Capítulo 12

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12 TEORÍA DEL CAOS

Marta de la Reina.

"La teoría del caos dice que una pequeña alteración en las condiciones iniciales puede desencadenar resultados imprevisibles y monumentales a largo plazo". Y nunca en mi vida había sentido esta idea con tanta claridad como en ese día. Algo tan nimio como una decisión aparentemente inofensiva, un gesto insignificante o una palabra que casi escapa sin pensar, tuvo el poder de alterar el curso entero de mi vida.

Esa noche, aunque el cansancio debería haberme vencido de inmediato, me encontré tumbada en la pequeña cama que había elegido, con los ojos abiertos y la mente girando como una rueda de molino. Había sido un día lleno de descubrimientos, uno que parecía sacado de una película. La playa, las risas de las chicas, las bromas, y, sobre todo, esa ligereza con la que parecían vivirlo todo... No estaba preparada para semejante despliegue de libertad. Y, sin embargo, algo en mí se había sentido cautivada, despertando una parte de mí que ni siquiera sabía que existía.

Por primera vez desde que empezó esta locura, desde que desperté en un tiempo que no era el mío, mi mente había dejado de aferrarse a las preguntas sin respuestas. Había olvidado, aunque fuese por unas horas, el peso de esa situación incomprensible, de ese salto inexplicable que me había arrojado al futuro. En lugar de eso, me sumergí en su mundo y dejé de lado mis propias normas, aunque fuese momentáneamente.

Pero, claro, era una tregua que no podía durar. La quietud de la noche y la oscuridad de la habitación trajeron de nuevo el revuelo a mi mente. No ayudaba, por supuesto, el reciente descubrimiento que había hecho sobre Fina. Pensar que ella podía tener una vida tan distinta a lo que imaginaba, una vida con alguien, con otra mujer, hizo que me diera cuenta de cuán poco sabía de ella realmente. Además del miedo. No tenía ni idea de como funcionaban las leyes en este tiempo, pero estaba total y absolutamente convencida de que una relación amorosa entre dos mujeres debería seguir siendo un verdadero problema si, alguien como Fina, lo ocultaba como lo estaba haciendo.

El crujir de la puerta sacudió mis pensamientos, y me apresuré a cerrar los ojos, fingiendo que dormía. Sabía que era Fina volviendo de la terraza. La escuché moverse en la penumbra, y mientras ella se acomodaba en la cama de al lado, mi respiración se volvió más pesada, como si el silencio entre nosotras se hubiera llenado de algo indefinible.

Durante un buen rato, me sumí en un estado extraño, como de duermevela, inquieta por su presencia tan cerca y, al mismo tiempo, agradecida. No supe cuándo el sueño me venció, pero lo hizo de nuevo mientras me aferraba al sonido de su respiración lenta y acompasada. Sin darme cuenta, esa calma se había convertido en una constante, en una especie de ancla. Y ahí, con su respiración como mi única compañía, me fui hundiendo en el sueño, algo a lo que, poco a poco, parecía estar empezando a acostumbrarme.

Ya llevaba al menos un par de horas despierta cuando la mañana se desplegó lenta, con los primeros rayos de sol colándose por las persianas y llenando la habitación de un resplandor cálido. Me quedé en la cama todo ese tiempo, sin atreverme a moverme demasiado, escuchando la respiración de Fina en la cama de al lado, porque de nuevo volvía a sentirme ajena en aquella casa, y no quería ser la primera en merodear por la misma mientras las chicas dormían.

El aroma a café comenzó a hacerse más intenso desde la cocina, y los murmullos de Carmen y Claudia rompieron el silencio. Fina se movió primero, y fue entonces cuando decidí levantarme y seguirla. Desayunamos en el piso, en la pequeña mesa del comedor, con las ventanas abiertas dejando entrar el aire salado y la promesa de un día de calor. Nos sirvieron un café bien fuerte y unas tostadas, y aunque la conversación fluía sin esfuerzo entre ellas, me sentía un poco desconectada.

Intenté concentrarme en el desayuno, en las risas de Carmen y Claudia mientras hablaban de los planes para el día. Fue entonces cuando surgió la idea de aprovechar la mañana para hacer algunas compras, antes de volver a la playa. La propuesta se hizo en un instante, y, sin apenas darme tiempo a procesarlo, me vi incluida en el plan.

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