Ángel, esto se está volviendo tóxico.
«Y te quiero, de manera inconmensurable; esto se está volviendo un fiasco pero soy adicto a ti. ¿Qué puedo hacer yo, un simple pecador ante los encantos de un serafín?»
Bradlee fumó un cigarrillo. Y otro, y otro, y luego otro, y luego otro más. Y luego otra cajetilla.
“Señor...” murmuró la mujer que calló de repente al escuchar que las copas eran arrojadas a la pared y los platos se estrellaban sobre el suelo. Las lágrimas de aquel pobre vástago se derramaron, incontrolables, en aquel ataque involuntario de frustración, sus alaridos se escuchaban por toda la casa y él estaba roto.
Destrozado.
Cada respiración que hacía era una tortura para su garganta, sentía aquel calor y un nudo que se aferraba en su ser tan escalofriante; lloró mientras aquel nudo se deshacía y maldecía a su padre por meterlo en aquella mierda. Cada movimiento que hacía, cada plato roto le quebraba el corazón un poco más equivalente al dolor de un hueso roto y es que, la puerta lucía muy lejos para caminar hacia esta y largarse de una vez de aquella mierda en la que estaba metido hasta los cojones; por primera vez, todo se salía de control porque todo se sentía como navajas destrozando su pulcra piel. Cada mirada de lástima en su persona, le hería profundamente porque él no era así, no tenía aquella sensación de que sus pulmones se asfixiaban y que el aire salía aplastado, no, ya no sabía cómo salir ileso.
Ya no podía respirar, sus lágrimas se derramaban en todo su rostro como un jodido niño perdiendo su juguete favorito; Dylan ni siquiera era un juguete, era el niño más bonito de todos, el niño más maravilloso, el niño con el cabello rojito más bonito de todos, el niño de los cubos Rubik y los pastelitos, el niño que robó su corazón en aquella época de Navidad bajo aquel aparador con la aureola sobre su cabeza.
Un puto ángel. Un ángel tan jodidamente precioso, tan jodido, tan herido, tan sonriente; joder, joder, joder. ¿Por qué se había enamorado de alguien inalcanzable? Era el ángel mas malvado que en su vida conocería.
Si es que alguna vez conocería otro. Lo dudaba. No era posible.
Las preguntas en su cabeza se acumulaban como pilas de libros en una biblioteca de universitarios; la noche caía muerta sobre él y sobre los vidrios regados en aquella pieza donde nadie se atrevía a llenar el silencio que la voz del ángel llenaba con gracia.
¿Por qué no le importaba? ¿Por qué no logró enamorarlo? ¿Por qué se había marchado? Ahora él no estaba más y todas esas preguntas se encontraban amontonándose aún más sobre sí mismo, bloques de cemento sobre su cabeza desafortunada. No le importaba. A Dylan le importaba una mierda.
Sus nervios estaban completamente destrozados. Mentiroso, jodido mentiroso, desearía que dejara de mentir en cada recuerdo que venía a su mente sobre él.
— * —
Ann abrazó a Bradlee fuertemente.
Ella había venido corriendo desde Jamaica cuando escuchó lo que había pasado de la boca de Claire y no dudó en dejar todo para consolar a su compañero. Y no era porque odiara a Bradlee, tampoco lo amaba pero, le estimaba por su gran amor por alguien que no le entregaba nada.
“Oye, cielo...” Lo apretó más contra ella. “Tienes que salir de la cama, lo sabes, no puedes dejar que esto se siga metiendo en tu cabeza” El hombre acarició la espalda de la muchacha. “Utilizaste una licencia personal, esto no puede seguir así, Bradlee” sentenció la rubia mientras se separaba de él, entonces se dirigió al armario y tras dos minutos de espera, estaba de regreso con un traje. “Mi buen amigo, Bradlee, siempre viste trajes.”
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Hola, ángel.
Romantizm"Ángel, ¿acaso sabes cómo me rompo mientras caes dormido pensando en aquel que nunca volverá?"