CAPÍTULO 8 - POR: Isabella Johnson

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Con el paso de los días y sus acciones, Patrick se está abriendo a pulso un espacio en mi corazón, está tan al pendiente de mí, de mis deseos de embarazada; y me cuida tanto, que si tengo que salir lejos y no me puede acompañar él, me pone a alguien de su confianza para que vaya conmigo, en fin, ¡es tan detallista!

Que he llegado a pensar que no me cuidaría mejor si los niños que tengo en el vientre, fueran sus hijos de sangre, no ha intentado nada sexual conmigo, aunque en ocasiones soy yo, quien muere de ganas de intentarlo con él; las hormonas se me alborotan a causa del embarazo y me toca ducharme con agua fría.

Este fin de semana Patrick se va a mudar al edificio, dice que por fin tendrá su propio espacio, ¡como si en el hotel no lo tuviera!, si dispone de una de las suites más grandes y lujosas; en realidad me alegra que haya decidido mudarse cerca, porque con eso que no me dejan conducir, siempre me están llevando o trayendo entre él y Rose.

Hoy Rose tiene reunión con la encargada de marketing del hotel, y nos venimos un poco más tarde aprovechando que tengo agenda libre para la mañana.

Como es costumbre, entro en la oficina de Patrick a saludarlo, y lo encuentro muy concentrado en los documentos que está revisando; en cuanto me mira, sonríe y coloca a un lado los papeles y se levanta para saludarme.

—Pensé que vendrían más tarde —dice saludándome con un beso en la mejilla.

—Rose logro que Marlene adelantara la reunión —le comento sentándome, ya con los cinco meses de mis bebés, me cuesta un poco—. Y tú, ¿llegaste temprano?, ¿no había mucho tráfico por dónde venías? —le pregunto bromeando.

Solo tiene que bajar en el ascensor y cruzar unos cuantos pasillos, ¡para estar en su oficina!

—Pesadísimo, ni te imaginas —responde siguiéndome la broma—. Me tocó esperar como dos minutos que llegara el ascensor a mi piso —dice riendo—. Y a ustedes, ¿cómo les fue?

—Bien, ya había bajado el tráfico.

—¿Desayunaron?

—Sí, ya sabes qué mamá Rose no me deja salir si no he comido —le recuerdo acariciando mi vientre, porque uno de mis ternuritas anda inquieto.

—¿Se movieron? —quiere saber él, tocándome.

—A mis ternuritas les gusta que los acaricie, ¡a lo mejor piensan que es su papá!

—Hola bebés, ¿les dio de comer mami? —les pregunta, con voz cariñosa.

Y los bandidos se mueven como si fueran peces en el agua.

—Ves que sí comimos —le digo colocando mi mano cerca de la de él—. ¡Hombre de poca fe! —lo acuso sonriendo.

—Solo quería corroborar con ellos —responde divertido—. Orlando modificó el presupuesto para el ala norte de los Alpes —me comenta.

—Vi el correo, en breve lo voy a revisar y nos reunimos, ¿te parece? —le digo levantándome del sofá.

—Acuérdate que por la tarde viene Fito —me pide.

Fito es un cliente del hotel y amigo de Patrick, que vio como le remodelé el ático, y quiere que le remodele el de él también.

—Ya lo tengo en el radar —le respondo, bueno, me voy a trabajar, porque a mis ternuritas les gustan las cosas buenas y hay que ganar para pagarlas —le digo riendo.

Él se pone a reír y regresa a su escritorio.

—Procura no esforzarte más de la cuenta, recuerda que vas por tres.

—¡Como olvidarlo!, si dentro de poco no voy a caber en esa puerta —reniego.

—¡No te preocupes!, tengo cuello con una arquitecta que nos puede diseñar una puerta más amplia, —dice riendo.

El DESTINO Y SUS JUEGOS - JUGADA INESPERADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora