CAPÍTULO 11 - POR: Isabella Johnson

13 1 0
                                    

Como todo en la vida, los días siguen pasando y ya estoy de seis meses de embarazo, ya no aguanto con la enorme barriga que me ha crecido, ¡mamá al fin parece satisfecha de mi tamaño!, la piel la tengo tan estirada y clara, ¡que parece que si tomo agua se miraría como cae!

En cuanto a Patrick, recuerdo la vez que fuimos a Toronto para ver unos materiales que se utilizarán en el jardín de los Alpes, tuvimos que quedarnos a dormir en el hotel de ahí, porque se nos hizo tarde y comenzó a llover a cántaros.

Durante la cena, tuvimos la oportunidad de platicar de varios temas, y fue así como me hizo una confesión que me dejó con la boca abierta.

—¿Por qué no te has casado? —quise saber.

—Creo que me decepcioné —me respondió—. La única vez que tuve intensiones de hacerlo, fui traicionado de la peor manera.

—¿Ibas a casarte? —lo interrogo sorprendida.

—Tuve intensiones, pero no se lo había propuesto, antes tenía una confesión que hacerle, y si después de eso ella no veía problema en que continuáramos con la relación, le propondría matrimonio —me respondió pensativo como si se estuviera trasladando a esos momentos.

—¿Y qué ocurrió? —quise saber intrigada.

—La noche en que tenía planeado hablar con ella, se me adelantó y salió con la peor burla que nunca podré perdonarle.

—Tuvo que haber sido horrible, ¡sé en carne propia, que es que te partan el corazón! —le recordé, pensando en cómo encontré a Alexander con el bóxer a media pierna, ¡y su erección a pleno esplendor!

—¡No es nada agradable!, pero todo lo cura el tiempo. —Me aseguró apretando mi mano—. ¡Al menos a ti no te dañaron a propósito! —me consoló

—¿Puedo saber qué ocurrió? —le pregunté, esperando no ser imprudente.

—¡Soy estéril! —Me soltó de sopetón, viéndome directamente a los ojos

No logré disimular mi sorpresa porque me dijo.

—¡Te sorprendí!

—¡Sí!, lo siento —me excusé avergonzada.

—No te preocupes, ahora tú también conoces mi secreto —comentó sonriendo, tratando de aparentar indiferencia—. La cuestión es que ella no lo sabía, ¡y salió con que esperaba un hijo mío!

No pude evitar y me atraganté con el trago de refresco que estaba tomando, él se levantó de inmediato a auxiliarme y me sirvió un vaso con agua.

—¡Disculpa! —le pedí—. ¿Me estás hablando en serio?

—¡Sí!, ese día terminó con lo nuestro, ¿te sientes mejor? —quiso saber, refiriéndose al episodio de atragantamiento que acababa de tener.

—¡Sí, estoy bien!, gracias —le respondí—. ¿La amabas? —quise saber.

—Sí, ¡más de lo que imaginaba!, me di cuenta en los siguientes meses de nuestra separación, fue muy duro de superar —me contó—. Por eso es que te digo con propiedad, que el tiempo y la distancia curan todo.

—¿No le confesaste de tu condición para desmentirla?

—No, quería que de ella saliera y me confesara que había estado con otro, pero insistió hasta el último momento en que el niño era mío.

—¿Habría cambiado algo, si te hubiera confesado que había estado con otro?

—La amaba tanto, que habría sido capaz de perdonarla —me confirma.

El DESTINO Y SUS JUEGOS - JUGADA INESPERADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora