XLII

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❝ Could you be the devil,
could you be an
angel. ❞

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—¿Rojo o púrpura? —preguntó, una simple elección que se convirtió en un eco de su confusión interna.

Al principio, las decisiones parecían sencillas, casi triviales, pero el tiempo, con su implacable paso, se escurrió entre sus dedos, dejándolo atrapado en una vorágine de pensamientos frenéticos que luchaban por definirlo. Su mente anhelaba ser algo que no era, pero que la presión de su entorno insistía en que debía ser. El deber se imponía al deseo, y en esa batalla interna, se sentía patético, mucho peor que la lana de oro de un duende. Se observó en el espejo rodeado de otros príncipes, herederos de una sangre que se sentía fría, ajena. Había burlado sus propias palabras, encontrándose ahí, con la misma vestimenta que le provocaba repulsión, el mismo perfume costoso que saturaba su nariz, todo mientras una manada de idiotas lo seguía, lamiendo sus botas de cuero, buscando un poco de estatus a su lado, agarrando un poco de que hablar y comer de ello.

Se preguntó: ¿no era él la mancha que el mundo no pudo borrar? La sombra de lo que había sido, un príncipe en un reino que nunca había deseado gobernar. Desde cuándo se había vuelto famoso, renombrado. Extrañaba la frescura de ver a los ingenuos correr con la mirada frívola, esos momentos en que el mundo era simple, cuando no había una máscara que llevar.

A decir verdad, creía que todo era una gran broma, un sueño del que no podía despertar. Un hechizo tejido por su propio alter ego, la imagen de un ser que debería ser pero que, en realidad, lo consumía, se veía miserable al lado de personas que no les importaba. El único ancla que lo mantenía despierto en aquel momento era la mirada fija de los demás, sus ojos escudriñando su figura, asegurándose de que todo estuviera en su lugar, de que cada accesorio lujoso —un desperdicio, pensaba— adornara sus dedos, muñecas y cuello, con rostros de ganado a medio morir.

—¿Prefieres el rojo o el violeta? —Yeji volvió a preguntar—. Eh, te estoy hablando.

—No lo sé, Yeji —respondió, sin realmente interesarse en la respuesta—. A estas alturas, creo que no importa.

Yeji rió suavemente, ignorando su tono desganado mientras continuaba con sus preparativos.

Las conversaciones a su alrededor giraban en torno a rumores, exámenes y las próximas fiestas reales, temas que antes le habrían resultado triviales, pero que ahora le parecían un peso aplastante, una carga que lo hundía más en una vida que nunca había deseado. Seungmin y el resto de sus amigos charlaban en una mesa cercana, sumidos en sus propias discusiones vanidosas, pero HyunJin no podía concentrarse en lo que decían, solo sonreía o se reía sin tener nada que sentir. Todo lo que veía era su propio reflejo: un chico atrapado en guantes negros y una tiara, rodeado de gente que hablaba de cosas que ya no le importaban.

Erase una vez || HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora