El silencio en el salón del consejo fue absoluto, como si el mundo se hubiera detenido tras las palabras de Lucenya. Aegon, de pie frente a ella, no apartaba los ojos de su rostro, estudiando cada rasgo, cada pequeña sombra de duda que pudiera delatar un cambio de opinión. Pero Lucenya se mantuvo firme, aunque por dentro su corazón palpitaba como un tambor.Los consejeros, testigos silenciosos del intercambio, intercambiaron miradas, sorprendidos y al mismo tiempo curiosos por lo que este momento significaría para el reino. Era mucho más que una decisión personal; era una declaración que podría alterar los rumbos de la guerra, el poder y el destino de los Targaryen.
Aegon dio un paso adelante, acortando la distancia entre ellos. Lucenya no se movió. Por primera vez en semanas, dejó de evitarlo, de girar la mirada cuando sus ojos se cruzaban. Y él, por su parte, no dejó de observarla, como si temiera que un parpadeo pudiera destruir la frágil conexión que finalmente parecía haberse establecido.
— No te arrepentirás de esta decisión, Lucenya. — Su voz era un susurro, lleno de emoción contenida. — Haré lo que sea necesario para protegerte, para proteger… — Aegon vaciló, como si la palabra le resultara demasiado vulnerable. — …a nuestra familia, si el destino nos lleva por ese camino.
Lucenya sintió un nudo en la garganta. Había tantas cosas que quería decir, tantas emociones que aún no sabía cómo manejar. Pero al mirar a Aegon, vio algo que antes no había sido capaz de reconocer: un hombre atrapado en sus propios errores, tratando de encontrar redención. Y aunque no estaba segura de si él podía dársela, decidió darle esa oportunidad. Por su hijo. Por ella misma.
— Espero que mantengas tu palabra, Aegon. — Su tono era firme, aunque no agresivo. — Porque no estoy eligiéndote por debilidad. Estoy eligiéndote porque quiero algo mejor para mí, para lo que venga después.
Aegon asintió lentamente, aceptando su respuesta sin intentar moldearla a su favor. Por primera vez, no intentó presionarla, no intentó imponer su voluntad. Solo se permitió un instante para respirar y, con un gesto que parecía casi reverente, le ofreció su mano.
Lucenya dudó, pero finalmente la tomó. Era un gesto pequeño, pero cargado de significado. La aceptación de un futuro incierto, pero quizás prometedor.
Horas más tarde
Lucenya estaba sola en sus aposentos, mirando por la ventana. La Fortaleza Roja estaba bañada por la luz plateada de la luna, y las estrellas parecían demasiado distantes, como si fueran un recordatorio de lo lejos que estaba de todo lo que alguna vez había amado. Sin embargo, había algo diferente en el aire, una calma que no había sentido desde que llegó a Desembarco del Rey.No estaba segura de si era la decisión que había tomado o simplemente la aceptación de que debía avanzar, pero esa noche, por primera vez, no sintió el peso abrumador de la desesperación. Había algo nuevo dentro de ella: una chispa de esperanza, pequeña, pero suficiente para mantenerla de pie.
Un suave golpe en la puerta interrumpió sus pensamientos. Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió lentamente, revelando a Aegon. Lucenya lo miró, sorprendida, pero no dijo nada mientras él entraba en la habitación.
— No quería molestarte. — Su voz era baja, casi tímida, un contraste con el hombre que había conocido antes. — Pero necesitaba verte.
Lucenya lo observó en silencio mientras él se acercaba. Había algo diferente en su actitud, una especie de vulnerabilidad que no había visto antes. Por un instante, se preguntó si este era el verdadero Aegon, el hombre detrás del título y las intrigas.
— ¿Qué necesitas de mí ahora, Aegon? — preguntó ella, con una mezcla de cansancio y curiosidad.
Él se detuvo a pocos pasos de distancia, bajando la mirada antes de responder.
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Crowns Of Fire
Bilim KurguUna historia de dolor, redención y el futuro de la Casa Targaryen. En medio de la guerra y la traición, Lucenya debe encontrar la paz para su corazón dividido, mientras el destino de su familia y su legado penden de un hilo.