XXXIII

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❝ Esta es la única vez que tendrás que arreglarme. Prometo ser fuerte. ❞

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HyunJin avanzó hacia una de las muchas puertas del corredor con pasos lentos, aún débil.

Las paredes del corredor estaban decoradas con cuadros surrealistas, de formas y figuras que parecían distorsionarse cuanto más las miraba, humanos o criaturas, eran inquietantes. Pero solo querían buscar un lugar para descansar, HyunJin no quería tomar alguna otra clase más o Jeongin terminaría cargando el cuerpo inconsciente del Hwang, el prikcoio rubio tomó el pomo de la primera puerta que encontró y lo giró, encontrándose con un salón vacío, iluminado por la luz tenue que entraba desde las ventanas altas. No había más que una mesa, sin muebles, ni decoración, con un  solo espejo de cuerpo completo en una de las paredes, reflejando la vastedad del salón.

HyunJin se detuvo en la entrada, soltando un suspiro largo y cansado antes de mirar a Jeongin, que lo seguía de cerca.

—Bueno, al menos no hay cartas gigantes ni relojes descontrolados aquí —HyunJin bromeó con una sonrisa ligera, pero sus ojos no lograban ocultar el agotamiento que empezaba a asentarse.

—Parece que cada vez estamos más lejos de la fiesta de cumpleaños —comentó Jeongin, intentando aliviar la tensión con algo de humor.

—O más cerca, dependiendo de cuántas puertas más tengamos que abrir —respondió HyunJin mientras se adentraba en la sala, sus pasos resonando en el espacio vacío.

Jeongin lo siguió, aunque sin apresurarse, a diferencia del pelirrojo, el príncipe no era un perrito faldero detrás de un villano. Había algo en la quietud del lugar que lo calmaba, aunque fuera solo por un momento, un poco de oxígeno sin nadie alrededor, cómo... Antes. Las sombras que proyectaban las ventanas parecían estirarse y acunar la luz, dándole a la habitación una atmósfera tranquila, casi pacífica, sin sol ni luna, podía sentirse lo suficiente confundido para que su cuerpo siguiera sin cansarse.

HyunJin se detuvo frente al espejo, observando su propio reflejo durante unos segundos antes de desviar la mirada con una expresión de disgusto; si, odiaba el cabello negro de su madre, los ojos violetas qué prefería ignorar y una ceja arqueada, no quería ver al hijo de la Reina Malvada, quería ser otra persona. Jeongin se sentó encima de una mesa cerca de él, con la espalda apoyada en la pared, y lo observó en silencio. No sabía qué lo llevó a hacerlo, pero las palabras escaparon de su boca antes de que pudiera detenerlas.

—HyunJin, ¿qué fue lo que te hizo enamorarte de mí?

La pregunta quedó suspendida en el aire, casi tan surrealista cómo todo lo que los rodeaba. No había esperado que las palabras salieran tan directas, ni mucho menos en ese momento, pero ahora que lo había dicho, no podía retirarlas, no tenía algún borrador del tiempo o una pocima de Baba Yaga detrás suyo para olvidar el momento. HyunJin lo miró, sorprendido al principio, pero luego, una risa ligera escapó de sus labios.

Erase una vez || HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora