Sexagésima pluma.

281 24 1
                                    

Ángel, si te tratas de un pecado, ¿por qué te sientes tan bien?

Bradlee acariciaba su cuerpo desnudo con sus manos gentiles, desnudándole más allá de lo carnal y dejándole a la deriva de los deseos más impuros jamás pensados, la humedad de sus fluidos se cernía en la combinación de sus cuerpos y en los labios de Bradlee posándose sobre la pecosa espalda del pelirrojo, despojándolo de la integridad mientras su virilidad se seguía empujando dentro suyo, hurgando en sus manos cada parte de su cuerpo visible.

El mundo se les fue mientras al menor se le adormecían las piernas y el frío calaba su piel debido al ventanal abierto que dejaba sus pieles expuesta a la luna; ambos gemían sin detenerse a la vez que se encerraban a ellos mismos en las sensaciones que seguían descubriendo por más que sus cuerpos siguieran enrollándose en distintas sábanas cada día. Los sentidos del menor estaban sensibles, pronto sus muñecas ya no estaban en el suelo y estaban siendo prisioneras con un nudo que Dylan quería deshacer porque quería tocarse tanto.

Persiguió el placer, frotándose contra la alfombra que le aseguraba el alivio, se sentía como si tuviera una venda en los ojos, privándolo de todos los sentidos más que en las sensaciones que le ofrecía su cuerpo unido al ajeno; su piel vibraba y temblaba deseando llegar al éxtasis. Cerró los ojos, ampliando sus sentidos y sintiendo sus jadeos en sus oídos con un eco increíble, le taladraba la movilidad y lo despedazaba, dejándolo a merced de la cercanía de su cuerpo con el suyo; le persiguió un estremecimiento cuando Bradlee besó uno de sus omóplatos, sus caricias febriles le nublaron por completo con el temblor de sus muslos debido a las manos ajenas acariciándole.

Bradlee sonrió, empujándose más profundo, pasó sus tibios dedos por el contorno del cuerpo del muchacho y deleitándose al ver a su piel reaccionando a sus yemas; Dylan apreció la gentileza repentina pero su boca estaba exigiendo brusquedad en arrebatos ausentes de calma. Se anticipó, girando la cabeza en busca de más besos dulces llenos de pasión y libertad en el néctar de su saliva, poco le importó su cuerpo maltrecho por su gran líbido pues su lascividad estaba en su punto más grande de la historia.

Lo necesitaba, joder. Maldita sea, ¿por qué quería su cuerpo tanto? Quería que sus manos siguieran metiéndose en medio de su cuerpo y desgraciadamente para el dueño de aquellas manos, no le quería en plan romántico de casita en la montaña y cercas blancas, no, le deseaba como nunca había deseado a alguien. Le deseaba en las noches en las que no podía dormir, en las madrugadas en las que despertaba sin poder conciliar nuevamente el suelo, en las mañanas cuando lo veía salir a trabajar y en las tardes cuando regresaba y se aflojaba la corbata, le deseaba en todo momento y más cuando se quitaban el frío mutuamente y empañaban los vidrios de las ventanas del auto del mayor con el calor que ellos se otorgaban juntos.

Sus pupilas se dilataron esperando el cielo cuando su pecho tocó ligeramente su espalda y sus labios siguieron devorándose, borrachos del placer en cada sollozo contenido por sus labios mientras se sentía abochornado y rendido al placer. Sentía su cuerpo hormiguear, tan deseoso de aquella lengua que lo sometía a la voluntad de su amante y arrastrándolo de bruces al suelo mientras se complacían y saciaban su sed de ser llenados; se dejaron guiar, sin más, rumbo al salvajismo de sus actos voraces en donde sus bocas se encontraban más y más en un paraíso de fluidos intercambiados que se asimilaban tanto al pecado original.

Dylan tocó la mejilla del mayor mientras lo acercaba más hacia él, volviendo a Bradlee suyo en casa beso que le proporcionaba, enredándose en su saliva y perdiendo la consciencia en sus besos húmedos mientras sus manos le acariciaban los muslos y lo llenaba de escalofríos. Sus pensamientos se nublaron y solo pudo responder a los respiros que exhalaban su propio nombre, gimió sin poder evitarlo mientras se fundía en una pasión magnífica.

Hola, ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora