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❝ And you don't know if
you'll make it
back. ❞

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Para su primer partido con dragones, HyunJin se encontraba inquieto, atrapado en una frustración que le envolvía como una capa pesada.

Ajustaba los protectores de su armadura, algo rudimentarios —metal en sus rodillas, codos y antebrazos— mientras se estudiaba en el espejo con una expresión vaga. El reflejo que le devolvía la mirada mostraba una apariencia impecable, pulida hasta un nivel de perfección que ya había llegado a reconocer en sí mismo. Su cabello caía en su sitio como si obedeciera una voluntad propia, cada mechón en su lugar, y sus ojos brillaban con una intensidad calculada, casi indolente. Se había convertido en alguien a quien la imagen le importaba más de lo que se atrevía a admitir, una vanidad que le pesaba y, a la vez, le atraía como una trampa seductora, algo que no podía cambiar aún huyendo de Nunca Jamás.

Pero ninguna de esas cosas —ni el juego en sí, ni el dragón que esperaba a su lado, ni la camaradería forzada de sus compañeros— parecía importar en ese momento. Todo quedaba ahogado bajo una sola pregunta que, como un insecto atrapado en su mente, revoloteaba sin descanso: ¿Qué demonios le pasaba a Jeongin?

El interrogante, tan simple y tan cruel, carcomía su paciencia y su energía. Jeongin siempre había sido impredecible, eso no era ninguna novedad. Pero últimamente, HyunJin percibía un cambio más profundo, una distancia que se estiraba entre ellos como un abismo creciente, mucho más difícil de procesar, mucho más difícil de respirar. Era como si cada intento de acercarse a él lo alejase más, atrapado en una serie de pasos en falso, retrocediendo más de lo que avanzaba, encerrado en un ciclo que lo agotaba. Nada era suficiente para Jeongin. Sentía que intentaba alcanzar algo que estaba siempre fuera de su alcance, como si cada palabra, cada gesto, terminara malinterpretado o despreciado.

HyunJin suspiró, dejando que sus pensamientos se disolvieran en el eco de sus pasos mientras caminaba hacia los establos. El pasillo estaba en silencio, y el peso de sus propios pensamientos le hacía sentirse aún más solo. Los muros parecían cerrarse a su alrededor, y en el aire flotaba una tensión latente que presagiaba el inicio del partido. Al entrar al establo, el familiar olor de paja y cuero le invadió, mezclado con el aroma peculiar de los dragones que aguardaban inquietos. Aquellos compañeros silenciosos, con sus escamas relucientes y sus ojos de fuego, parecían más adultos, más imponentes —probablemente por la magia de Changbin—. Habían cambiado junto con sus jinetes, y ahora eran bestias en su máximo esplendor, reflejo de la fuerza y ambición de quienes los montaban.

Félix estaba inclinado sobre su dragón, ajustando las correas con un cuidado casi meticuloso. Seungmin murmuraba en voz baja a su montura, como si compartiera un secreto que sólo ella pudiera entender. Sus compañeros de equipo estaban concentrados, sus rostros tensos en un reflejo de sus propias ansiedades, aunque fuera un grupo de príncipes qué jamás había tocado un establo. Cada uno parecía cargar sus propios pensamientos, sus miedos y esperanzas, bien ocultos detrás de una máscara de serenidad. Y HyunJin, mirándolos desde la distancia, sintió el peso de la responsabilidad caer sobre sus hombros, como si se encontrara a punto de emprender una batalla que le exigiera mucho más que su habilidad física.

Erase una vez || HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora