Vigésima sexta pluma.

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Ángel, quiero dejar de ilusionarme pero después te veo y subo a las nubes.

Bradlee volteó hacia el ruido que había llamado su atención, un golpe en su ventana del auto. Bajó la ventanilla y su asombro se hizo evidente cuando notó al proxeneta frente a suyo.

“No puedes estar aquí y no pueden verme contigo.”

¿Qué se creía para aparecer en un sitio tan público con él? Era irrepudiable. De hecho, se atrevía a pensar que era hasta inmoral y no quería tener nada que ver con aquel tipo de personas y el mundo en el que estaban sometidos. Simplemente, no, pasaba de aquello; no quería estúpidos escándalos que no tenían fundamento alguno pero bastaban para hartar como un forúnculo.

Encendió el auto y entonces el proxeneta se subió encima de aquel en pleno arranque. Bradlee paró en seco su avance, vale, o aquel tipo estaba loco o se había vuelto un desquiciado, ¿en qué cabeza cabía? Simplemente no podía creer la estupidez de ese tipo de gente.

“Es acerca de Dylan.”

Y al caño fueron a dar todos los pensamientos que desembocaban en el tipo de persona de la que se trataba el proxeneta, simplemente se desvaneció como un polvo. Sintió que algo le carcomía, deseaba saber qué era lo que aquel sujeto sabía de Dylan y por qué no lo sabía él, más no se atrevió a decirlo porque no era su lugar.

“¿Qué quieres decir?” Apretó el volante entre sus manos. ¿Desde cuándo se había vuelto en ese tipo de persona que demandaba saber todo de su interés romántico? No era así, no era sano, era tóxico y temió por el efecto que ocasionaba el ángel en él, ¿por qué sentía tanta inseguridad al pensar en él? Podía palpar en el aire el terror de que alguien podría arrebatar el haz de luz que había entrado en su vida, se rehusaba a ello y no estaba dispuesto a dejar que le quitaran una fuente de felicidad.

No recordaba haber sentido tanto miedo por alguien.

“No quieren dejarlo ir. Quieren que se quede por lo que me han mandado por mas dinero” ¿Era en serio? Era una jodida estafa, joder, ¿cómo podía? Dejó llevarse ante sus emociones y golpeó el volante, ante eso el hombre negro se aferró al parachoques. “Era muy poco por él, lo sabes.”

“Esto es una jodida extorsión” replicó Bradlee, más bien lo vociferó y aunque no tuvo un gran impacto, había logrado sacudir al hombre subido en su coche. Pensó en sus opciones, no se podía permitir un escándalo sexual que perjudicara sus acciones pero siendo sincero, en una balanza con el pelirrojo, toda su reputación quedaba fuera de la mesa. Probablemente podría hundirse por solo un abrazo de él, de por sí flotaba cuando el pequeño le acariciaba el cabello en las noches cuando creía que estaba dormido e inevitablemente, tuvo pánico por lo que podría llegar a sacrificar por tan solo un beso suyo.

Probablemente más de lo que podría pensar.

“Veinte mil apenas y cubre la cuota de pasar quince días con el chico y eso porque eres cliente con intención de cobrar, sino se tratarían de treinta mil dólares” ¿Cuáles eran las posibilidades? Quería tenerlo para él, podría quitarse todo de encima a cambio de aquel ser sin alas. Era tan dulce, casi se desfallecía cuando apartaba su mirada de él y añoraba que lo volviera a mirar. Joder, era complicado. “Y su libertad se asemeja a veinticinco años porque el día cargó a 1250 por 365 es igual a 11.5 millones de dólares pero los he logrado convencer y...”

Vale, eso era mucho, aún para él; tendría que vender su Bugatti y muy posiblemente alguna propiedad.

“Ya no es virgen” Lo dijo sin pensarlo, buscando una manera de bajarle el precio al ángel aunque este fuese algo que no podría valorarse por todo el dinero del mundo; podía quedar en bancarrota por el valor de un beso suyo y lo aceptaría, joder, ¿por qué se aferraba tanto a él? Lo impelía a mantenerlo fuera de las calles, empeñarse en darle su pollito rostizado hasta que sus costillas extremadamente visibles se volvieran más gorditas. No se le hacía fácil detenerse cuando el ángel mostraba una actitud infantil o cercana a la inocencia de la que fue arrebatado, no le importaba que no estuviesen realmente juntos mientras lo pudiese contemplar y aunque sabía que era un error no confesarle sus intenciones, no quería asustarlo y perder toda la confianza que se había ganado con el paso de los días; sabía que estaba equivocado pero se encontraba fascinado al observarlo cada mañana antes de que él despertara.

Hola, ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora