27 DESPERTAR
Fina Valero.
Hundida en la más absoluta de las miserias.
Así me sentía, y apenas llevaba dos o tres horas en 1958. Recuerdo como cuando Marta llegó al hospital, tanto a los compañeros que la atendieron como a mí, nos llamó la atención el sueño constante en el que se veía sumergida Marta sin una razón aparente, y los extraños y repentinos despertares que tenía, sumida en un caos de ansiedad y nerviosismo que la llevaban a perder la consciencia continuamente. No habia un diagnóstico concreto para algo así, y lo asociamos a la propia ansiedad que sufría por el desconcierto de no saber dónde estaba, ni como habia llegado hasta allí.
Pero a mí no me había sucedido eso. Si es cierto que estaba absolutamente confundida por haber hecho algo que rompía todas las leyes de la naturaleza y la ciencia. Viajar en el tiempo no es algo que se deba pasar por alto, o ignorar, la verdad. Pero yo era consciente de que había sucedido, y sabía dónde estaba y con quien estaba. Sabía que me dolía la cabeza por el golpe y el pie por la caída. Era plenamente consciente de todo lo que me rodeaba, y, sin embargo, el sueño intenso que me obligaba a cerrar los párpados incluso en mitad de una conversación, y el despertar repentino con el corazón dándome un vuelco en el pecho, también se adueñaron de mi durante esa primera noche, del mismo modo que lo hicieron con Marta.
Era agobiante. Sentía que el cuerpo me pesaba hasta el punto de querer hundirme en la cama. Que cuando llegaba, no podía tan siquiera moverme de un lado a otro para acomodarme. Y tras unos 15 o 20 minutos de sueño, ¡pum!, algo en mi interior se movía de forma brusca y me despertaba como si hubiera estado sufriendo la peor de las pesadillas. Y así una y otra vez, haciendo que, incluso, le suplicase a la doctora por algún tipo de tranquilizante que me permitiera quedarme dormida al menos por un par de horas.
Una valeriana, un poquito de agua, y a dormir.
Esa fue la solución de la doctora Borrell ante la mirada angustiada de Marta. Supongo que debió ver en mi cara la desesperación, no solo por lo que me estaba sucediendo, sino por el remedio en cuestión, que de poco o nada me iba a servir. Pero Marta, llegó incluso a aconsejarme, con algo de temor por mi reacción, que llevase a cabo mi propio consejo sobre como dejar la mente en blanco, por si eso me ayudaba a dormir un poco más.
Ni siquiera le respondí. Estaba tan estúpidamente enfadada con ella, y me encontraba tan jodidamente fuera de control, que todo lo que hice durante aquella noche fue desafiarla con la mirada, y darle la espalda con una actitud tan ridícula como antipática.
Ella no. Ella mantuvo la compostura en todo momento. Asumió cada reproche, cada mirada y gesto maleducado mio con una firmeza que llegó a provocarme un gran conflicto interno. Marta decidió que esa noche la iba a pasar a mi lado, aún con mi mal humor, y yo lo agradecí de corazón, aunque no se lo dije, por supuesto. Saber que no iba a estar sola en esas primeras horas, fue tal vez lo que hizo que la ansiedad no fuese un problema para mí. Me tranquilizaba saber que estaba allí, que no me dejaba sola. Pero verla tratar de dormir en una pequeña e incómoda butaca, con su vestido verde, y el rostro demacrado por la cantidad de lágrimas que habia dejado escapar durante nuestra discusión, hizo que mis fuerzas flaquearan en bastantes ocasiones. No por pena al verla a sí, sino por la rabia que me provocaba ser consciente de que lo que me había intentado hacer.
Cuando me despertaba en uno de esos impulsos extraños, y veía como ella también se despertaba para asegurarse de que estaba bien, me entraban ganas de gritarle y abrazarla al mismo tiempo. Solo hubo tres veces en las que ella no me percibió, por culpa del cansancio que a buen seguro también la torturaba, y siguió durmiendo. Una de ellas recordé que en mi mochila estaba mi teléfono móvil y la Tablet, y, al tenerla justo a mi lado, no pude evitar la tentación de intentar encender ambos dispositivos, que, para mi sorpresa, no funcionaron. Y las otras dos veces que me desperté, me las pasé mirándola, preguntándome por qué mierda me habia tenido que enamorar de una persona que había viajado en el tiempo, y que era evidente que me iba a dejar atrás. Por qué tuve que ignorar a Carmen, y hacerme la lista delante de ella, cuando ella me quiso abrir los ojos. No sé si no supe o no quise ver las señales de que algo así me iba a suceder. No de que ella fuese a abandonarme, por supuesto. A eso ya estaba acostumbrada. Lo que no hice fue detener mis sentimientos hacia ella cuando aún estaba a tiempo, y no tirarme de cabeza y sin paracaídas al precipicio, convenciéndome torpemente de que me bastaba y sobraba con disfrutar del viaje. Fui una ilusa. Y por culpa de eso, me vi envuelta en la situación en la que estaba.
ESTÁS LEYENDO
CRU2SH
Science FictionMarta, una mujer de 1958, y Fina, una chica de 2024, se encuentran inesperadamente en el presente debido a un inexplicable viaje en el tiempo. A pesar de venir de épocas tan diferentes, sus caminos se cruzan en un mundo contemporáneo que les resulta...