Decimoctava pluma.

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Ángel, no pienses en mí de esa manera.

Dylan no comprendía realmente las palabras del mayor por lo que se limitó a encogerse en un intento de hacerse pequeño ante su mirada penetrante.

Se encontraba avergonzado.

¿Cuál era el problema? ¿No se había lavado los dientes bien o seguía apestando? Cualquiera que fuese la respuesta, estaba muy abochornado y sus mejillas para aquel momento lo estarían delatando.

Quería que se abriera la tierra y se lo tragara, desaparecer de la faz y vivir con los gusanitos para siempre.

Bradlee lo tomó en brazos como si se tratara de un koala, no le importó que el niño se removiera como un gatito y solo se limitó a sostenerlo contra su pecho, notando que realmente pesaba muy poco como para ser un adolescente, un saquito de huesos que rompía su corazón. Tal vez debería engordarlo.

Dylan se había quedado embobado con el áloe de su cuerpo. Respiraba y no podía, sentía que en cualquier momento se ahogaría o tal vez era un ataque de pánico, no sabía pero le gustaba el aroma.

"¿Desayunaste?" Dylan asintió, sintiendo en su boca el sabor del pollito que Claire le había dado. Luego eso se puso feo al recordar lo que siguió de aquel pollo, quiso tirarse de cabeza de los brazos de Bradlee. "Vale, ponte lindo porque vamos a salir."

"Ya estoy lindo" replicó en voz bajita. Bradlee se hubiera reído pero el niño parecía habérselo dicho a sí mismo por lo que lo dejó pasar. Lo bajó de sus brazos tras caminar con él en brazos a la habitación de al lado y se dispuso a salir de su propia habitación, bueno iba a hacerlo cuando regresó inmediatamente. "Ya conociste la casa?" Dylan negó.

Tampoco había tenido el gran deseo de conocerla, siendo sincero.

"Las chicas me trajeron el desayuno y me hicieron comer, después me vistieron en el mismo cuarto" Bradlee frunció el ceño, ¿qué carajos pasaba en la mente de ellas? Se percató de los pantalones negros en conjunto con aquella camisa de un estampado de una cosa rara de algo que no conocía por lo que tal vez era algo nuevo de los adolescentes. Dylan notó su mirada, enrojeciendo al decir que se trataba del estampado de una camisa recién comprada. "Es de una banda, las chicas me preguntaron si me gustaba alguna banda y les respondí que me gusta Artic Monkeys."

Sólo Jesús sabía qué era eso. Bradlee asintió, no sabiendo que decir y por alguna razón aquello le dio curiosidad al pelirrojo.

"¿No los conoces?"

El ángel lo miraba estupefacto, con todo y ojitos abiertos como platos, quería tomarle de sus huesudas mejillas pero se contuvo. Dios, como se contuvo; podía sentirse restringido en cada paso que daba, sentía el pecado deslizarse por sus dedos en cada intención de tocarlo y es que realmente lo quería hacer, era bello, como para tenerlo en sus brazos y ensuciarlo de él.

Claro, si sólo pudiera ser capaz de hacerlo.

Aquellos ojos grises lo impedían, era como si le pusieran una barrera entre el ángel y él, le arrancaba el corazón y lo estrujaba a su antojo. Que ángel más sublime, podría apostar que todos lo querrían probar y solo Dios sabría cuánto daría por un solo beso suyo.

Sacudió la cabeza y se relamió los labios para contestar, posando su mirada en las dos pecas al lado de su ojo derecho. Sólo le faltaba el paréntesis para hacer una carita feliz.

"En realidad no conozco casi nada de bandas, soy un alma antigua y de lo único que te puedo decir es de The Beatles, Queen y si hablamos de solistas yo diría que Michael Jackson, eh..." divagó mientras pensaba, recargándose en el marco de la puerta para aflojarse la corbata y para Dylan, ese movimiento le había revuelto el estómago y sus mejillas se habían calentado. "Supongo que algo como Frank Sinatra, no sé...

Hola, ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora