9 EL BAR DE PACO
Marta de la Reina.
Desperté en mitad de la noche, y por primera vez en mucho tiempo, el sueño había sido profundo y reparador. Al abrir los ojos, me encontré en una penumbra tranquila, y durante un breve instante no recordé dónde estaba. Sin embargo, al girarme, vi la silueta de Fina a mi lado, durmiendo con una calma que me resultaba casi envidiable. Su respiración era profunda, y su rostro relajado me hizo sentir una especie de alivio que aún me costaba reconocer. En este tiempo extraño, encontrarme acompañada y en silencio era un regalo que no sabía si me merecía.
La miré un momento más, consciente de lo poco común que era dormir al lado de una mujer. En mi tiempo, una situación así se habría considerado imprudente, incluso inadecuada, pero aquí y ahora parecía lo más natural del mundo. Fina había sido generosa, y ese pensamiento me dio un pequeño impulso de gratitud. Con movimientos lentos, me incorporé y salí de la cama, cuidando de no hacer el más mínimo ruido para no interrumpir su descanso.
La sala de estar estaba oscura y en silencio absoluto. Me tomé un instante para observar el apartamento a mi alrededor, apenas iluminado por las luces de la calle que se filtraban por las ventanas. Me encontré comparándolo con mi propia casa, donde cada cosa tenía un lugar preciso, y donde cualquier ruido nocturno me habría hecho sentir intranquila. Aquí, sin embargo, me sentía segura, y esa tranquilidad me sorprendía.
Decidí aprovechar la quietud para hacer una de las pocas cosas que podía mantener de mi rutina en 1958. Caminé hacia el baño con pasos ligeros, esperando no despertar a nadie. Cerré la puerta con cuidado y encendí la luz. El espejo me devolvió una imagen algo menos desfavorecida que la de los días anteriores, ya las ojeras que tanto me habían inquietado al fin comenzaban a desaparecer, y el color de mi rostro parecía haberse recuperado un poco.
Me lavé la cara con agua fría, disfrutando la frescura que despejaba mis sentidos. Luego intenté arreglarme el pelo, pero el desorden de mis rizos era incontrolable. Por mucho que intentara darles la forma que solía llevar en mi vida normal, nada parecía funcionar. El estilo que tanto cuidaba en Toledo, con mi pelo perfectamente moldeado, aquí era un verdadero desafío. Suspiré, resignándome al caos de mi cabello, y volví a notar la falta de mis utensilios habituales. Aun así, me miré en el espejo y encontré cierto consuelo en ver un rostro menos cansado.
Al salir del baño, el silencio del apartamento se volvió a imponer. Caminé hacia la cocina, donde recordaba que Fina había guardado algo de leche en el refrigerador. Abrí la puerta con cuidado, y la luz del interior me pareció un destello casi demasiado brillante en medio de la oscuridad. Tomé un vaso de leche, y, sin atreverme a tomar nada más, me lo llevé a la terraza, dejando que el aire fresco de la madrugada me envolviera. De buena gana me habría preparado un café, pero el miedo a tener que usar la dichosa cafetera, o, peor aún, destruirla por no saber cómo usarla, me cohibió.
La terraza era pequeña y acogedora, salpicada de macetas que le daban un toque verde y vivo. Me senté en una de las sillas y me dispuse a observar el patio ajardinado en el interior del bloque, esperando que el amanecer me ofreciera al menos un momento de paz. Sin embargo, al alzar la vista, me golpeó una decepción inesperada: el cielo, ya comenzando a teñirse con los primeros tonos de la mañana, estaba vacío. No había estrellas.
En mi casa, a esa misma hora, siempre alcanzaba a ver las últimas estrellas de la noche parpadeando antes de que el día se impusiera, y ese detalle mínimo, esa conexión con algo eterno y remoto, era un consuelo. Pero aquí, el cielo se mostraba desoladoramente uniforme, casi ajeno. El vaso de leche fría en mis manos me devolvía al presente, mientras miraba hacia las ventanas de los edificios de enfrente. El patio estaba en completo silencio, sumido en la penumbra, cuando, de pronto, un destello suave apareció en una de las ventanas. Una luz parpadeaba tímidamente, siendo apenas el preludio de un nuevo día.
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CRU2SH
Science FictionMarta, una mujer de 1958, y Fina, una chica de 2024, se encuentran inesperadamente en el presente debido a un inexplicable viaje en el tiempo. A pesar de venir de épocas tan diferentes, sus caminos se cruzan en un mundo contemporáneo que les resulta...