CAPÍTULO 7 - POR: Isabella Johnson

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Y yo me quedo de piedra, esperando que no lo vaya a comparar con Alexander, quien nos ayudó a cocinar en varias ocasiones en el apartamento.

—Sí, —le responde ella—. Aparte de guapo, ¿sabes cocinar?

«¡Uf...!», digo en mis adentros, y creo que sí fue metida de pata por su parte, pero logró librarla de inmediato.

—Me defiendo en la cocina —le responde sonriendo.

Y creo que también aliviado de que no lo haya comparado con nadie.

—Supongo que con ese olor que tienen, ¡no necesitan mi ayuda! —comenta Rose sentándose en un taburete de la isla.

—No, ve a cambiarte de ropa —le pido—. Ya está prácticamente todo.

—Ok, regreso en breve, ¡no pongan la mesa, la voy a poner yo! —nos pide.

Cuando estamos comiendo, le contamos a Rose lo del ático de Patrick, y se pone muy contenta porque vayamos a tenerlo cerca; más tarde, cuando ya hemos comido y ella nos ha comentado de mil maneras, lo feliz que está porque va a ser tía, me pregunta.

—¿Pudiste hablar con el innombrable?

—No, como sabes desde ayer estoy intentando comunicarme con él, y no contesta su teléfono —le recuerdo—. ¿A que no adivinas por qué? —le pregunto.

—¡Ni idea!, desearía que fuera porque no pudo pagar la factura del teléfono, pero con lo forrado en plata que está, ¡dudo que pueda pasar! —me responde.

—¡Está de luna de miel con su esposa! —le digo levantándome de la mesa y yendo a la cocina por más jugo, servilletas o algo.

Al parecer, Rose se quedó tan impresionada como yo, porque no me dice nada, hasta que regreso con una jarra con agua.

—¿Qué hizo qué? —me pregunta indignada, y con el rostro rojo del coraje.

—¡Lo que escuchaste!, llamé a su oficina y quien me contestó, dijo que no podía atender mi llamada, porque está de luna de miel, ¡con su esposa!

—No, ¡no!, ni se te ocurra derramar una lágrima más por ese cabrón —me advierte al ver que los ojos se me han puesto brillosos.

—Lo siento, por más que quiera hacerme la fuerte, ¡es muy doloroso!, apenas tenemos unas semanas separados, y ya se ha casado, he ido de luna de miel con otra. —me lamento, tomando del agua que acabo de traer.

—Por eso mismo, ¡tienes que ser fuerte!, si fue capaz de irse de luna de miel, ¡no merece tus lágrimas! —Declara enojada—. Como quisiera tenerlo enfrente y dejarle un ojo morado, ¡peor que el que le dejó Erick! —dice cerrando los puños.

—¿Tu hermano le dejó un ojo morado? —me pregunta sorprendido Patrick.

Le digo que sí, con un movimiento de cabeza, mientras recuerdo como el pobre se dejó madrear por el loco de mi hermano.

—Y ahora que lo pienso, ¡bien merecida se la tuvo! —dice Rose.

—No soy partidario de la violencia, pero creo que cualquiera en su lugar habría reaccionado igual —comenta Patrick

Ya no continuamos hablando del tema, porque él comienza a hablarnos de sus hermanos y Rose le sigue la corriente, cosa que les agradezco, porque por más fuerte que quiera hacerme, es por demás que no se me forme un nudo en la garganta, cada vez que pienso en lo feliz que se la deben de estar pasando, ¡los recién casados!

Trabajar en el proyecto de renovación de los hoteles, me está sirviendo de una gran distracción, ¡ni siento los días!, incluso me he puesto formalmente en control prenatal con la doctora, y estoy siguiendo al pie de la letra sus recomendaciones.

Mis bebés van creciendo sin ningún inconveniente y cada vez que me revisa la doctora, me encanta escuchar los latidos de sus corazones, Patrick se ha tomado muy en serio su papel de cuidarme, y me acompaña a casi todas las citas que tengo con el médico, y cuando está afuera de la ciudad, me acompaña Rose.

He renunciado a mis redes sociales por completo, porque no quiero complicarme, ni deprimirme viendo publicaciones sobre Eliana, su embarazo y Alexander, al parecer a la pareja les está yendo de lo lindo.

Después de que intentara hablar con Alexander, me correspondió enviándome un mensaje en el que me contó de su matrimonio, asumió que le llamaba para reclamarle y me pidió perdón.

