XLIV

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❝ Could you be the devil,
could you be an
angel. ❞

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Pronto la maldad le quedará como un guante. HyunJin será una nueva persona.

Eso creía Jeongin. O al menos eso le había dicho la Reina Malvada. Las palabras de esa mujer resonaban en su cabeza una y otra vez, tomando forma, adueñándose de cada rincón de su mente cómo hiedra hechizada. Las cosas comenzaban a sentirse reales, a manifestarse ante sus ojos. Veía cómo HyunJin cambiaba día a día, cómo las sombras parecían pegarse a su piel como una segunda capa. No era solo una cuestión de actitud, de decisiones que tomaba o gestos que hacía; era una transformación más profunda, una metamorfosis que Jeongin no podía detener. Pero, ¿cómo podría echarse atrás ahora? Había llegado demasiado lejos, y ya no había marcha atrás. No podía más que seguir adelante, empujarlo hacia el destino que le aguardaba. Aunque eso significara clavarse la estaca en el corazón primero y fingir que nada había sucedido.

HyunJin no era un villano común. Jeongin lo sabía mejor que nadie. Nunca Jamás lo sabía mejor que nadie. Su cuerpo irradiaba una fuerza indomable, su presencia llenaba cualquier espacio, y cada vez que lo tenía cerca, sentía el peso de lo que estaba en juego. Era una paradoja, un ser lleno de contradicciones: por un lado, el hijo de la Gran Reina Malvada, destinado a seguir su legado; por otro, alguien que le daba algo que nadie más había podido darle. Los brazos de HyunJin eran cálidos, incluso cuando su futuro se volvía cada vez más frío, más oscuro. Y eso lo confundía. Porque esos brazos eran completamente diferentes a los de Bangchan. No había comparación posible, ni sustitución, nadie podría reemplazarle. HyunJin llenaba un vacío que Jeongin nunca había sabido que existía hasta que lo conoció.

El aroma que desprendía el pelirrojo —una mezcla de madera quemada y algo metálico, como el hierro tras una tormenta— lo envolvía, se le adhería a la piel como si fuera la única cosa que lo anclaba a la realidad. Y, extrañamente, ese olor le traía paz. A pesar de todo, a pesar del remordimiento que no dejaba de crecer en su pecho, Jeongin encontraba cierto consuelo en esa culpa, porque sabía que HyunJin lo deseaba tanto como él lo deseaba a él. Y eso era lo que más le aterraba. Porque la Reina Malvada —su propia madre— ya no estaba bajo control. Se había liberado. Y era culpa de Jeongin.

¿Cómo podía seguir disfrutando de estos momentos sabiendo lo que había hecho? Cada vez que se permitía una caricia, cada vez que dejaba que HyunJin lo abrazara, sentía una punzada de miedo y de dolor. Pero no podía detenerse. Lo necesitaba. Lo necesitaba más que nunca.

—¿Me arrastraste para darme un abrazo? —preguntó HyunJin, con ese tono que oscilaba entre la incredulidad y la burla, tan típico en él.

Jeongin cerró los ojos, intentando no pensar demasiado en lo que acababa de decir. ¿Por qué estaba haciendo esto? ¿Por qué, si la culpa lo corroía tanto, no podía simplemente apartarse? En el silencio del aula abandonada, donde solo el viento parecía testigo de lo que ocurría, Jeongin se concentró en los brazos que lo envolvían con firmeza, esos brazos que lo apretaban un poco más fuerte con cada segundo que pasaba.

Erase una vez || HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora