Capítulo 51

1.3K 180 18
                                    

5+1 LIBERTAD.

Marta de la Reina.

A veces, las decisiones más importantes de la vida se tomaban en silencio, en la penumbra, cuando la noche estaba a punto de ceder ante el amanecer y el mundo entero parece suspender el aliento. A veces, las consecuencias de esas decisiones resultaban insoportables de asumir, y sin embargo avanzaba, sin un plan perfectamente trazado, pero con la convicción interna de que no había otra salida. Durante los dos últimos días, había estado dándole vueltas a la misma idea, a la misma encrucijada, sopesando opciones, valorando rumbos posibles y destinos imposibles. Pero había llegado el momento en el que la duda dejaba de ser un refugio y se convertía en una condena. Y, en esa madrugada del 29 al 30 de julio, me hallaba a punto de romper el umbral invisible que separaba el ahora del después.

La cuestión de las decisiones, y del por qué se tomaban, era mucho más compleja de lo que parecía a simple vista. ¿Qué impulsaba a actuar? ¿El miedo, la esperanza, la desesperación o el amor? ¿Cuánto de lo que elegía pertenecía realmente a mí, y cuánto era el resultado de presiones, intrigas y fuerzas operando en la sombra? Durante las últimas cuarenta y ocho horas, esas preguntas me habían asaltado sin tregua, mientras contemplaba el precipicio que se abría ante mis pies. Me había preguntado si lo que estaba por hacer tenía sentido, si no estaría simplemente huyendo de una realidad insoportable. Había intentado imaginar las consecuencias, asumir que la senda que escogiera afectaría no solo mi futuro, sino el de quienes me rodeaban, incluso el de quienes aún no habían nacido o el de quienes ya no estaban.

Me encerré en mi habitación sintiendo que el tiempo se había espesado, incapaz de fluir con normalidad. Llevaba dos días sopesando las consecuencias de la decisión que estaba a punto de tomar. Dos días de cálculos mentales, de enumerar pros y contras, de tratar de descifrar el rumbo de una vida que se me escapaba de las manos. Aquella madrugada, agotada y con el corazón encogido, supe que ya no había más espacio para la duda.

Había reflexionado largamente sobre las opciones. Si me quedaba en mi presente, sólo lograba mantener el apellido, seguir siendo una De la Reina, un estatus que antes consideraba valioso y que ahora se me antojaba pesado como una losa. Los contras de permanecer eran innumerables: una familia fracturada por la ambición y el engaño, un padre manipulador dispuesto a arrasar con todo por el poder, un hermano con las manos manchadas de sangre, un marido destinado a morir, y yo misma condenada a desaparecer en Nápoles, cumpliendo un destino fatídico. Además, el riesgo que representaban los asuntos turbios a mi alrededor ponía mi vida en peligro. La permanencia era, en definitiva, hundirme en la ciénaga de intrigas y muerte que se había convertido en mi cotidianidad.

En cambio, marcharme significaba dejarlo todo atrás. Perder cada espacio familiar, cada rostro conocido, y arriesgarme a que nadie volviera a saber de mí. Abandonar mi mundo para adentrarme en la incertidumbre de viajar en el tiempo —o a través de él—, sin garantías ni mapas que orientaran mi camino. Sería como convertirme en una sombra, un rumor perdido en otra era. Aquello me asustaba con una intensidad imposible de describir. Pero había un motivo que se alzaba por encima de todos mis miedos: Fina.

Fina era la única razón real para marcharme. La única ventaja frente a un mar de contras. La posibilidad de reencontrarme con ella, de hallar su huella en la trama del tiempo, de comprender el porqué de su desaparición, me impulsaba a arriesgarlo todo. Fina representaba la libertad, la promesa de un destino que no dependía de la ambición de mi padre ni de las maniobras sucias que nos asediaban. Era mi faro en la oscuridad, la promesa de un futuro donde mi historia no quedara sepultada bajo el peso de los secretos y la violencia. Y ni siquiera sabia si podía ser real. Porque yo no tenía certeza alguna de que Fina hubiera regresado a su tiempo, a su vida, mas que lo que decía el manual del profesor Ulloa.

CRU2SHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora