Las semanas siguientes al compromiso de Lucenya y Aegon fueron una mezcla de tensiones y pequeños avances. Mientras Lucenya intentaba adaptarse a su nueva vida en la corte, su mente no dejaba de regresar al mismo lugar: el hijo que crecía en su vientre, el hijo que era, sin lugar a dudas, de Jacaerys. La idea de vivir con ese secreto mientras intentaba construir algo con Aegon le resultaba cada vez más pesada.
El silencio y la presión se acumularon hasta que, una mañana, Lucenya sintió que no podía seguir ignorando lo que su cuerpo le estaba diciendo. Decidió ir a las cámaras de Maegor, donde las sanadoras la recibieron con una mezcla de formalidad y cuidado. Pero una vez dentro, se sintió incapaz de ocultar su ansiedad.
La sanadora, una mujer de rostro sereno llamada Meira, la observó con atención mientras le tomaba el pulso y realizaba una serie de pruebas. Cuando terminó, le pidió que esperara en silencio mientras iba a consultar con las otras sanadoras.
Lucenya miraba fijamente sus manos, sintiendo cómo el peso de los días pasaba lentamente sobre ella. Entonces, Meira regresó, esta vez con una expresión diferente: una mezcla de certeza y respeto.
— Mi señora — comenzó, su voz suave pero clara —. El embarazo está confirmado. Estás esperando un hijo.
Lucenya se quedó en silencio, con los ojos fijos en la mujer que había sido parte de su vida desde su llegada a la ciudad. Las palabras la golpearon de lleno, pero la sensación de alivio fue aún más fuerte que la sorpresa. Estaba embarazada. Tenía una vida nueva dentro de ella, pero esa vida no pertenecía a Aegon, sino a Jacaerys.
Cuando Lucenya regresó a sus aposentos, el sol ya comenzaba a descender, tiñendo el cielo de tonos cálidos. Aegon la esperaba allí, como siempre, aunque esta vez había una ligera inquietud en su mirada. Lucenya no había pasado mucho tiempo con él desde la ceremonia, pues había estado sumida en sus pensamientos y en los nuevos sentimientos que la invadían.
Aegon la miró detenidamente al verla entrar, como si detectara algo distinto en su actitud.
— ¿Todo bien? — preguntó, con una ligera sonrisa, pero los ojos llenos de preguntas.
Lucenya cerró la puerta con suavidad detrás de sí y se acercó lentamente. Miró a Aegon por unos instantes, buscando las palabras correctas, pero todo lo que podía pensar era en su bebé, en el hijo de Jacaerys que latía dentro de ella, y cómo ese pequeño ser cambiaría todo.
— Aegon — comenzó, su voz temblando levemente, aunque intentaba mantener la calma. — Los maestros y las sanadoras ya me lo confirmaron. Estoy embarazada.
Las palabras flotaron en el aire entre ellos, cargadas de un peso enorme. Aegon la miró fijamente, y por un momento, el mundo pareció detenerse. Luego, lentamente, una sonrisa apareció en su rostro, pequeña al principio, como si estuviera procesando la información.
— ¿De verdad? — preguntó con una mezcla de incredulidad y asombro.
Lucenya asintió, el nudo en su garganta apretándose.
— Sí. Estoy embarazada. Pero… Aegon, tu sabes que este bebé no es tuyo. Es de Jacaerys.
El rostro de Aegon no cambió, pero sus ojos brillaron con una intensidad que Lucenya no esperaba. En lugar de enfurecerse o reaccionar con celos, como temía, Aegon se acercó a ella con paso decidido y tomó su mano con suavidad.
— Eso nunca me ha importado— dijo, su voz baja, pero firme. — No importa de quién sea, Lucenya. Este bebé será parte de nuestra familia. Yo lo cuidaré como propio, lo protegeré como si fuera mío. Y tú, tú eres mi esposa ahora, y este hijo, aunque no lo haya hecho yo, será mío también.
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Crowns Of Fire
Fiksi IlmiahUna historia de dolor, redención y el futuro de la Casa Targaryen. En medio de la guerra y la traición, Lucenya debe encontrar la paz para su corazón dividido, mientras el destino de su familia y su legado penden de un hilo.