CAPÍTULO 48 - POR: Isabella Johnson.

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—No hagas bulla que la vas a despertar —le digo a mi hombrecito—. Les dejé leche en el refrigerador —les informo a las chicas—. Pero aprovechando que estoy aquí y que tú estás despierto, ¿qué te parece si te alimentamos de la fuente? —le propongo a él, mi niño lindo me responde con balbuceos.

Me siento en el sofá y le doy pecho, él también vuelve a quedarse dormido y lo acostamos en su cunita, Patrick y yo regresamos con mamá y papá, aún están solos, pero no nos dicen nada que dé indicios que sepan que no venimos a dormir.

—¿Cómo estuvo la fiesta?, ¿bailaron lo suficiente? —pregunta mamá.

—Sí, hay que aprovechar esas oportunidades —le respondo tomándome el jugo que me ha servido.

Conversamos sobre más detalles de la fiesta, y tipo ocho, nos despedimos para ir a reunirnos con Leonel.

Durante el desayuno, evaluamos las propuestas de locales que nos han hecho llegar, decidimos ir a ver dos de ellos, y escogimos uno que está en la Torre Belt, este nos conviene porque está entre nuestro apartamento, el Hill Central y el edificio de Blacks, para que no le cueste mucho a nuestros clientes, acostumbrarse a nuestra nueva ubicación.

El local es lo suficiente grande, y nos va muy bien por la expansión que estamos proyectando tener el próximo año, se trata de todo el piso del décimo quinto nivel de la torre, lo vamos a remodelar y acondicionar a nuestras necesidades, firmaremos un contrato para los próximos cinco años.

—Lo que más me gusta es que cuando regresemos a vivir aquí, te voy a tener cerca para que podamos almorzar juntos cada vez que sea posible—me dice Patrick.

—Eso y que tendremos el apartamento cerca, para poder estar al pendiente de las tremenduritas —le agrego como ventaja.

—Es una suerte, porque por lo que se ve, ¡sí le van a dar vuelta a la casa! —me comenta divertido—. Mira, aquí hay flores, quieres que compremos aquí las que le llevaremos a Angie —me pregunta señalando una floristería que está a nuestro paso.

—Sí, entremos, ¡mira esos girasoles están lindos! —le digo dirigiéndome a un balde en donde están unos girasoles baby.

—Estas rosas están muy lindas, ¿te parecen?

—Sí, que me preparen un arreglo por favor —le pido a la dependienta.

Llegamos al cementerio, y nos dirigimos hasta la tumba en donde está mi angelita hermosa, me arrodillo frente a ella y termino por sentarme, no digo nada, únicamente coloco las flores, mientras calientes lágrimas caen por mis mejillas.

—Ella está bien en donde está, y desde ahí nos observa feliz —me consuela él.

—¡Pero es que no pudo crecer con sus hermanitos! —me quejo sin poder contener el llanto, y limpiándome las lágrimas con la mano.

—No llores, no te pongas así —continúa consolándome, y arrodillándose a la par mía, me toma entre sus brazos.

—Lo siento, ¡es muy difícil aún! —trato de justificarme.

—No puedo decirte que lo superarás algún día, porque sé que un hijo es para toda la vida, pero tienes que ser fuerte —me pide, sobando mi espalda y besando mi frente.

—¡Estoy luchando para serlo! —le aseguro, sintiendo mucho dolor en el pecho.

Nos estamos unos minutos más e incluso le tomamos fotografías, y se las mandamos a Rose, ella adivinando como me pongo de sentimental cuando de Angie se trata, me responde emotiva y dándome ánimos.

Me despido de mi nena, y regresamos abrazados al coche, ir entre sus brazos me llena tanto de tranquilidad.

—¿Te sientes mejor? —me pregunta, dándome un beso leve en los labios.

El DESTINO Y SUS JUEGOS - JUGADA INESPERADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora