CAPÍTULO 25 - POR: Isabella Johnson.

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En cuanto llegamos a su casa, Paola sale a nuestro encuentro, primero me saluda a mí y a mis nenas, luego efusivamente le dice a Patrick.

—¡Hermanito del alma!

—¿Qué no era yo tu hermanito del alma? —le reclama Benjamín, acercándose para saludarnos.

—¡Los dos! —le responde ella mirando a uno y a otro.

Como si la hubieran descubierto, también salen a recibirnos Adela y Robert, con ellos viene Picola moviendo su cola, Picola es una linda chihuahua orejitas de venado, es tan pequeña que cabe en una cartera normal. ¡Pero es opuesta como ninguna!, dicen que tiene tres añitos, pero se sigue comportando como una bebé.

—Hola Picola... —le digo intentando agacharme para cogerla en brazos, pero Patrick se me adelanta y la agarra para entregármela.

—¡No te agaches!, podrías lastimarte —me pide.

—Lo siento, es la costumbre —le respondo haciéndole caricias a Picola, ella se pone feliz, pero luego quiere que la agarre Patrick.

—Definitivamente, ¡es nena! —le digo entregándola.

Él se pone a reír y la agarra, entramos todos en la casa, riéndonos de Picola que no deja de aullar porque Patrick le hace cariñitos.

Nos vamos directamente para el jardín trasero y saludamos a quienes están ahí, los abuelos, los tíos de Patrick y Susana, su prima, esta última, me pregunta muy amable.

—¿Cómo estás?, ¿cómo te has sentido?, ¿cómo están las nenas?

—Estamos bien, esperando disfrutar ese delicioso asado —le respondo.

—Te va a encantar, Paola está asando unos vegetales, que te harán chuparte los dedos —me asegura

—Ya los ha probado —le responde Paola—. La vez pasada que estuvimos en Vancouver, cociné unos para ellos —le cuenta.

—Bueno, entonces ya sabes de qué te hablo —me dice Susana.

—Muy deliciosos, ¡sobre todo las berenjenas!, ¿puedo ayudarles en algo? —les pregunto.

—¡No niña!, ven a sentarte con nosotros —me dice la abuela.

—Sí, ve con ellos —me pide Patrick que viene entrando, fue a la habitación a dejar la maleta.

—No te preocupes que esto ya va a estar —me asegura Adela.

—O quieres que demos una vuelta, puedo enseñarte la casa —me ofrece Patrick.

—Me gustaría conocerla —le respondo, yendo hasta adonde él.

Frente al bungaló principal, hay una preciosa piscina, el jardín está diseñado en armonía con variedad de plantas, árboles y flores, un extremo del terreno colinda con el lago y ahí rodeado de árboles hay otros dos búngalos, uno tiene un juego de comedor grande y el otro unos sofás de cuero.

—Me gusta la casa de tus padres —le comento, entrando en el búngalo que tiene los sofás, y sentándome en uno de ellos.

—Tiene muy bellos recuerdos para nosotros —me responde él—. Y sé que a los viejos les encantará ver a las nenas corriendo por ahí.

—No estoy muy segura de que pueda traerlas seguido —le respondo, al ver su cara de que no ha comprendido le aclaro—. ¡Tengo un jefe muy exigente!, ¡quién sabe que me deje venir seguido! —le comento sonriendo al ver su cara de alivio.

—Ese tipo es un blandengue contigo, seguro que sabrás cómo convencerlo —me responde colocando su brazo por encima de mi hombro.

—No creas, ¡de blandengue no tiene nada! —lo contradigo—. Tiene todo, ¡muy durito y en su puesto! —bromeo, tocándole la pierna.

El DESTINO Y SUS JUEGOS - JUGADA INESPERADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora