Pov: Christopher
La hemorragia nasal qué tuvo Atenea por la noche tardo mucho tiempo en detenerse, son las casi las tres de la mañana y sigo sin poder dormir.
Atenea se quedó dormida acunada en mis brazos así que cuidadosamente la acuesto para que descanse mejor y poder levantarme.
Mi mente no ha dejado de pensar en las soluciones, Reece tardara unos cinco días en regresar. Son aproximadamente tres semanas en las cuales estaré viajando, y no puedo dejarlos, aunque tampoco puedo llevarlos.
Salgo al balcón a fumar un cigarrillo pero ni fumándome la cajetilla completa logro calmar el desespero. Durante minutos rondó a Atenea como un animal, sin nada más que hacer voy al baño a afeitarme, no cierro la puerta y me pongo a verla desde el lavabo.
Mientras preparo la espuma repentinamente siento la presencia de alguien de tras pero al ver por el espejo no hay nadie.
Continuo con lo mío pero de nuevo lo siento y al girarme encuentro a mi hijo parado en el umbral del baño.
— ¿Qué haces aquí? — me desconcierto al velo— ¿Cómo te bajaste de la cuna?
No me responde, no parece adormitado, al contrario parece desorientado e interesado por lo que estoy haciendo. Alejo la cuchilla y sus ojos la siguen.
— ¿Qué?
— Eles como Santa— susurra y pone sus manos sobre su boca intentando silenciar la risilla.
— ¿Cómo te bajaste? — se encoje de hombros y sigue atento a mi movimiento— Ven.
Obediente alza sus brazos para que lo cargue y lo siento frente a mí, comienzo a perfilar la barba, con esos ojos curiosos puestos en mi hasta que termino.
Se gira para verse en el espejo buscando algún rastro de bello facial, alterna la mirada entre él y yo.
— Yo tamien quielo— pide pero niego— Pol favol.
— Tú no tienes nada— mueve los pies soltando un lloriqueo inconforme con lo que digo— Alza la mirada.
Le ordeno y tomo un poco más de espuma, cuidando de no ponerle cerca de la boca comienzo a aplicarle, se empieza a reír pero lo mando a callar o despertara a su madre.
Le pongo el protector a la cuchilla y comienzo a pasarla por su piel, suelta risilla haciéndome imposible no sonreír también.
Lentamente le quito la espuma pero de la nada me detiene.
— ¡Papi somos igualitos! — aplaude feliz— Despielta a mi mami, quielo que me vea.
— Dejémosla dormir, mañana le cuentas.
— No, quielo que me vea.
— No te muevas de aquí— le ordeno y asiente frenético.
Salgo por el celular de Atenea y su cama qué siempre carga. Emiliano cuando regresó no entiende pero cuando enciendo la cámara en automático me muestra una sonrisa con todos sus diminutos dientes. Le tomo dos y algunas con su celular.
— Ahola jutos papi— intento negarme pero me arrebata el celular y las toma.
Al final le doy gusto así su madre tendrá una foto de dos perfecciones. Después de la pequeña sesión de fotos le lavo la cara dejándolo listo para llevarlo a dormir.2
— Bajo, papi— pide y calculo la distancia de donde está al piso y puede caer.
— De un brinco te puedes bajar perfectamente.
— Papi bajo— insiste.
— Bájate.
Su primer respuesta ante mi negativa es lloriquear, intenta alzando sus brazos para que lo tome pero no. Insiste pero cuando ve que no lo haré se pone de pie sobre el lavabo y no sé si mi hijo no tenga instinto o que.

ESTÁS LEYENDO
Siempre fuiste tú
Ficção GeralAtenea Guzmán de la Torre: Una mujer perfecta no solo físicamente, con tan solo 25 años de edad es una empresaria multimillonaria exitosa, también es una de las mejores comandantes que la FEMF ha tenido. Christopher Morgan Harts: Un hijo de puta (có...