La Fortaleza Roja, aunque envuelta en tensiones políticas y guerras, también se convirtió en un lugar de calma y conexión en los momentos más íntimos. Jaehaera, la hija de Lucenya y Aegon, crecía como un símbolo de esperanza para la familia real. Su cabello plateado, que la hacía parecer una princesa de cuentos antiguos, pronto atrajo la atención de todos los miembros de la familia. Alicent, aunque distante por los eventos ocurridos en el pasado, no pudo evitar sentirse conmovida al ver a la pequeña niña en sus brazos.Alicent, al principio, tuvo sus reservas al ver a Jaehaera, pues el recuerdo de Lucenya y su implicación con Aegon seguía presente en su corazón. Sin embargo, al ver a su nieta en brazos de Lucenya, los viejos resentimientos se disolvieron por un momento. La niña era parte de su sangre, y por primera vez, la Reina Madre permitió que la ternura se apoderara de ella.
Alicent, mientras observaba a Jaehaera, la acariciaba suavemente por la cabeza, sintiendo la suavidad de su cabello plateado, su mirada curiosa y tranquila.
— Eres tan pequeña, pero ya tienes un brillo en ti, pequeña Jaehaera— susurró Alicent, su tono más suave de lo que Lucenya había esperado. La maternidad, o más bien la abuelidad, parecía haber tocado su corazón.
Lucenya, con una leve sonrisa, observaba el cambio en Alicent. Aunque las cicatrices del pasado no desaparecerían de inmediato, ver a la Reina Madre interactuar con su hija era un pequeño paso hacia la reconciliación.
— Ella te tiene... algo especial, ¿verdad? — Lucenya comentó, mientras miraba a su madre política.
Alicent asintió, su mirada pensativa, como si reconociera una conexión que no había previsto.
— Lo tiene... Es parte de Aegon, Lucenya. Y eso... eso es algo que no se puede negar.
Sin embargo, en el corazón de Lucenya había algo más, algo que no podía ser ignorado. Baelor, su hijo menor, ya comenzaba a crecer, y con cada día que pasaba, más notaba que su vínculo con él era más complejo. Baelor no era hijo de Aegon, algo que no podía ser ocultado a los ojos de los que conocían la historia. Aunque Aegon había aceptado a Baelor como suyo, en el fondo, Lucenya sabía que la verdad siempre encontraba su camino hacia la superficie.
— Baelor es tan diferente de Jaehaera, — dijo Lucenya en una de las noches tranquilas en que Aegon estaba ocupado con asuntos de estado. Su mirada se posó sobre su hijo, que dormía tranquilamente en la cuna, su cabello oscuro y su rostro que ya mostraba el carácter de su padre, Jacaerys.
Aegon la miró con cariño, pero algo en su mirada decía que entendía la preocupación de Lucenya. A pesar de su amor por Baelor, una parte de él sabía que la verdad sobre el niño siempre lo afectaría, como una sombra en su relación. Sin embargo, no estaba dispuesto a dejar que esa verdad rompiera lo que había construido con Lucenya.
— Lo amo como si fuera mi hijo, — respondió Aegon, con una calma que denotaba su sinceridad. — Y siempre lo haré. Sea o no hijo mío, es parte de nuestra familia, y nada ni nadie puede cambiar eso.
Lucenya sonrió con gratitud por las palabras de Aegon, pero no podía evitar sentir la tristeza de saber que Baelor siempre llevaría consigo una verdad que lo definiría, por más que ellos intentaran darle un futuro lleno de amor y unidad.
La relación con Aemond, el hermano de Aegon, seguía siendo un tema complicado. A pesar de sus diferencias pasadas, Aemond siempre había tenido un vínculo especial con Lucenya desde su infancia. Habían compartido momentos en que ambos, aún siendo jóvenes, buscaban consuelo el uno en el otro. Su conexión no se basaba solo en la familia, sino en una comprensión profunda que no necesitaba palabras.
Ahora, con la nueva familia que Lucenya había formado, Aemond seguía siendo una figura constante en su vida, pero su relación era más silenciosa, más madura, como una amistad que había resistido las pruebas del tiempo.
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Crowns Of Fire
Science-FictionUna historia de dolor, redención y el futuro de la Casa Targaryen. En medio de la guerra y la traición, Lucenya debe encontrar la paz para su corazón dividido, mientras el destino de su familia y su legado penden de un hilo.