Ángel, déjame escuchar nuevamente el sonido de tu voz.
Febrero.
Era el día de los enamorados y se vio obligado a volver a Seattle para ver a una de sus citas del día en el intento de progresar en su vida amorosa porque al parecer nadie podía llevar una relación al ritmo que Bradlee marcaba, bueno, no es como si él realmente pidiese mucho, solo una mujer para apariciones públicas a cambio de uno de esos bolsos que gritaban dinero y un buen estatus social.
No es como si las mujeres a su alrededor solo buscaran eso pero lo cierto es que abundaban, tal vez motivadas por la misma necesidad económica o en busca de un sujeto para mantener a su familia. Le había tocado ver como algunas de sus amistades utilizaban a esas mujeres, les cumplían sus peticiones pero las trataban del asco, él no se consideraba así, siendo sincero. Pero era una realidad a la que no rehuía.
Su cabeza dejó de lado las banalidades al verlo de nuevo.
Sentado en un pequeño rincón, estaba el pequeño pelirrojo de ojos grises que atraía su atención inevitablemente y aunque sabía que tenía el tiempo contado para llegar a tiempo a su cita con Ann, no pudo evitar darle un vistazo al muchacho.
Lindo pelirrojo.
Las hebras de su cabello se salían de su gorrito, tan desordenado. Desde la distancia, no podía apreciarlo como debía ser pero notó que traía esas flores como siempre. Y aunque las flores eran muy bellas, no pudo evitar pensar que el angelito, era, tal vez (o muy posiblemente), más bello que esas flores (o que todas las flores del mundo). Era hermoso, la forma de su cara de alien era gloriosa, aquellos ojitos grandes de color gris como recién nacido, aquella nariz delgadita y pequeña, aquellas pecas en el puente de su nariz; era perfecto, todo lo que alguna vez había deseado en una personita pequeña.
No tenía nada para hacerle plática, no estaba nevando, no se veía en un estado deplorable, no parecía tener un problema a excepción de aquellos ojos grises mirando como de costumbre las escaleras mecánicas pensando en una persona; pero aún así, se acercó en busca de una conversación con el pequeño.
"Que tengas un buen día" musitó, casi robóticamente y entonces realmente se quiso abofetear en el rostro porque no podía ser que fuera tan idiota como para decir aquellas mismas palabras en aquel tono que aborrecía. El chico sólo asintió, no respondió porque al parecer no era necesario que lo hiciera, estaba muy entretenido viendo unas escaleras mecánicas atestándose de gente por los vuelos.
Ángel, permíteme acogerte.
ESTÁS LEYENDO
Hola, ángel.
Romance"Ángel, ¿acaso sabes cómo me rompo mientras caes dormido pensando en aquel que nunca volverá?"