Ángel, quiero volver a ver tu agraciada belleza.
Julio.
Seguía sin estar ahí.
La señora de los helados le había dicho que sólo lo había visto una vez porque él había venido corriendo a darle 3 dólares y se había marchado después de ello con prisa.
Bradlee estaba aburrido por no ver a aquel que hacía sus días menos grises. A aquel ángel que lo alejaba de las estupideces diarias, aquella figura que se le asemejaba a la inocencia aunque bien, eso no podría ser cierto.
Pero tenía curiosidad.
Se repetía que era un interés pasajero pero ya había pasado cerca de medio año y solo había intercambiado una que otra palabra con él. Y le enojaba, por no tener el control sobre algo tan pequeñito. Se había acostumbrado a tener el control sobre su familia, su relación con Ann, su apariencia social, su empresa, sus accionistas, sobre todo, pero no podía sobre aquel chiquillo. No soportaba la idea de tener algo fuera de su alcance.
Menos a él, a él y sus ojitos grises.
Aquellos ojitos grises similares al mundo que veía a diario, a aquel que estaba tan acostumbrado.
Lucían igual de grises.Pero había algo diferente, tal vez era el poco brillo de éstos, que daban a entender una vida más gris, la vida gris de un ángel quien estaba sometido a aquel color por la injusticia social.
Ángel, quiero hacer de tus ojos unos luceros con brillo peculiar. Y es que había miles de luceros en el cielo nocturno pero los de él, aún con su poco brillo, lucían más particulares a su gusto personal.

ESTÁS LEYENDO
Hola, ángel.
Roman d'amour"Ángel, ¿acaso sabes cómo me rompo mientras caes dormido pensando en aquel que nunca volverá?"