Luego se justificó diciendo, que no podía renunciar a esa personita que pronto le llamaría papá, dijo que después de escuchar los latidos de su corazoncito, le resultaría inhumano hacerlo, volvió a pedirme perdón y dijo que aunque estuviera casado con otra, nunca me olvidaría.

Sus palabras no me han sido de gran ayuda, porque me siento culpable de no contarle lo de mi embarazo, pero no puede solo decirme, que aunque este casado con otra, ¡nunca me olvidará!, ¡si incluso se fue de luna de miel con ella!

Así que cuando lo extraño mucho, o siento nostalgia, me recuerdo que ahora es un hombre casado, y que posiblemente ese nuevo corazoncito que late en el vientre de su esposa haga que me olvide, y sé que le tengo que decir de mis bebés, ¡pero aún no tengo el valor!

Gracias a Dios que a pesar de las circunstancias, mis papás, Erick, Jess e Irina, se pusieron felices por mi embarazo, la mamá de Irina, ¡mi tía!, me llamó para felicitarme pero no le hizo falta el mal comentario sobre lo inoportuno, que había sido que me quedara embarazada justo cuando había terminado mi relación con Alexander.

¡Y que para colmo él ahora era un hombre casado con otra!, me dieron ganas de responderle un par de cosas, ¡pues ella también fue madre soltera!

La pobre Irina no paró de disculparse por su mamá, e incluso la tía reaccionó y me pidió disculpas después, papá cuando se enteró del desplante que me había hecho su hermana, discutió con ella, y me aseguró que sus nietos llegaban justo a tiempo, y que todos los amarían mucho.

Mamá que sigue siendo del team Alexander, me pidió que hablara con él, que no pensara en nosotros, sino en los niños que merecen conocer y convivir con su padre; sé que tiene razón, y le aseguré que se lo voy a decir, pero cuando tenga el valor, le pedí que no fuera a interferir, porque sé qué es capaz de contarle ella.

En cambio, papá y Erick me dijeron que yo sabría en qué momento se lo contaría, que era mi decisión y que ellos la respetarían, en lo que sí hicieron énfasis, es en que tengo que contarle, ¡porque el hombre tiene derecho a saberlo!

Mamá y papá no tardaron en venir a Vancouver a asegurarse de que todo fuera bien conmigo y con mi embarazo, mi pobre mamá se sentía dividida, entre quedarse, ¡para cuidarme!, y regresar a casa con papá y su nieto querido.

Se regresó con papá, porque Rose le garantizó que ella está al pendiente de mí y que estoy poniendo de mi parte, cumpliendo al pie de la letra todo lo que el médico me dice, ¡en eso tiene razón!

Cada vez que hablamos, mamá me pregunta si ya he subido de peso, insiste en que estoy muy flaca para tener a dos bebés adentro, la calmo asegurándole, que la doctora me ha dicho que voy con el peso indicado, para el tiempo de embarazo que tengo, sino es capaz de venirse a vivir aquí, ¡y alimentarme ella misma!

La primera vez que vinieron, no pudieron conocer a Patrick, porque casualmente había salido de la ciudad por una semana, lo conocieron hasta en la segunda visita que me hicieron, ¡les encantó!, ¿cómo no hacerlo?, ¡con ese su estilo tan galante y caballeroso!

A mamá no le pasó desapercibido que tanta galantería, es porque quiere algo conmigo y me pidió que estuviera segura de mis sentimientos, para que no le fuera a dar falsas esperanzas, que se nota que es un buen hombre, sobre todo porque me valoraba con dos hijos de otro en el vientre.

Y sus palabras, aunque son hirientes, ¡sé que tiene razón en todo!, Patrick no merece que nadie juegue con él, y se porta tan lindo conmigo, que quienes nos miran, piensan que mis hijos son suyos, porque su trato no deja la menor duda.

Con palabras distintas, Rose ya me había advertido lo mismo, se ve que le cae muy bien Patrick, y no confía en que pueda estar con él, sin que me acuerde de Alexander. ¡Si supiera la paz y tranquilidad que Patrick me transmite!

Aunque tiene razón, ¡no logro olvidar a Alexander!, me lo recuerdan mis bebés con cada movimiento que hacen adentro de mi pansa, y quiero aferrarme, a que solo es por ellos que lo recuerdo.

El DESTINO Y SUS JUEGOS - JUGADA INESPERADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora