Trigésima cuarta pluma.

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Ángel, demuestras ser más de lo que aparentas.

Bradlee estaba realmente ofuscado en sus pensamientos, no sabía realmente en donde estaba su cabeza y tal vez era porque tenía algo de discordancias con su subconsciente. Estaba desempacando, no estaba realmente ni viendo donde dejaba las cosas porque sabía que si se lo pedía a Claire, ella arreglaría aquel desastre así que ese era un gran motivo por lo que lo estaba poniendo todo en los cajones de la ropa que ya no usaba.

En uno de los desempaques, a Bradlee se le cayó un pantalón por lo que se inclinó para recogerlo viendo una pieza roja escondida entre los muebles por lo que, curioso, extendió el brazo hasta lograr sacarlo de aquel lugar pequeño. Casi se cae de culo al ver la bonita pieza roja de lencería en sus manos, era suave y tenía unos moñitos a los lados que la hacía parecer inocente pero por la tela algo delgada sabía que ese no era el caso.

“¿Qué demonios?”

No sabía realmente que pensar de aquello pero aunque pudo ser de cualquier persona de la casa, no pudo evitar el querer que esa pieza tan bonita fuera de Dylan, que haya tocado su pequeño trasero y remarcado su trasero. Joder, no podía pensar en el así porque había prometido aguantarse muy bien y además realmente no sabía si aquella prenda le pertenecía.

Oh, joder. Más le valía que sí.

Imaginarlo trepando sobre su polla con nada más que esa prenda, luciendo tan inocente pero más atrevido que nunca. Joder, no podía ser que un chiquillo lo estuviera descontrolando tanto en un simple hecho como una braga que tal vez ni era suya. Pero vamos, ¿de quién más sería? Todas sus empleadas no tenían permitido entrar en aquel lugar y además era una pieza para hombre por la anchura de la parte de adelante, vale, tal vez no tenía muchas experiencias con mujeres usando ese tipo de bragas pero si sabía como lucían.

De todas maneras, se forzaba a creer que eran de Dylan, porque entonces significaría un autocontrol y un objetivo para hacerse una paja sin escrúpulos.

Sacudió la cabeza, lamiéndose los labios antes de pararse y guardar la prenda en un cajón que sabía que Dylan jamás iba a husmear: el de perfumería. Al chiquillo no le gustaban mucho los perfumes aunque se la viviera prendido de su chaqueta.

    — * —

Dylan estaba con una mueca comiendo en solitario, no había visto en ningún momento a Bradlee y la tripa le rugía lo suficiente como para renunciar a la compañía de su compañero de cubiertos y empezar por sí mismo. Estaba comiendo una cosa que sabrá Dios cual era el nombre porque Claire solo se lo había llevado, murmurando el nombre del platillo en otro idioma pero se parecían a los tacos de la frontera.

Se imaginó que haría si supiera cocinar, de seguro cocinaría tan rico que su tripa no iba a pedir nunca más por nada. O tal vez cocinaría para Bradlee, quien le alabaría la labor y le sonreiría plenamente.

Se sonrojó viendo los cubiertos.

¿Por qué había pensado inmediatamente en Bradlee? Se jaló del cabello, se abofeteó y negó repetidas veces con la cabeza mientras masticaba la comida. Su cerebro le decía que solo estaba reemplazando a Brent con él y luego su cerebro le ordenaba a sus mejillas sonrojarse como un tomate cuando no había razón para hacerlo.

Igual, decidió que tal vez debería aprender a cocinar. Es decir, así podría prepararse lo que quisiera a las 3 de la mañana y engordar feliz.

Nop, nada de Bradlee en absoluto.

Hola, ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora