Marta de la Reina.
Me costaba asimilarlo. Seguía sorprendiéndome, a pesar de la realidad en la que se habia convertido mi vida.
¿Cómo no hacerlo? Me bastaba con alzar la mirada y ser testigo de la escena mas peculiar y hermosa de mi recién estrenada nueva vida, y no podía evitar preguntarme como habíamos logrado que todo fuese encajando hasta conseguir algo tan ansiado como es la normalidad. Bendita normalidad.
El calor sofocante del mes de julio quedaba eclipsado gracias a las sombras de los árboles de nuestro jardín. El olor del césped recién cortado, el sonido del agua en la piscina y ellos, sus risas, sus conversaciones y los gestos de cariño, hacían que mi visión desde la cocina fuese absolutamente maravillosa. Ni siquiera me lograba concentrar en lo que hacía. No podía dejar de mirarlos a través de la ventana mientras disfrutaba del delicioso vino que nos habían regalado. Me tenían total y completamente embelesada.
Si me llegan a decir dos años atrás que iba a estar allí, en la casa donde mi madre pasaba sus días de descanso unos cien años atrás, celebrando el cumpleaños de la madre de Fina, con la compañía de nuestras amigas y, para sorpresa de todos, de mi propia sobrina de 78 años, su hija y su marido, probablemente me habría lanzado desde el puente de San Martin, porque pensaría que realmente lo que me habia pasado era que había perdido la cabeza, no viajado en el tiempo.
Sin embargo, allí estaban. Allí estábamos. Julia, con su hija Anna y su yerno George, a quien tuve la oportunidad de conocer por primera vez. Isidro, Adela y el revoltoso Lucas, disfrutando del jardín. Carmen y Tasio, Claudia, y por supuesto, ella, Fina. Todos alrededor de una mesa repleta de aperitivos y bebidas, disfrutando de un maravilloso día de verano.
No pude evitar pensar en todo lo que había dejado atrás, en los días de confusión, de las noches largas investigando fechas y horas, del miedo a lo desconocido, de la ansiedad, o el miedo a perderlo todo. ¿Por qué a mí? ¿Por qué este destino? ¿Sería la única que habría viajado a través del tiempo y encontrado una vida normal? O tal vez habría más personas como yo, desperdigadas por el mundo, adaptándose, encajando sus piezas en épocas que no les correspondían. Era un pensamiento extraño, pero no me generaba angustia, más bien una íntima curiosidad.
Y ahí estaba yo, después de todos esos desvelos, de la experiencia más inconcebible de mi vida, viviendo una absolutamente normal. Una vida tranquila, con rutinas sencillas, con la calidez de una familia improvisada y maravillosa. Una vida que me permitía, al fin, vivir sin ataduras, sin sentir que tenía que demostrar nada a nadie, siendo yo. Vivía en un tiempo que no era el mío, pero que me ofrecía la libertad que mi propia época me había negado, rodeada de personas que me cuidaban y querían. No, tal vez no era una vida normal, era la vida de una persona afortunada. Sin duda. Si otros como yo existían, ojalá que también hubiesen tenido la fortuna de hallar un lugar seguro, estable, donde el amor y la amistad les tendieran la mano.
Y no solo eso. El destino quiso que ese día, dos años después de mi llegada al 2024, descubriese que no solo estaba rodeada de personas maravillosas que me habían aceptado en sus vidas, sino que, además, tenía familiares de sangre viviendo más cerca de lo que imaginaba.
Fue Julia quien me había dado la noticia esa misma mañana, al llegar a nuestra casa tras su viaje anual. Los años y algunas dolencias habían ido alargando su regreso a Toledo, y ya, en vez de dos o tres veces al año, lo hacía solo una vez. Y esa semana de Julio en la que decidimos celebrar el cumpleaños de Adela en nuestra recién estrenada casita, mi querida sobrina nos regaló su visita, completando el cuadro familiar. Anna, su hija, en una ardua tarea de orquestar un árbol familiar realmente especial, había conseguido localizar a más familia nuestra que seguía viva hoy en día. Concretamente a dos nietos de Andrés y María, que vivían en Pamplona, y otros parientes descendientes de mis primos Joaquín y Luis. Saberlo me emocionó muchísimo, aunque no tuviera intención aún de buscarlos. Bastaba la certeza de su existencia para sentir que mi linaje no se había perdido por completo en el tiempo, que no se había disuelto sin dejar huella.
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CRU2SH
Science FictionMarta, una mujer de 1958, y Fina, una chica de 2024, se encuentran inesperadamente en el presente debido a un inexplicable viaje en el tiempo. A pesar de venir de épocas tan diferentes, sus caminos se cruzan en un mundo contemporáneo que les resulta...