Cincuenta y uno

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Cuando Benson se fue, Jessica y su padre, Ramsés Gaius, se quedaron en el Ole Au Lait para hablar del resto del plan a seguir aquella noche. Ninguno de los dos había pedido nada de comer ni de beber, pero ni Copito ni Rick el cocinero estaban por la labor de darles la lata al respecto.
No mucho después de que Benson se fuera con el firme propósito de regresar trayendo el Santo Grial, Jessica expuso cuál era su opinión.
—Voy a decirte una cosa, padre —se quejó a la imponente figura de Gaius, sentado al otro lado de la mesa—, por nada del mundo pienso permitir que se me acerque ese libidinoso montón de escoria. Ya sé que hemos quedado en que tú podías escogerme al que será mi nuevo compañero en la vida, pero si crees que voy a consentir que ese asqueroso me ponga las manos encima, ya puedes buscar a otro.
Su padre permitió que por su rostro se extendiera una sonrisa. Si no llevara puestas las gafas de sol oscuras, ella habría visto cómo se le iluminaba visiblemente el ojo bueno en un gesto de aprobación.
—No me decepcionas, querida —le dijo—. Sigues tan pendenciera como siempre. No me extraña que hayas durado tanto. Pero no temas, Randy Benson no es el único candidato que he escogido para que sea tu compañero en el futuro, y si he de ser sincero debo decir que es el que menos me gusta.
Me recuerda a tu último esposo, Armand, un gusano vil, traicionero y poco de fiar. Tengo la corazonada de que perecerá a manos de Kid Bourbon antes de lograr siquiera poner las manos de nuevo en el Santo Grial. — Hizo una pausa para reflexionar y luego continuó —: Verás, en realidad esto nos favorece. Que esos tres Cerdos idiotas matasen al hermano de Kid ha distraído a éste y nos ha permitido a nosotros tomarle la ventaja.
—¿A qué te refieres?
—Piénsalo, querida. Por lo visto, desconoce que tú vuelves a estar en las calles. Y a mí, si me viera no me conocería. Está demasiado atareado en perseguir a Benson y a sus colegas para preocuparse de nosotros. Si, tal como sospecho, mata a Benson, uno de los otros candidatos que he elegido para compañeros tuyos acabará con él cuando menos se lo espere.
—¿Y quiénes son los otros nominados? — Jessica estaba deseosa de saberlo.
—El segundo es Robert Swann, el que escogí para que hiciera de guardián de esos dos idiotas, Dante y Kacy. Lo elegí porque es descendiente directo de un antiguo amigo mío. Él no lo sabe, por supuesto, pero lleva sangre real en las venas. Si a eso le sumas la sangre de vampiro que llevas tú, en mi opinión formaréis una pareja interesante.
Jessica miró fijamente a su padre, dudando de que estuviera hablando en serio. El captó su expresión de desdén.
—¿Qué? — le preguntó en tono de no entender.
—¿Te estás cachondeando de mí?
—Swann es un buen espécimen masculino y un asesino despiadado — protestó Gaius.
Jessica sacudió la cabeza en un gesto negativo.
—Me cuesta creerlo. Mi padre es un retrasado.
—¿Disculpa?
Entonces Jessica se levantó e hizo una declaración a toda la clientela y el personal del café.
—Deseo hacer saber a todos los presentes que este hombre, Ramsés Gaius, es un retrasado mental. Gracias. — Y a continuación sonrió a su padre, el cual le respondió furibundo:
—Haz el favor de sentarte.
—Siéntate tú.
—Yo ya estoy sentado. Jessica negó con la cabeza.
—¿Sabes siquiera lo que significa «sentarse»? ¡Porque es obvio que no sabes lo que es un violador!
—¿Cómo dices?
—Tienes que haber perdido la cabeza. ¡Benson y Swann son violadores en serie! ¿Qué padre iba a intentar emparejar a su hija con un violador?
—Un padre que piensa hacerle un estupendo regalo de bodas.
—¿Cuál?
—Los cadáveres de todos tus enemigos. Esta noche, para cuando finalice la hora de las brujas, Kid Bourbon estará muerto, también estará muerto ese necio de Dante Vittori, que lo ayudó a acribillarte a balazos el año pasado, y también estará muerto para entonces el último de los monjes de Hubal. A cambio de eso, deseo elegirte yo el marido.
—Pues perdona que no esté bailando de alegría. ¿No podrías haberme regalado flores?
