Trigésima séptima pluma.

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Ángel, sé que estamos corriendo tras el tiempo pero estoy muriendo en el suelo. Tal vez si lo callo, dejará de importar y estaré feliz por ti. Solo dime la verdad y podré seguir adelante.

Bradlee se la había pasado encerrado en su despacho un mes entero, preocupando a la mayoría de los habitantes de la casa. El pequeño pelirrojo solía asomar su cabeza para meter comida y quedarse en silencio en el cómodo puff que había traído desde la habitación del mayor, lo notaba tan desconcentrado pero aún así sus manos siempre estaban tecleando algo en su laptop, nunca le regresaba la mirada, evitaba hablarle y cuando lo hacía era solo por ser educado respecto a las cosas que le traía.

Sabía que no tenía el gran derecho de pedirle algo pero mientras más pasaban los días, se volvía aburrido sin Bradlee mimándolo y llenándolo de cumplidos que lo hacían sentir bonito. Y sí, estaba en lo correcto, joder, ¿por qué ese hombre nunca se equivocaba? Lo odiaba mucho, realmente; era un hombre que hechizaba a las personas con su jodida mirada pero de una u otra manera él no era la persona que quería porque simplemente un enamoramiento desde los 13 años no se quita en un segundo por más buenote que esté alguien.

Así no funcionaban las cosas, no lo hacían.

El mundo se había caído en pedazos hace mucho tiempo pero tenía la esperanza de poder volverse a poner en pie y  de volver a verlo, oír su voz y comprobar que esté vivo y no despedazado al lado de una carretera. Necesitaba a su persona, a su persona más amada, lo extrañaba demasiado y eso no había cambiado en nada; había tratado de vivir sin él pero el resultado había sido el volver una y otra vez en el lugar en el que se dieron el último beso.

Sin pensarlo, dejó de deslizar unas palabras de su boca y cuando se dio cuenta, ya era demasiado tarde para retirarlo.

“Voy a trabajar, Brad.”

Bradlee levantó la mirada, encontrando sus ojos dorados con los grisáceos, desprendiendo curiosidad y confusión. Joder, quemaba, hacía mucho que no lo miraba directamente.

“¿Por?” Recargó sus codos en la mesa, inclinándose en forma de interés para escuchar la respuesta. Bradlee bajó la mirada a su laptop pero notaba que su postura seguía igual, esperando la respuesta. Algo que amaba era lo que le provocaba a Bradlee, era un hombre tan centrado de sí mismo pero tan cautivado por un crío, amaba sus atenciones aparentemente desinteresadas.

“Porque sí” Se encogió de hombros, deslizando una sonrisa con todo y mejillas rosadas. “Voy a llegar tarde, ¿probablemente trabaje en un McDonalds?”

Bradlee elevó una de las comisuras de sus labios en una sonrisa pequeña y discreta, su rostro era divertido así que probablemente estaba recordando algo vergonzoso. Que vergüenza, quería cubrirse el rostro para que no viera sus mejillas entomatadas pero sabía que era en vano porque él lo estaba mirando fijamente. ¡Pudo haber dicho un mejor ejemplo! Menudo síndrome de idiotez.

“Beb-... Dyl, solo no te pongas de cocinero” Ahora sí sonrió. Sonrió encantadoramente como el maldito príncipe de la Cenicienta. Lo iba a apodar el jodido "Principe Encantador" porque madre mía, sí que era encantador aunque se burlara de su comida. ¡Él había dicho que estaba buena! Hizo un puchero y se levantó del puff para acercarse hacia Bradlee y se sentó en sus piernas aprovechando que se estaba riendo.

La sonrisa de Bradlee permaneció congelada.

“Es injusto porque dijiste que estaba buena” Pasó ambos brazos alrededor de su cuello, entrelazándolos tras de él en un agarre fuerte. “Eres un mentiroso” Frotó su nariz con su mejilla, aprovechando que el mayor se había quedado sin habla.

“Baja de mi regazo” pidió, más bien, suplicó. Quería besarlo, tomar aquellos labios delgaditos y morderlos hasta ponerlos rojos e hinchados, sostenerlo del cabello mientras le hacía una mamada, quería escuchar su risita entre cada beso pero no podía, no debía, no tendría que hacerlo. Era tan hermoso, tan bonito, tan lindo y pequeño.

“¿Por qué debería?” Le respondió, besando las mejillas de Bradlee quien trató de apartarlo pero falló cuando Dylan besó su frente y su nariz. Estúpido pelirrojo, ¿por qué jugaba con él?

“Baja, ángel” Apretó su cintura, acariciando su piel bajo la tela de su camisa, amó recorrer con la yema de sus dedos la tersa piel de su cintura. “Haz lo que quieras, trabaja en un McDonalds o en un jodido restaurante vegano o que voy a saber yo pero baja de mi regazo...” dijo sin poder controlar sus labios en lo absoluto. Estaba actuando como un idiota mientras veía los labios rosaditos estirarse en una sonrisa coqueta y llena de diversión, él lo disfrutaba tanto. Mierda.

Dylan asintió, bajando de su regazo para salir de aquel lugar antes de que Brad cambiara de opinión.

“Espera...”

Bradlee se levantó de su asiento justo en el momento en el que Dylan ya se había alejado por aquella puerta y cuando trató de abrirla no pudo por lo que la sacudió, escuchando el sonido de algo pesado contra la pieza de mármol.

“Por la puta madre, que hijo de puta es este jodido niño, coño que...” Bradlee empezó a vociferar majaderías hacia el pelirrojo al saber que de seguro se había quedado por allí y estaba en lo cierto porque logró escuchar una pequeña risita.

“Esa boca, Brad” Oh, se estaba vengando. Precioso ángel malvado.

Estaba rojo del enojo al ver el modo en el que lo había manipulado, tan fácilmente, joder, ¿qué quería ese jodido niño de él? No tenía nada, ¿dinero? Le daría todo con el tan solo hecho de alejarse de él y no cometiera el estúpido error de enamorarse porque joder, lo iba a lograr, no lo dudaba en lo absoluto y estaba tan jodidamente asustado de aquello porque sabía que aquellos sentimientos no eran correspondidos en lo absoluto, que sería un sustituto temporal y que no podría igualarse a él.

Y, por el momento, se consideraba a salvo porque era pura pasión lo que había entre ellos pero aquel ángel era tan imperfecto que llamaba su atención casi como destinado a ser.

Aquel pequeño cuerpo en sus brazos que se acoplaba tan perfectamente en su pecho, había caído tan bajo que ahora todo era válido con el solo hecho de lograr que se quede en sus brazos sin emitir una queja. Aquella compañía que le proporcionaba había sido la mejor que había tenido en mucho tiempo, tal vez era porque con él a su lado se despreocupaba de asuntos sin importancia y podía sentirse menos presionado, aquella estabilidad emocional que había estado buscando por tanto tiempo vino en un pequeño cuerpo y aún así no era para él.

Hasta daban ganas de llorar.

Se recargó contra la puerta, cruzando los brazos mientras lo inundaba una mirada llena de preocupación respecto a sus sentimientos en terreno desconocido. Estaba corriendo el tiempo mientras perseguía una mentira aunque cada día una pequeña parte de sí moría pero en este punto de la historia, la verdad es que estaba tirando de todos los escudos mientras se sometía voluntariamente a la mejor y más mortal cueva de lobos, lo peor es que lo sabía y no hacía nada para evitarlo.

Ángel, me estás dejando ciego.

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N/A: Ya casi es navidad, ya casi tendré mi teléfono y podré escribir de nuevo omfg. Literal estoy sp atrasada sin un teléfono bueno que me sirva para escribir cosas gays ahre

Amor por siempre. Hasta mañana💕🌷

Hola, ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora