CAPÍTULO 32 - POR: Isabella Johnson

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Atrás de ellos viene una enfermera, Erick y Jess.

—Sus medicamentos —me dice entregándome unas pastillas y una botella con agua—. ¿Ya hablaron con ella? —Les pregunta—. Hay que completar los trámites.

—¿Hablar de qué?, ¿Qué trámites? —les pregunto angustiada—. ¿Qué fue lo que ocurrió en el parto que no me han dicho? —le pregunto directamente a Patrick.

Él, nada contento con la enfermera, le dice.

—¿No cree que su pregunta amerita más discreción?, en cuanto lo hagamos y ella pueda firmar se los haremos saber.

—¡Perdón si cometí una imprudencia! —dice la tipa avergonzada, se da prisa en terminar lo que está haciendo y sale lo más rápido posible de la habitación.

—¿Qué sucede?, piensan decírmelo ustedes o debo de llamar al médico para que me diga él, —les pregunto, molesta de que me estén ocultando algo importante por lo que se ve—. ¿Ocurrió algo con los niños o conmigo durante el parto?

—No, —responde Erick—. Los tres están bien, gracias a Dios.

—Entonces, ¿qué ocurre?

—Cuándo te estaban realizando la cesárea y sacaron a Valentina, se dieron cuenta de que no eran dos bebés, sino tres —me responde Patrick tomando mi mano—. Eran dos niñas y un niño, una de ellas nació con signos vitales débiles, y la llevaron de inmediato a cuidados intensivos —hace una breve pausa, como sopesando sus siguientes palabras y dice—. ¡Pero no sobrevivió!

Desde que escuché decir que eran tres, me quedé en shock por la noticia, obviamente lo que faltaba por escuchar no era para nada alentador, ya que mi otra bebé no está aquí, siento como la angustia y desolación, se instalan en mi pecho, ¡esto no puede ser cierto!, y para colmo, viene a mi mente el recuerdo de la rosa negra con listones en la cuna.

—Quieres decir, ¿que una de mis hijas murió? —digo cubriendo mi rostro y rompiendo a llorar nuevamente, pero esta vez sí de dolor y tristeza, entendiendo que el vacío que sentía era por mi bebé que no logró vivir.

Recuerdo la felicidad de Alexander por estar con su hija en brazos, y eso me hace sentir un inmenso coraje, ni siquiera en mis sueños merece sentirse tan feliz, cuando yo estoy llorando la pérdida de una de nuestras hijas.

—¡Lo sentimos mucho cariño! —dice mamá abrazándome—.

—Estamos aquí para lo que necesites —me asegura Erick acercándose también.

—Sabes que cuentas con nosotros cielo —me dice papá.

—Y nos tienes a nosotros mami —dice Jess, acariciando a Valentina que está siendo cargada por Patrick, y a Mateo que lo tengo yo, hago lo mismo y los acaricio, Patrick limpia mis lágrimas con sus dedos y quiero llorar, gritar y patalear de ser posible—. Te necesitamos —agrega Jess en nombre de mis hijos.

Patrick también llora y eso me da aún más coraje, tendría que ser otra persona, quien derrame esas lágrimas por su hija.

—¿Qué fue lo que ocurrió?, ¿por qué no sabíamos que había un tercer bebé?, ¿y por qué uno de ellos no va a poder continuar su camino junto a sus hermanitos? —les pregunto, desesperada y angustiada.

Este dolor y sentimiento es el dolor más grande que he experimentado, incluso más que cuando encontré a Alexander con Eliana, o cuando me enteré de que tendrían un hijo, incluso mayor al que sentí cuando descubrí que se había casado.

Mis bebés son mi vida, son todo, le dieron un nuevo sentido a mi ser, gracias a ellos recuperé las ganas de vivir y que me digan que eran tres, pero que uno no lo logró, provocan en mí, un dolor que a nadie deseo.

El DESTINO Y SUS JUEGOS - JUGADA INESPERADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora