35 DESAPARECIDA.
Fina Valero.
Me iba a volver loca. ¿Cómo mierda iba a desaparecer algo físico, tangible, como era una jodida hoja de papel, en una habitación de la que no había salido? ¿Cómo se podía esfumar algo real? Igual, ese tipo de preguntas después de tener el ejemplo en mí misma de como un ser humano, mejor dicho, dos seres humanos, habíamos sido capaces de viajar en el tiempo y volatilizarnos así, a plena luz del día sin que nadie, en principio, lograse vernos, eran bastante absurdas, por no decir estúpidas. Pero es que no me entraba en la cabeza que la dichosa carta hubiera desaparecido, así como así. De repente.
Me encontré en el porche del jardín, revisando lugares que, honestamente, sabía que eran absurdos. Metí las manos en un par de enormes maceteros, aparté ramas y removí un poco de tierra, como si la carta pudiera haber salido corriendo y escondido ahí por su cuenta. Absurdo, ¿no? Pues sí, pero en mi estado de nervios, cualquier cosa parecía posible.
Respiré hondo y miré alrededor, buscando algún lugar más donde pudiera haber caído, pero todo era inútil. Sabía que no estaba allí. Lo sabía perfectamente. Sin embargo, no podía quedarme quieta, no podía simplemente esperar a que la situación se resolviera sola.
Regresé a la habitación y me encontré con el desastre que había dejado en mi búsqueda anterior. Cada cajón abierto, la ropa tirada, las sábanas revueltas. Parecía que había pasado un huracán por el cuarto. Me quedé en la puerta, contemplando el caos, y de repente, mi cabeza empezó a llenarse de ideas horribles.
¿Y si la carta la encontraba uno de los hermanos de Marta? ¿O peor aún, su padre? Mi mente dibujaba escenas que no quería imaginar: Jesús leyendo aquellas palabras que no le concernían pero que, sin duda, usaría en mi contra; el padre de Marta enfrentándola con su severidad, arruinando su vida para siempre. ¿Y si se había caído en la fábrica? ¿En el dispensario? ¿En la cantina? ¿Qué tal si alguien más ya la había leído y la compartía con quien no debía?
El peso de todas esas posibilidades empezó a caer sobre mí como una losa. Más allá del desastre que eso supondría para mí, lo que más me desesperaba era la idea de haber expuesto a Marta de esa manera, en su propio mundo, en su propia casa. Yo, la extranjera, la que no pertenecía a ese lugar ni a ese tiempo, había puesto en peligro su tranquilidad, su seguridad, y probablemente su reputación.
La culpa empezó a crecer, agolpándose en mi pecho. El aire de la habitación se volvió pesado, opresivo, como si de repente hubiera dejado de circular. Me dejé caer al borde de la cama, incapaz de mantenerme de pie. La habitación giraba un poco, y mi respiración, normalmente tranquila, empezó a acelerarse. Cada vez que intentaba inhalar, parecía que el aire no llegaba lo suficiente.
Me llevé las manos al rostro, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con salir. No podía permitirme perder el control, no ahora. Pero la ansiedad no entiende de lógica ni de autocontrol. Mis pensamientos eran una espiral que no encontraba salida, y todo se reducía a una frase que no dejaba de repetirse en mi mente: He puesto en peligro a Marta. Yo, su refugio, su apoyo, la he expuesto al peligro.
Tan profundamente angustiada estaba, que ni siquiera la escuché llegar.
Cuando Marta abrió la puerta, lo primero que vi fue su expresión: mezcla de sorpresa y preocupación. Yo ya había imaginado cómo me encontraría, pero verla ahí, quieta, observando el caos que había dejado en la habitación, me hizo sentir aún peor. Los cajones abiertos, la ropa tirada por el suelo, las sábanas desparramadas... Parecía que un tornado había pasado por allí. Pero no era un tornado, era yo. Yo y mi maldita manía de hacer las cosas a lo bruto cuando estoy desesperada.
Ella dejó la bandeja que traía con mucho cuidado, como si no quisiera empeorar el desastre que ya había formado. Su mirada se clavó en mí, mientras seguía sentada al borde de la cama, con las manos apretadas en el regazo y la vista fija en el suelo, como si fuera a encontrar la solución mágica escondida entre las baldosas.
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CRU2SH
Science FictionMarta, una mujer de 1958, y Fina, una chica de 2024, se encuentran inesperadamente en el presente debido a un inexplicable viaje en el tiempo. A pesar de venir de épocas tan diferentes, sus caminos se cruzan en un mundo contemporáneo que les resulta...