52 RENACER
Marta de la Reina.
Es curioso cómo el cuerpo y la mente pueden reaccionar de formas tan impredecibles. Las secuelas de viajar en el tiempo me golpeaban como una tormenta implacable, dejándome atrapada en un estado de fragilidad que no podía controlar. Me sentía débil, quebradiza, como si hubiera cruzado un umbral demasiado grande para mi capacidad. Mi respiración era errática, mi mente estaba confusa, y mi cuerpo se negaba a responderme. Era una ironía cruel, porque ahora que estaba aquí, con Fina, me costaba incluso mantenerme consciente.
Y, sin embargo, cuando viajé con ella, fue diferente. Recuerdo con absoluta claridad cómo, en aquel momento, fui capaz de sacar fuerzas de donde no sabía que las tenía. La vi desplomarse frente a mí, más débil de lo que yo me sentía ahora, y algo en mi interior se activó. La sostuve, la cuidé, la protegí con una determinación que no parecía mía. No había tiempo para el miedo, ni para dejarme llevar por el vértigo o el agotamiento. Todo mi ser se enfocó en ella, en mantenerla a salvo, en asegurarme de que estuviera bien.
Pero ahora... ahora era como si esa fuerza me hubiera abandonado. Quizá porque, esta vez, era yo quien necesitaba ser cuidada, quien buscaba un refugio en sus brazos. Y, aunque me costaba aceptar esa vulnerabilidad, no podía ignorar lo abrumadoramente humano que era este contraste. Había soportado el peso de la incertidumbre por Fina, pero cuando el peso recaía sobre mí, se sentía insostenible.
Sentí que flotaba en un mar oscuro, sin peso. Pero, en medio de la oscuridad, supe que no estaba sola. Podía percibir su presencia, el calor que emanaba de su cuerpo, la firmeza de sus brazos alrededor de mí. Sentí su mano acariciándome la mejilla, intentando traerme de vuelta. Supe que Fina estaba allí, que había logrado regresar hacia ella. La imagen de su rostro, su voz llamándome sin pronunciar mi nombre, la sentí, aunque mis ojos permanecieran cerrados.
No sé cuánto tiempo estuve en ese limbo, pero al volver a abrir los ojos y encontrarme entre sus brazos, supe que estaba en casa. Mi respiración era torpe y entrecortada, mis extremidades parecían de plomo, pero ver a Fina, ver su determinación y la lágrima contenida en sus ojos, me dio el aliento que necesitaba. Escuché su voz, su "mi amor, estás aquí" mientras me aferraba entre sus brazos, y yo me limitaba a mirarla, a intentar mantenerme despierta, siendo incapaz de pronunciar palabra alguna. Solo quería que me llevase a casa, a su casa, que me sacara de ese extraño bloqueo que me mantenía entre lo real y lo incomprensible. Ella intentó que me pusiera de pie, que diera unos pasos. Era consciente de mi debilidad, de lo difícil que sería moverme, pero aun así me animó a intentar llegar al coche que, al parecer, había aparcado cerca.
Cada paso fue una batalla contra mis propias limitaciones. Me sostenía de su hombro, y ella me sostenía por la cintura. Mi cabeza daba vueltas, y sentía que mis piernas no eran capaces de soportar mi peso. Sin embargo, su cercanía, su calor, la suavidad de su voz pidiéndome que aguantara un poco más, me impulsaron a seguir. Alcanzamos el coche —no recuerdo mucho del trayecto, sólo la sensación de hundirme y resurgir, de creer caer cada dos pasos—, pero en cuanto traté de entrar, mis fuerzas se agotaron. Un zumbido llenó mis oídos, y de nuevo la oscuridad me reclamó.
Desmayarme otra vez fue como ceder al cansancio de mil batallas. Sentí que mis sentidos se apagaban, y la última imagen que quedó en mí fue su rostro, inclinado hacia mí, susurrando algo que no logré entender. Pero supe que no me abandonó, que en lugar de arrancar el motor y lanzarse a cualquier camino, se quedó conmigo. Notaba el vaivén leve cuando acomodó mi cabeza sobre sus piernas, y su mano acariciándome el cabello, devolviéndome a la superficie.
Desperté más consciente esta vez. La miré, y aunque me sentía débil, pude susurrarle que me llevara a su casa. Una petición sencilla, casi una súplica. Ella no lo dudó. En su mirada reconocí la firmeza de alguien que tomaría las riendas de la situación sin importar las circunstancias. Supe que podría confiar en ella, que, si había logrado sobrevivir a las intrigas del destino, era en parte gracias a su sola existencia.
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CRU2SH
Science FictionMarta, una mujer de 1958, y Fina, una chica de 2024, se encuentran inesperadamente en el presente debido a un inexplicable viaje en el tiempo. A pesar de venir de épocas tan diferentes, sus caminos se cruzan en un mundo contemporáneo que les resulta...