - Jeongin Bottom. Breve mención de otros ships
ㅤ☪︎⠀𖫲 Angst, NSFW, Temas delicados, Fantasía
ㅤ☪︎⠀𖫲 Historia...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
────────────────
❝ Esta es la única vez que tendrás que arreglarme. Prometo ser fuerte. ❞
────────────────
Las puertas se cerraban tras él con un crujido lento, pesado.
Jeongin le tenía miedo a las habitaciones oscuras. Cada vez que lo llevaban a la terrible habitación en el castillo de su familia, cada vez que escuchaba ese sonido, algo en su pecho se encogía, cerrando cualquier intento desesperado por respirar en paz. No había llantos, no había súplicas, no podía pelear contra guardias. Blancanieves nunca hubiera tolerado nada de eso. «Un príncipe no suplica», le había dicho tantas veces que esas palabras quedaron tatuadas en su mente como un veneno que no podía expulsar. Pero cuando las puertas se cerraban, y el eco de los pasos de su madre se desvanecía, el mundo de Jeongin se reducía a una fría oscuridad tan intermitente cómo su vida.
Cada vez que cometía un error, cada vez que fallaba en estar a la altura de las expectativas imposibles de su madre, el castigo era siempre el mismo. El encierro. Los gritos pasaban a segundo plano a su lado, no había castigos físicos, solo el frío aislamiento. Al principio, cuando era más joven, gritaba su nombre, rogaba que lo dejara salir. Pero Blancanieves nunca respondía.
Y el silencio lo consumía.
En esos momentos, solo el sonido de su respiración lo acompañaba, ese susurro constante que, con el tiempo, se volvía más y más irregular. Calma, intentaba repetirse una y otra vez, pero el aire en la habitación era tan pesado que su propio pecho comenzaba a doler. Sentía que las paredes se cerraban sobre él, apretando, aplastando, llevándolo al borde de la locura. Los minutos se convertían en horas, las horas en días —o al menos, así lo sentía—, y todo lo que podía hacer era esperar. Esperar a que su madre decidiera que había aprendido la lección.
Pero lo peor no era la oscuridad en sí. Lo peor era que nunca sabía cuándo iba a salir.
Los latidos de su corazón eran lo único que podía escuchar. Se volvían un tamborileo constante en su pecho, acelerados por el miedo a no saber cuándo terminaría el castigo. Jeongin se abrazaba a sí mismo en la oscuridad, sintiendo cómo el frío le mordía la piel, esperando, siempre esperando. A veces, pensaba que la habitación estaba viva, que las paredes respiraban con él, que lo observaban, esperando el momento en que colapsara bajo el peso de su propio terror. Pero lo peor era cuando el silencio se hacía tan profundo que ni siquiera podía escuchar su propia respiración.
«Serás perfecto» Habría dicho su madre una y mil veces. «Serás más de lo que yo pude ser»
Y Jeongin lo creía. No tenía opción. Cada vez que lo sacaban de esa habitación, el mundo exterior se sentía como un sueño distante, y la luz, aunque cegadora, era una liberación efímera. Durante los primeros minutos, casi no podía moverse. Sentía las piernas rígidas, los músculos doloridos por haber pasado tanto tiempo en tensión. Pero incluso en esos momentos, no permitía que su madre lo viera flaquear. Levantaba la barbilla, mantenía la espalda recta, porque sabía que cualquier señal de debilidad solo significaba otra sesión en la oscuridad.