CAPÍTULO 41 - POR: Patrick Dormán

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—Lo siento, madrugaste mucho y tenía sueño —me responde—. Um... —Gime.

Retorciéndose más, y metiendo las manos abajo de mi camisa, para acariciar mi espalda, pasa sus uñas por ella, rosándola pero sin causar daño, a continuación comienza a luchar con mi cinturón para luego desabrochar el pantalón, pronto sale mi erección, feliz de sentirse liberada y de estar en tan buenas manos, ¡la pobre esta urgida de ese calorcito de hogar!

—Um... ¡Parece que ella también tiene urgencia! —dice acariciándola de arriba hacia abajo y jugando con la humedad, que se me ha comenzado a formar.

—Eso ocurre, cuando te acostumbran a estar tan bien alimentado —le hago saber, acariciando su pierna con una mano—. Pasar cuatro días en ayuno, ¡es todo un sacrificio! —le confieso moviéndome al compás de sus manos.

E incluyendo el mismo ritmo en mis dedos que juegan con su centro, en donde ya se ha formado una laguna, y si estuviéramos en otro lugar y no tuviéramos tanta prisa, con gusto bebería de esa fuente.

—Pienso compensarte por eso —me dice moviéndose hacia la orilla, con ideas claras de querer tener contacto directo con mi erección.

La dejo que juegue y se roce cuanto quiera contra mi amigo, cada vez que él pasa su punta y presiona contra su botoncito del placer, ella gime y se aligera a querer ser invadida, pero cuando se hace hacia adelante, yo retrocedo con intensión de desesperarla. Y conociendo mis intenciones, me aprisiona con ambas piernas.

Río en mis adentros por su desesperación, pero aprovecho que esas hermosuras están cerca de mis manos y las acaricio hasta llegar a sus tobillos, los zapatos de tacón qué trae, son una amenaza en caso de que quiera cargar a uno de los niños e ir por ahí, ¡aunque a menudo lo hace!, esas armas letales la hacen lucir más bella, ¡resaltan sus hermosas piernas!

Estando coartado entre sus piernas, no me queda de otra que hundirme en ella.

Ambos gemimos ante la sensación exquisita de nuestros cuerpos complementándose, ¡Delicioso!, es como volver a casa después de una larga y pesada jornada de trabajo. Llevo mis manos a su espalda para bajarle el zíper del vestido, ¡necesito saborear sus pechos!

Se lo bajo lo suficiente, y esos hermosos cántaros de leche, quedan a mi disposición solo cubiertos por su sostén, se ha quitado los retenedores de leche, y se ha colocado unas almohadillas para evitar mancharse la ropa, se las quito, y me agacho para besar la suavidad de su piel.

Um... ¡exquisito!, su pecho esta tan duro, pero definitivamente se sacó casi toda la leche, porque sus venas no están hinchadas, saboreo toda la piel alrededor del pezón sin llevármelo a la boca, ¡ese manjar es para después!, con una mano acaricio su otro pecho y se lo aprieto suavemente, en respuesta ella gime y se retuerce, haciéndome llegar más adentro de su ser.

—Necesitaba tanto esto —comenta moviéndose con desesperación.

Su braga nos hace atraso, pero la ignoramos y continuamos moviéndonos por unos minutos más, luego me detengo y me salgo de ella, pero sustituyo a mi amigo con mis dedos, y vuelvo a entonar el ritmo que teníamos, ella agarra mi erección y la acaricia con desesperación.

—Despacio amor, vas a hacerme terminar —le digo.

Sintiéndome como si fuera un puberto, que no tiene aguante, ella gime y se mueve desesperada, pero baja el ritmo de sus manos, es evidente que está por terminar, y sus gemidos y movimientos me prenden más.

La ayudo a que llegue más rápido, dedicándole atención especial a sus pezones, le mordisqueo uno levemente, y luego lo succiono como si fuera un ternerito amamantándome, ¡Exquisitos!, su leche no tiene buen sabor, pero tampoco me es desagradable, alterno entre mordiscos y caricias a la vez que coordino los movimientos de mis dedos en su centro.

El DESTINO Y SUS JUEGOS - JUGADA INESPERADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora