Vigésima pluma.

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Ángel, no quiero que te formes una mala opinión de mi.

Dylan se recargó en la puerta y se dejó caer. Su mirada estaba fija en la ventana con cortinas ondeando, el aire frío le había producido escalofríos no solo por la temperatura, también por la incertidumbre de no saber qué hacer, estaba perdido en un bucle lleno de indecisiones y metedura de pata. Estaba aterrado, de nada le servía mentirse porque era evidente, sus manos tenían temblores con solo pensarlo, aquello estaba tan jodido.

Estaba jodido hasta el fondo.

Sorbió la nariz y fue entonces cuando se dio cuenta que estaba llorando por la desesperación, no sabía en dónde estaba parado y mucho menos en la situación en la que se había metido. Paulatinamente, estaba perdiendo la cabeza y con ello su cordura; ¿qué pasaría con él? Aquel sujeto seguía repitiendo la misma frase como disco rayado: "no te haré daño, ángel". ¡Y la mierda que no lo hará! ¿Cómo podía confiar en él en 24 horas? Tenía pánico, podía sentir su reflujo en la garganta y todo eso lo volvía todo de cabeza.

Respiró hondamente cuando sintió la sensación de ahogo más intensa.

No estaba listo para recibir caricias muertas o vacías que no significarían nada para él. Siendo sincero, le importaba una mierda su "virginidad" porque era un concepto estúpido que no lo llevaba a ningún lado, no se volvia más puro ni menos si la perdía pero no estaba dispuesto a tener su primera relación sexual con alguien que no quería. Sí, estaba guapo, joder que era un adonis, mas no le provocaba más que admiración por su belleza.

No por Brent. No por alguien.
No correría ese riesgo por nada.

Pero luego estaba él que lo miraba muy bonito, como nadie lo había mirado antes y lo lograba sorprender. Era como ver estrellas brillando solo por él y estaba realmente seguro de que ninguna estrella brillaría por él pero así lo hacía sentir, era un caos tan repetitivo que lo descolocaba.

Se sintió empujado por la puerta y se cayó hacia adelante, confundido, giró el cuello y miró a las tres mucamas que lo veían con curiosidad como si él fuese algún tipo de espécimen. Era incómodo.

"Hola" saludaron las tres muchachas, abriendo mas la puerta para pasar. "¡Por fin te conocemos! ¿Cómo estás?" Eran muy amables por lo que Dylan se limitó a sentarse de moñito y a mirarlas embobado, todas eran muy bonitas y Bradlee podría haber tomado a cualquiera así que, ¿por qué escogía a alguien tan simple para esconderlo en un armario?

Le daba curiosidad.

"Bien, gracias" Trató de ser cortés, no regresó la pregunta porque siendo sincero, no le interesaba en lo más mínimo. Empezó a mover sus piernas como mariposa y siguió mirando a las muchachas, quiénes se miraron entre sí y se agacharon al mismo tiempo a su altura.

"Dicen que Braul te ha echado a los perros" Dylan enarcó la ceja. ¿Y ese era...? "El padre de Bradlee, cielo."

No entendía. Y no entender le provocaba dolor de cabeza.

"¿Por qué?"

"Porque como Ann dice, no hay persona en la vida de Bradlee que no haya recibido esa conversación-..." Una de las chicas la golpeó en la costilla.

"¿Todos?"

¿Eso lo incluía a él? Madre mía, que apenas si había hablado con el hombre como tres veces, ¿y eso era motivo de tanta movida? Vale, que lo habían amenazado pero pensó que era exclusivamente por ser de origen muy humilde, no por el presunto padre de un prisionero de oro. Fue entonces cuando sintió la jaula achicarse porque aquel que le privaba de su libertad también estaba enjaulado, temió y trató de buscar un agujero en donde salir de aquella jaula pero no encontraba nada para contrarrestar esa desesperación.

La muchacha se quejó pero ante la severa mirada de su compañera, decidió quedarse callada. No dijeron nada, se quedaron viendo el suelo repentinamente y Dylan frunció el ceño, no entendía nada ni de las ganas de mamapitos del padre de Bradlee en contra de todos los de su vida.

"Nada" musitaron las tres al mismo tiempo. El pelirrojo denotó confusión, sintiéndose a sí mismo como un ciego que chocaba repetidamente con paredes con el mismo patrón.

¿Cómo que nada? ¿Que querían decir con eso? Estaba a nada de tenderse en el piso y ponerse a convulsionar. Faltaría poco para no hacerlo; estaba perdido y se sentía inseguro. ¿Cuáles perros? Jesús, no tenía ni un día de llegado y ya estaba jodiéndolo todo. Estaba a punto de llorar.

"¿De qué hablan?" Y su voz sonó estrangulada, en un hilo que apenas y era una exhalación de sus cuerdas vocales. Estaba al borde de un ataque de pánico por todo lo que le decían, de por si era ignorante por naturaleza pero no quería ser ignorante a lo que estaba frente suyo.

"No era nada" dijeron las tres al unísono. Dylan no sabía si horrorizarse o ponerse a llorar por lo que su cara era una expresión combinada de ambas cosas; sólo quería que le hablaran claro, no necesitaba el gran secreto del mundo además, ¿a quién le iría a decir? Lo mataba, todo lo que tenía que ver con encerrarlo más en aquella jaula.

¿Cómo que no era nada? Lo peor es que cuando se desesperaba le daban muchas ganas de llorar por la frustración. No quería dejar regada la confianza por su paso, tampoco tenía muchas ganas de actuar como si todo estuviera perfecto.

Una de ellas, la más pequeña, despegó la boca para hablar pero fue entonces cuando Claire entró y todas se sobresaltaron, llevándose con ello toda posibilidad de que ellas dijeran algo al respecto. No con Claire encima, al menos de eso estaba seguro.

Pero era tarde, ya estaba llorando y no podía parar.

Ángel, perdóname por hacerte pasar un mal rato.

Hola, ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora