Capítulo 29: A Sangre y Fuego

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El viento frío del mar golpeaba las almenas de Rocadragón mientras Lucenya caminaba hacia el consejo que Rhaenyra había convocado en la sala del trono. Su semblante era imperturbable, pero cada paso estaba cargado de determinación. Había tomado una decisión: si su papel era asegurar el futuro de su casa, lo haría, pero bajo sus propios términos, sin dejar que nadie más dictara su camino.

Cuando entró en la sala, las miradas se giraron hacia ella. Rhaenyra estaba sentada en el trono de piedra, con Daemon a su lado, su rostro severo pero observador. Jacaerys estaba de pie junto a un mapa extendido sobre la mesa, rodeado de consejeros, y Baela, junto a Rhaena, permanecía en silencio cerca del fuego.

Lucenya avanzó, cada paso resonando como un eco en la sala.

-Llego tarde para este consejo -dijo con calma, su tono frío y calculado-. Pero supongo que nada se ha decidido sin mi presencia.

Rhaenyra arqueó una ceja, pero no respondió al tono cortante de Lucenya. En lugar de eso, señaló el mapa.

-Estamos planeando nuestro próximo movimiento. Los Verdes han reforzado Bastión de Tormentas, y Aemond Targaryen vuela libre con Vhagar. No podemos quedarnos quietos mientras nuestras fuerzas pierden terreno.

Lucenya miró el mapa, sus ojos repasando cada ubicación.

-Entonces debemos atacar antes de que puedan consolidarse más -dijo sin rodeos-. Si esperamos, perderemos la iniciativa.

Daemon sonrió levemente, aprobando su postura.

-Exactamente lo que he dicho. Pero el riesgo es alto. Si Aemond está cerca, enfrentarlo en batalla aérea sería una sentencia de muerte para cualquiera que no esté preparado.

Lucenya levantó la vista hacia él, su mirada cortante.

-Entonces enviemos a alguien que lo esté.

Todos en la sala guardaron silencio. Jacaerys la observó con sorpresa; esa frialdad, esa determinación, eran nuevas en ella.

-¿Sugieres que uno de nosotros lo enfrente directamente? -preguntó Daemon, evaluándola.

-Sugiero que aprovechemos la fuerza de nuestros dragones y dividamos sus fuerzas -dijo Lucenya, inclinándose hacia el mapa-. Mientras uno distrae a Vhagar, el resto ataca Bastión de Tormentas desde el aire.

Rhaenyra la observó con atención, asintiendo lentamente.

-Un movimiento audaz... pero arriesgado.

-Todo en esta guerra es arriesgado, ¿no es así? -replicó Lucenya sin titubear.

Jacaerys dio un paso adelante, su voz suave pero firme.

-Si alguien debe volar contra Vhagar, que sea yo. Este es mi deber.

Lucenya lo miró, sus ojos encontrándose con los suyos por un instante. Había algo en su mirada, una mezcla de culpa y orgullo, que la hizo contener su respuesta inmediata.

-No -dijo finalmente-. Tú eres el heredero. Tu vida es demasiado valiosa para arriesgarla en un enfrentamiento tan desigual.

Jacaerys frunció el ceño, pero no discutió. Rhaenyra, por su parte, observaba con una expresión indescifrable, notando cómo Lucenya tomaba el control de la conversación.

-Entonces, ¿quién irá? -preguntó Rhaenyra.

Lucenya alzó la barbilla, su voz firme.

-Yo puedo distraer a Vhagar.

La sala estalló en protestas inmediatas.

-¡No puedes hacer eso! -exclamó Jacaerys, dando un paso hacia ella-. Es una locura, Lucenya.

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