El capitán De la Cruz estaba sentado ante la mesa de su despacho, escribiendo en el teclado en su ordenador. Se había estirado de manera considerable el cuello de la camisa, a base de tirarse constantemente de él a lo largo de una hora. Tirarse del cuello de la camisa era una cosa que hacía cuando la situación lo irritaba. Y en aquel preciso momento lo estaba irritando.
Las persianas de la ventana que tenía detrás estaban bajadas, con lo cual no dejaban pasar el poco sol que quedaba ya. Los finos haces de luz azul clara que conseguían filtrarse por entre las láminas iluminaban las motas de polvo que le flotaban alrededor de la cara, lo cual le resultaba casi tan irritante como la pantalla de ordenador que miraba con el ceño fruncido. Su gesto de frustración indicaba que no estaba haciendo muchos progresos con lo que tenía entre manos. Teniendo esto en cuenta, Hunter tocó tímidamente con los nudillos en la puerta de cristal del despacho y aguardó a que su capitán le indicara con una seña que podía pasar. De la Cruz hizo la seña en cuestión, de modo que Hunter, tras propinar un puntapié a la base de la puerta, que siempre se trababa y nunca se abría con facilidad, entró. