Quinta pluma.

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Ángel, sonríe.

Abril es el mes de calidez, en donde los tontos incrementan al igual que las flores primaverales, ¿cuál es la diferencia? Ninguna.

Aquel día de Abril, cuando Bradlee volvió a Seattle descubrió al mismo chiquillo sentado allí como siempre.

El chiquillo era como una flor inmarcesible, eternamente bella. Sus rasgos lucían tan lejos de marchitarse aunque sus ojos dictaran una diferente historia. Sin saber su nombre, logró atraparlo entre sus redes de aquella belleza tan preciosa e intangible, ¿a quién le debía el favor de ver aquellos ojos grises tan bellos? Mataría por ayudarlo si eso significara ver esos hermosos ojos a su dirección porque era de esos placeres que pocas veces se conseguían. Una epifanía indeleble; podía asegurar que podía a ir a cualquier lugar del planeta y sus pensamientos se transportarían a aquellos ojos bellos.

Que lo partiera un rayo si eso significaba no verlo nunca más porque sería una agonía tan lejos del olvido.

Que hermoso se veía sonriéndole a un gatito intruso en pleno aeropuerto; su sonrisa eclipsaba todo aquello a su alrededor. Si hubiese tenido que describirlo con algo, diría sin dudar que su sonrisa era un arrebol, exactamente así de bello y etéreo.

Y es que, podría soportar cualquier cosa por esa sonrisa. 

Ángel, nunca dejes de sonreír.

Hola, ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora