18 CHRONO.
Marta De la Reina.
Despertar en mitad de la noche con el estómago revuelto y una punzada en el vientre no era precisamente mi plan. Ni el de nadie, supongo. Intenté acomodarme en la cama, respirando hondo y buscando algún resquicio de alivio, pero el dolor no cedía. Sentía como si cada molestia se aliara con los pensamientos que revoloteaban en mi mente, haciéndome imposible conciliar el sueño. Fina, mientras tanto, dormía a mi lado sin preocuparse por nada, dejando escapar algún ronquido de vez en cuando, tan relajada como si no existiera el mundo.
La culpa la tenía, en parte, la pizza. ¡Qué ironía! La cena, que debía haber sido reconfortante, me jugó una mala pasada. Fue deliciosa, eso no lo pude negar, pero había algo en ella, tal vez el queso, que no me sentó bien, y mi estómago se encargó de recordármelo toda la noche. Me recriminaba internamente, sintiéndome un poco desagradecida. Fina habia puesto tanto empeño en hacer la cena perfecta, que confesarle mi malestar se sentía como traicionar su esfuerzo.
Pero no, la culpa no fue solo de la pizza. Titanic había hecho lo suyo, claro. No sé por qué Fina eligió esa película para acompañarnos tras la cena, teniendo en cuenta el revuelo hormonal en el que me hallaba. Al principio, creí que sería una historia más, un romance entre diálogos y aguas heladas. Pero no. A medida que la trama avanzaba y el barco empezaba a hundirse, me sentí absorbida por aquella sensación de desesperanza. Fue imposible evitarlo. Cuando las aguas empezaron a subir, atrapando a aquellos pobres pasajeros, sentí una punzada de angustia que me atrapó como si yo misma estuviera en esa tragedia. Las lágrimas terminaron escapándose sin que pudiera controlarlas.
No me iba a librar de esa sensación en horas. De hecho, en mitad de la madrugada, me encontré reviviendo aquella desesperación en una especie de vigilia involuntaria. El dolor, la incomodidad, y la sensación de ahogo se habían mezclado, atrapándome en un desvelo fatigoso. Miré de reojo a Fina, quien dormía plácidamente, con una expresión que apenas delataba preocupación. La envidié, lo confieso, al ser testigo de ese sueño profundo, casi feliz.
El amanecer no me trajo el alivio que esperaba; el dolor seguía en su sitio, insistente y agotador. Aun así, dejé de intentar dormir y, en lugar de buscar la terraza para distraerme, acabé tirada en el sofá, mirando al techo, dejando que el cansancio me hundiera aún más en ese letargo exasperante. El tercer día de la menstruación para mí siempre era el peor, como si mi cuerpo estuviera en una batalla, resistiéndose a cualquier intento de calma o confort.
Cuando Fina finalmente apareció, no tuve ni la energía para ponerme de pie o hacer un intento de sonrisa. En cuanto me vio, arqueó las cejas, sorprendida, y en seguida le salió ese tono de reproche, tan de ella, tan preocupante y dulce a la vez.
—¿Y por qué no me has despertado? —me dijo con ese gesto de enfado suave que solo le salía cuando se preocupaba de verdad—. Pasas una noche horrible y ni siquiera piensas en que tienes a una doctora aquí, al lado, que puede hacer algo para ayudarte.
La verdad es que no tenía ganas ni fuerzas para debatirle nada. La miré con resignación, dejando que mi silencio hablara por mí. No necesitaba sermones, pero tampoco tenía el ánimo para ponerme a defender mi punto. No me resistí, sin embargo, cuando me ofreció un analgésico. Lo acepté sin más, y para mi alivio, el efecto fue casi inmediato en el dolor de la regla, aunque no logró mitigar la pesadez que sentía en el cuerpo ni, mucho menos, la fatiga que me hacía convertirme en un ser irritable.
Me dejé caer en el sofá con los ojos cerrados, tratando de no pensar en nada, de no enfadarme ni conmigo ni con el día que apenas había comenzado. Pero el mal humor seguía ahí, enredado entre el agotamiento y el peso que me arrastraba, y no podía evitar sentirme como si estuviera al borde de explotar ante cualquier palabra de consuelo. El cansancio me había robado hasta el buen ánimo.
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CRU2SH
Science FictionMarta, una mujer de 1958, y Fina, una chica de 2024, se encuentran inesperadamente en el presente debido a un inexplicable viaje en el tiempo. A pesar de venir de épocas tan diferentes, sus caminos se cruzan en un mundo contemporáneo que les resulta...