22 VENCER AL TIEMPO
Marta de la Reina.
Jamás, bajo ningún concepto, habría imaginado que una simple sala de cine pudiese llegar a cambiar tanto con los años. De hecho, no tenía mucho sentido que lo hiciera. Con tener asientos, un telón y el proyector, no necesitabas nada más para poder ver una película en todo su esplendor. Pero se ve que, si el futuro les habia traído dispositivos que te hablaban en el coche para indicarte hacia donde ir, tenías satélites grabando desde el espacio las calles y carreteras de la ciudad para poder verlas desde la pantalla de un ordenador, o escaleras que te ayudaban a ascender sin tener que subir un solo escalón, ¿Cómo no iban a cambiar las prestaciones en una simple sala de cine?
Ya solo el cubo repleto de palomitas de maíz que Fina compró nada más llegar, me puso en alerta ante lo que estaba por vivir. Pero fue entrar en la sala, a oscuras, y creer que estaba viajando hacia otro mundo de ciencia ficción. Ni siquiera había acomodador. Llegamos a los asientos siguiendo una hilera de lucecitas por toda la escalera, aunque por la escasa ocurrencia de espectadores, podríamos haber usado cualquiera de las decenas, por no decir cientos de butacas perfectamente alineadas, comodísimas, y predispuestas para que te sintieras tremendamente cómoda viendo la película. Apenas pude distinguir a tres o cuatro personas repartidas por toda la sala, antes de que toda mi atención se quedase anclada en la pantalla. La enorme pantalla que ocupaba todo el frontal de la sala, como si de un teatro se tratase, pero sin escenario. Las luces, la nitidez de las imágenes y el sonido, un sonido que salía de todas partes, de todas direcciones y que al principio me llegó a molestar hasta el punto de taparme los oídos, pero que, con el paso de los minutos, fue colándose en mi mente, metiéndome de lleno en la proyección que acababa de empezar.
Jamás en mi vida, insisto, habría imaginado tan siquiera que pudiese vivir una experiencia como aquella. Menos aun cuando la película en cuestión trataba de una serie de diminutos seres amarillos que hablaban en un idioma, según me dijo Fina inventado, y que, sin embargo, lograba entender por la capacidad de expresión que les habían otorgado.
Me pareció tan increíble verlo. Los colores, el movimiento, los diálogos tremendamente divertidos, que, si me llegan a decir que realmente existen, que esos seres son de verdad, me lo habría creído sin rechistar.
No terminó ahí mi fascinación. Cuando salimos del cine, el impacto no disminuyó. El centro comercial en el que estábamos era como un gran universo cerrado, lleno de luces, música y el ir y venir de gente. Aquel lugar tan bullicioso y animado se sentía casi como una pequeña ciudad bajo techo. Miraba a mi alrededor, como si me encontrara en un sueño. Pasamos junto a restaurantes, tiendas de ropa y vitrinas repletas de cosas tan desconocidas como fascinantes. A cada paso, algo nuevo captaba mi atención, y me encontraba mirando cada detalle como si fuese una niña explorando un mundo de fantasía.
De todas las paradas que hicimos, una de las más sorprendentes fue en una tienda de perfumes. Al cruzar la puerta, el aroma dulce y envolvente llenó el aire, y los frascos relucían en los estantes como pequeñas joyas, rodeados de carteles y luces que les daban un aire de lujo casi irreal. No pude resistirme y le pedí a Fina que me dijera el precio en pesetas, solo por curiosidad. Cuando me dijo la cifra, casi me da un vuelco el corazón. ¿Cómo podía valer tanto un perfume? Una mezcla de sorpresa y vergüenza me recorrió; de inmediato me negué a que Fina gastara un solo céntimo más en mí. Estaba en un mundo nuevo, y cada objeto, cada detalle me revelaba algo distinto. Sentía cómo mi idea del valor de las cosas cambiaba ante mis ojos, y todo aquello parecía reafirmar la certeza de que vivía en un tiempo diferente.
Regresamos al apartamento al caer la tarde, con esa sensación extraña pero agradable de descubrir juntas un mundo que, para Fina, era cotidiano, pero que a mí me dejaba siempre sorprendida. Una felicidad serena se instaló en mí, un cosquilleo de emoción que se intensificó cuando, por pura casualidad, nos recogió el mismo Luis, el taxista que nos había llevado días atrás. Su mirada de sorpresa y su sonrisa cómplice al verme, como si no fuera la misma Marta de la primera vez, añadió una especie de magia a ese día que, sin saber bien por qué, me hacía sentir que todo estaba en su lugar.
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CRU2SH
Science FictionMarta, una mujer de 1958, y Fina, una chica de 2024, se encuentran inesperadamente en el presente debido a un inexplicable viaje en el tiempo. A pesar de venir de épocas tan diferentes, sus caminos se cruzan en un mundo contemporáneo que les resulta...