VIII

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❝ And I don't care
if I'm
forgiven ❞

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Últimamente estás como si te hubieran hechizado los sesos —dijo Seungmin mientras se probaba un par de zapatos de plataforma color rosa—. ¿Te encuentras bien?

Jeongin alzó su vista.

Poseía en sus enjutos dedos una manzana, roja cómo sus labios, roja cómo el cabello de HyunJin, tan bonita que combinaba con el lindo suéter escarlata que su madre le había regalado por un buen comportamiento, uno más de toda la colección que tenía. Y aunque cualquiera pensaría que utilizar tantos era repetitivo, en realidad, Jeongin amaba los suéters de algodón de bruja, las bocinas lo suficiente pequeñas, los pantalones elegantes, las lindas capas sobre sus hombros, amaba las coronas pero prefería las tiaras livianas, los anillos de compromiso y los aretes más costosos con rubís, todo lo que un buen príncipe tendría en su armario en un castillo.

Todo lo que lo separaba de HyunJin, de sus costumbres, de un cabello alocado, de collares con púas, diamantes de imitación, cuerina negra y malgastada, todo lo que un villano tendría en su armario. Jeongin sabía lo que le gustaba, y aunque habían algunas veces que erraba por sus prejuicios, era el único de los dos que recordaba sus gustos.

Era la primera vez que tenía sus lindos ojos fijos en una manzana, sin morderla ni saborearla cómo en su cuento, cuento que comenzaba a verse lejano, y lo lejano le daba mucho miedo, porque la única garantía de su vida era el cuento que su madre le había prometido que sería suyo. Ahora la promesa se veía interrumpida por unas manos que no se iban, por más que estuviera alejado, por más que se sumergiera en la tina hasta que su nariz rozara contra el agua tibia, por más que tallara con una esponja áspera, por más que intentará reescribir su pasado y las elecciones qué tuvo, Jeongin quería un final feliz en su mente y no la efímera sonrisa de un HyunJin enamorado.

Esa palabra lo aterraba también, y ya estaba cansado de decir que era muy valiente, mucho más que algunos príncipes, mucho más que algunos villanos. Estaba repitiendo las cosas cómo un niño, pero Jeongin no creía en el amor en el corazón del hijo del Mayor Mal que Jamás Haya Existido, pues es una infame mentira, una herejía contra su propio cuento.

De lo contrario, diría que se conocían bien, pero tampoco era cierto, para HyunJin, Jeongin era un desconocido frente a sus ojos, alguien que estaba físicamente, pero que nunca podría conectar. Jamás sabría que el batido de limón con mucha crema era su favorito, que las flores de color rojo eran las que menos le gustaban y las lilas las que encantaban su vista, que no tenía película favorita porque prefería amarlas todas, y que la clase favorita de su horario era esgrima. Era ese hecho, de qué podría perderlo en cualquier momento, de que HyunJin no le pertenecía ni le debía pertenecer, esas ideas alocadas que cruzan su mente cómo atentados hacia un hijo de Blancanieves Franco y puro, lo que hacía ver la manzana de su cuento con un mal sabor.

Erase una vez || HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora