Ángel, ¿acaso sabes cómo me rompo mientras caes dormido pensando en aquel que nunca volverá?
Lo observó dormir.
Su cuerpo desnudo apenas cubierto por una sábana era como un durazno, sí, así, terso y suave al contacto; el sexo había sido tan intenso que no les había bastado con una sola vez, lo hicieron por toda la noche hasta que el ángel se quedó dormido. Era puro sexo, sudor, gemidos y lágrimas, no había significado nada para el pelirrojo y aun sabiéndolo, estaba tan jodido por ello.
Lo llenaba, verlo en su cama con aquella sábana cubriendo su pequeño cuerpo, le daba una sensación de satisfacción al tenerlo allí y vacío porque no era nada. Era cruel, aquel ángel era tan cruel y él era un idiota por permitirlo, no se podía quejar porque había estado de acuerdo; sus manos en su piel le enamoraban y le hacían imaginar en algo más que simples compañeros de sexo aunque sabía que eso no era cierto.
Dylan amaba a Brent.
Se levantó, llevando sus pies a la ventana de la que Dylan había tratado de saltar con anterioridad y se rio ante el recuerdo, era absurdo pero le generaba gracia. Volteó a verlo, se había llevado el puño cerca de los labios y lucía tan pacífico, como si no tuviera ningún cargo de conciencia respecto a lo que había pasado horas atrás, envidiaba la manera que tenía de desentenderse de todo aquello y como le arrojaba la pelotita a Bradlee pero no podía opinar algo al respecto.
Quería repetirlo, susurrarle cosas sucias en un vaivén frenético de caderas y decirle frente a su cara de ángel lo mucho que le encantaba joder su cuerpo, torturar sus labios y hacerlo llorar hasta llevarlo al clímax. Moría por repetir la ocasión, podría invertir todo en querer parar el tiempo si eso significaba lograrlo nuevamente, no sabía cómo él reaccionaría a todo eso y tampoco tenía las grandes ganas por averiguarlo. Lo quería encima de él, sus muslos rellenos chocando con su piel y haciendo la mejor música al chocar sus cuerpos.
Desvió la mirada, sin poder evitar el pensar qué significaría lo que acababan de hacer.
Se perdió en el haz de luz que dejaba ver su piel tal como los duraznos, la cremosidad de las mejillas arreboladas del pelirrojo era arte poco adquisible, como el helenístico, tan bello y tan perfecto como lo creía. Se quedó pensando por unos momentos antes de dirigirse a un cajón que no abría desde hacía mucho tiempo.
Meditó unos segundos antes de ponerse el cigarro en la boca y prenderlo tras dirigirse a la azotea, dando una calada y logró por fin relajarse de aquella mierda en la que se estaba metiendo.
Vio de reojo el cuerpo del ángel, evocando el recuerdo de sus hermosos ojos grises que se ceñían acusadores sobre él, sintiendo confort y resguardo de aquella lluvia torrencial que se avecinaba sobre su existencia, no podía permitirse perderse a sí mismo, simplemente no podía. Vale, lo entendía, y lo hacía de sobra pero no podía rendirse a aquel ovillo de sábanas en su cama.
Daría todo por tocar el cielo de su piel sin tener que pensárselo dos veces, respirar el aroma de su piel cada día y no perderse de los arrebatos de confianza que poco a poco le estaba regalando en buena voluntad.
Aquella cama con el lecho de mentiras era sofocante, tan llena y hueca como las palabras que el ángel le daba en aprecio. Aquella red que les atrapaba estaba sumida en la inexistencia de su valor, de su virtud, de su albedrío que le caracterizaba como ser humano y poco a poco se convertía en cenizas para esparcir por el viento.
Caló y caló, terminándose aquel cigarro en medio de la ansiedad que atravesaba su corazón en aquel preciso momento; no era fácil, era una vergüenza que no estaba listo para afrontar como otras miles de cosas más y, sin embargo, el ángel estaba ahí tendido en su cama satisfecho, feliz, relajado. Aquel dulce ser condenándolo era la más agridulce sentencia a la que había sido sometido, un verdugo excepcional que le había atado sin intentarlo o con solo aclamarlo en un capricho.
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Hola, ángel.
Romance"Ángel, ¿acaso sabes cómo me rompo mientras caes dormido pensando en aquel que nunca volverá?"