—No seas cursi.
—No puedo evitarlo.
Jessica estaba en pie, con las manos en las caderas, desempeñando el papel de hija desobediente ante su progenitor, y éste ya empezaba a cabrearse.
—Jessica Xavier, siéntate y compórtate —le ordenó—. No he pasado estos nueve últimos meses intentando dar contigo para emparejarte con una persona a la que no soportas.
¡siéntate!
Por una vez, la reina de los vampiros obedeció y volvió a sentarse a la mesa, frente a su padre. Los demás clientes del café reanudaron sus conversaciones, ahora que la escenita parecía haber concluido.
—Hablo en serio —dijo Jessica en voz mucho más baja, susurrando casi—. Los dos son violadores.
—Vamos —dijo Gaius defendiendo su postura—. Ambos tienen defectos, sí, pero aparte de ser violadores, los dos son buenos candidatos, ¿no te parece?
—No, no me parece una mierda. Si estoy dispuesta a aceptar esto del matrimonio concertado es solamente porque mi último marido te traicionó. Reconozco que encerrarte momificado en una tumba durante varios cientos de años fue pasarse un poco, pero si no te lo vas a tomar en serio, tendré que estudiar de nuevo mi posición. Si insistes en emparejarme con uno de esos dos delincuentes sexuales en serie, te aseguro que me quedaré viuda antes de que finalice la noche de bodas.
Gaius dejó escapar un suspiro.
—Qué quisquillosa eres. Pero por suerte existe un tercer candidato, que no es un violador.
—Algo es algo.
—De hecho —prosiguió su padre—, comparte un cierto vínculo contigo. —Hizo una pausa para causar un efecto teatral—. Ambos odiáis a Kid Bourbon.
Jessica, intrigada en contra de su voluntad, alzó una ceja.
—Sigue, cuéntame más. Pero si vas a decirme que se trata de Sánchez, el camarero, me largo de aquí en este momento.
—¿Y qué tiene de malo Sánchez? Le gustas, ¿no es verdad?
—Estarás de coña, ¿no? ¡No será Sánchez! Dime que no es Sánchez.
—No. No es Sánchez, cariño. Se trata de un hombre que se adapta mucho mejor a tus gustos. Un hombre muy respetado. Y también muy musculoso. ¿Quieres ver una foto?
—Cómo no.
Gaius extrajo una fotografía a color de diez por quince del bolsillo interior de la chaqueta y la deslizó sobre la mesa en dirección a Jessica. Ésta se la arrebató y la estudió por espacio de unos instantes. Su expresión delató lo que estaba pensando.
—Sí, este tío sí que me gusta —dijo, sonriente.
—Estupendo, porque sospecho que va a ser el que esta noche mate a Kid Bourbon en tu nombre —repuso Gaius.
—¿Cómo puedes estar tan seguro de que Kid va a morir esta noche?
—Me he ocupado de que así sea, querida. Esta noche morirán Kid y su cómplice, Dante Vittori, y también ese monje de Hubal.
—No dejas de repetirlo, pero ¿cómo lo sabes?
—Lo sé, querida, porque mientras tú te has pasado estos meses durmiendo, yo he estado viajando. He trasladado a otro sitio mi antiguo libro, el Libro de la Muerte. Ahora figuran en él los tres, con sus nombres. Morirán esta noche. La única incógnita es el modo y, quizás, a manos de quién.
A Jessica se le descolgó la mandíbula. Dio la impresión de estar a punto de abrazar a su padre, de tan contenta que estaba.
—¿Me permites que a uno de ellos lo mate yo? —solicitó. Gaius negó muy despacio con la cabeza y sonrió. Tenía una hija de lo más malvada, y la amaba por eso.
—Voy a decirte una cosa. Puedes encargarte del monje. Si lo matas antes de que nadie le ponga la mano encima, puedes recuperar mi Ojo, que él lleva al cuello. Si haces eso, te dejaré que elijas tú misma a tu marido. ¿Qué te parece?
—Oh, es un trato justo, padre.
—Estupendo. —Gaius introdujo un dedo por detrás de las gafas de sol y dio unos golpecitos a la esmeralda que llevaba en el lugar del ojo—. Cuanto antes pueda librarme de este ojo verde de mierda y recuperar mi Ojo de verdad, antes quedaremos libres para siempre de la luz del día. Y entonces serán los no muertos quienes gobiernen el mundo. Y yo seré todopoderoso otra vez.

El Ojo de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora