28 LA CASA GRANDE
Fina Valero.
Si había algo que Marta aún no conocía de mí, era que a testaruda y cabezota no me ganaba nadie. Recuerdo decirle en alguna que otra ocasión que cuando me proponía algo, no había nada ni nadie que me hiciera cambiar de idea. Pero ella no me creyó hasta que se topó con la evidencia de frente.
Al salir del dispensario, con la fábrica en completo silencio por, supuestamente ser domingo, ya que en mi cabeza yo seguía anclada al lunes 15 de julio de 2024, avanzamos en un mutismo cargado. Nos subimos al coche con el chófer de su familia, y llegamos a la casa en unos pocos minutos sin decirnos una sola palabra. Lo que Marta quizá no comprendía es que, por más dolor que tuviera en el pie o en el cuerpo, no pensaba dar el brazo a torcer ni dejar que me ayudara en absolutamente nada. Ni para vestirme, ni para usar las muletas, ni siquiera para cargar la mochila. Lo único que me permití cederle fue una de mis zapatillas, la izquierda, y solo porque no me cabía en la mochila. Me di cuenta de que me miraba de reojo, como intentando encontrar alguna razón para hacerme entrar en razón, pero esta vez no le iba a funcionar.
Claro que verla así, mirándome con esa mezcla de preocupación y ternura, me resultaba incómodo. ¿Acaso pensaba que iba a darme por vencida y pedirle ayuda? Ya podía esperar sentada. Lo último que necesitaba era parecer aún más débil de lo que ya me sentía. Y si pensaba que iba a ceder por ir vestida con una de sus blusas, una falda de vuelo que parecía sacada de una película y, sí, mi peculiar zapatilla deportiva, estaba muy equivocada. Aun así, no podía evitar pensar que ella misma debía de sentirse igual de ridícula la primera vez que se vistió con mi ropa.
Me quedé flipada al ver la entrada de la finca, y como, donde yo habia visto un guarda y una encargada, ahora habia un hombre que nos abría la verja y permitía la entrada del coche sin siquiera preguntar.
Cuando llegamos a la casa y vi la escalinata que llevaba a la entrada principal, tuve que hacer un esfuerzo enorme para mantenerme firme. La subida fue un desafío, cada escalón una pequeña prueba de paciencia y de resistencia, pero lo hice sin aceptar su ayuda. Cada vez que intentaba acercarse, le lanzaba una mirada que la detenía de inmediato. Marta caminaba a mi lado, en silencio, siempre vigilante, aunque sin tocarme. Pude sentir su presencia constante, y aunque en el fondo me reconfortaba, no iba a permitir que se diera cuenta.
Al cruzar la puerta, mi mirada se amplió ligeramente, intentando procesar todo lo que me rodeaba. No era una casa cualquiera; era una de esas mansiones que solo había visto en películas. La arquitectura, el tamaño, los muebles antiguos y la decoración cargada de detalles clásicos hacían que me sintiera fuera de lugar. Pero me contuve. No iba a darle el gusto de verme asombrada, así que volví a tensar el rostro y a fijar la mirada al frente, como si no me importara estar rodeada de tanto lujo.
La casa estaba sorprendentemente silenciosa. Ni un ruido, ni una voz, nada. Quizás era normal para ella, pero a mí esa calma casi me resultaba inquietante. Aun así, Marta me guio sin decir nada, intentando, o eso creía, leer en mi rostro algún indicio de cómo me sentía. Lo único que no iba a mostrarle era debilidad.
Marta me llevó hasta la cocina, y ahí supe que no íbamos a estar solas. No estaba segura de qué cara poner o qué esperar, pero mi orgullo me seguía manteniendo erguida, como si no hubiese pasado por el día más extraño y agotador de mi vida.
Una mujer de mediana edad se esmeraba en remover algo en el interior de una olla. Marta la saludó con un tono suave y familiar, que captó la atención de la mujer de inmediato. Al oír su nombre, Digna, noté un extraño cosquilleo en el estómago. Ella levantó la vista y su expresión pasó de sorpresa a alivio en cuestión de segundos.
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CRU2SH
Science FictionMarta, una mujer de 1958, y Fina, una chica de 2024, se encuentran inesperadamente en el presente debido a un inexplicable viaje en el tiempo. A pesar de venir de épocas tan diferentes, sus caminos se cruzan en un mundo contemporáneo que les resulta...