Capítulo 24: La Desesperación de un Alma Rota

50 7 7
                                    


Lucenya despertó en su habitación, envuelta en la oscuridad de la madrugada. El aire estaba frío, pero ella no sentía más que un vacío profundo que la abrazaba. Abrió los ojos lentamente, como si despertara de una pesadilla, pero al ver la habitación vacía, al no sentir a Jacaerys a su lado, pensó por un momento que todo había sido un mal sueño. Quizás la traición, el dolor, las palabras hirientes, todo eso había sido una ilusión de su mente, una pesadilla que ya había terminado.
Se incorporó en la cama, su cuerpo aún adormecido, pero algo no estaba bien. Algo en su interior no coincidía. Su respiración era irregular, y un dolor sordo comenzaba a recorrer su pecho. No, no podía ser. Todo había sido tan real. Las lágrimas que había derramado, el rostro de Jacaerys lleno de culpa, el beso con Baela... todo eso había sucedido. El dolor no era producto de su mente. Era la verdad, una verdad cruel que no podía ignorar.

Sus manos temblaron al tocarse el rostro. Los recuerdos comenzaron a invadirla, como una marea de angustia que arrasaba con todo. La traición, las palabras dolorosas, el desgarro de su corazón. Lucenya cerró los ojos, intentando contener las lágrimas, pero el peso en su pecho era demasiado.

De repente, un dolor agudo atravesó su vientre. No era el mismo dolor que había sentido antes, sino uno más intenso, más profundo, como si el pequeño ser dentro de ella sintiera su desesperación, su tristeza, su angustia. Su rostro se distorsionó por la agonía. Su mano se posó automáticamente en su vientre, presionando suavemente, buscando consuelo, aunque sabía que nada podría aliviarla ahora.

El dolor creció, y una sensación helada recorrió su cuerpo. Su respiración se hizo entrecortada, su corazón palpitaba con fuerza. Un terror profundo se apoderó de ella cuando notó algo cálido comenzando a humedecer su camisón blanco de seda. Miró hacia abajo, y su rostro palideció al ver cómo la sangre comenzaba a manchar el delicado tejido, tiñéndolo de un rojo oscuro. La sangre. El mismo temor que había sentido en sus anteriores pérdidas comenzó a apoderarse de ella.

-¡No! -gritó, su voz rasgada por el miedo, mientras sus manos presionaban su vientre con desesperación. -¡Dioses! ¡No lo permitan! ¡No otra vez!

Las lágrimas caían incontrolables, y su mente se nublaba por la angustia. El miedo era insoportable. El bebé... su bebé... ¡debía salvarlo! No podía permitir que lo perdiera, no podía soportar otra pérdida. ¿Por qué, después de todo lo que había sufrido, la vida le daba una nueva prueba tan cruel? ¿Por qué Jacaerys la había traicionado justo cuando más lo necesitaba?

Lloró con fuerza, gritando de dolor, en un intento desesperado de que todo lo que sentía no fuera real. Pero la sangre seguía escurriéndose lentamente por su camisón, manchando la cama, tiñendo el aire con su tragedia. Sus manos apretaban su vientre, como si pudieran detener lo inevitable.

-¡Por favor! -susurró entre sollozos, su voz rota por el dolor y el miedo. ¡Por favor, no me lo quites!

En ese momento, las puertas de su habitación se abrieron con brusquedad. Las criadas, al escuchar sus gritos, irrumpieron en la sala, sus ojos reflejando el horror al ver la escena que se desplegaba ante ellas. Lucenya estaba tendida en la cama, cubierta en su propia sangre, su rostro pálido y lleno de desesperación. Las lágrimas caían sin cesar mientras sus manos, desesperadas, seguían presionando su vientre, como si pudieran hacer que todo volviera a la normalidad.

-¡Princesa! -una de las criadas gritó, corriendo hacia ella con rapidez. -¡¿Qué ha sucedido?!

Lucenya levantó la vista hacia ellas, su rostro completamente demacrado por la angustia.

-¡Ayúdame! -imploró, su voz entrecortada por el llanto. -¡No quiero perder a mi bebé! ¡Por favor!

Las criadas, horrorizadas, comenzaron a agitarse, incapaces de encontrar palabras. El caos se desató en la habitación. Una de ellas salió corriendo para pedir ayuda, mientras otras intentaban sujetar a Lucenya, intentando calmarla, pero ella seguía luchando, queriendo evitar lo que parecía inevitable.

Crowns Of Fire Donde viven las historias. Descúbrelo ahora