CAPÍTULO 34 - POR: Isabella Johnson

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Viene otra enfermera con una silla de ruedas y me indica que me siente, salimos al jardín pasando por la sala cuna, cruzamos en un pasillo y me quedo de piedra al ver a Alexander, que va en la planta de abajo con un hermoso ramo de rosas.

De inmediato viene a mi mente la escena similar de mi sueño, ¿será posible que Eliana haya dado a luz al mismo tiempo que yo?, ¡más sal a mi herida!, gruesas y calientes lágrimas bajan por mis mejillas, ¿por qué tanto dolor, en uno de los momentos que más felicidad debería haber traído para mí?

Conocer a mis hijas me llenaba tanto de ilusión, soñaba con verlas crecer juntas y comprarles conjuntos de ropa similares, incluso yo me vestiría igual a ellas en una que otra ocasión, ¡y ahora están enterrando a una de ellas!

Mientras que el papá le lleva flores a su mujer, ¡la mujer que nos lo arrebató! «Tú se lo cediste», me dice mi vocecita inoportuna, ¡como sea!, tampoco lo obligué a casarse ni a atarse a ella.

—Regresemos —le pido a la enfermera.

—¿Se siente mal? —me pregunta preocupada.

—No es eso, es que de pronto se me quitaron las ganas de pasear —le respondo.

—¿Segura de que se siente bien?, se ha puesto pálida —me dice.

—Sí, estoy bien, no te preocupes, vamos con los bebés, por favor.

Cuándo estamos dando media vuelta para ir a mi habitación, veo a los padres de Alexander que vienen por donde iba él, Carlo voltea a ver hacia arriba y de inmediato agacho el rostro para que no me reconozca, ojalá no lo haya hecho.

Ya en la habitación, les pido que me den algo para el dolor de cabeza, y cuando ya me he calmado por la impresión y el dolor ha disminuido, le digo a la enfermera.

—Vi de lejos a una amiga, y me parece que debe de estar visitando a algún familiar, ¿puedes por favor averiguar de quién se trata? —le pregunto.

—¿No sería más fácil que le llame y le pregunte? —me responde con cautela.

—Lo haría, pero perdimos contacto —le respondo cerrando los ojos—. Si no puedes, no te preocupes, ¡gracias! —le digo colocando un brazo sobre mi frente.

—Voy a ver qué logro hacer, ¿de quién se trata? —me pregunta.

—De Vanesa Black, solo que ella no sabe que estoy aquí y tampoco quiero que se entere, ¿podrías guardarme el secreto? —le pregunto.

—Si logro averiguar algo, con gusto le digo, trate de descansar —me pide.

—Gracias, solo una cosa más, por favor no vayas a decirme nada cuando esté mi familia conmigo.

—En ese caso, si gusta puedo ir en este momento a ver qué logro averiguar —me ofrece.

—Ve, solo por favor, sé discreta, no pueden saber que estoy aquí.

Se va de inmediato y yo intento quedarme dormida, pero la incertidumbre no me deja, ¡qué ironía de la vida!, quedar embarazadas al mismo tiempo y dar a luz en el mismo hospital, ¡solo falta que nuestros hijos hayan nacido el mismo día!, como a los diez minutos viene la enfermera.

—Señora Dormán, ya le conseguí la información —me dice, de inmediato abro los ojos y vuelvo a verla—. La señorita Black está visitando a su cuñada —me cuenta.

—¿A Marian? —le pregunto para qué ella me dé la respuesta.

—No, a la señora Eliana Black, tuvo un accidente y se le adelantó el parto.

Escuchar que Eliana lleva el apellido que yo debería de llevar, me cae como una patada en el hígado, ¿pero qué puedo hacer?, ¡si yo misma me lo busqué!

El DESTINO Y SUS JUEGOS - JUGADA INESPERADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora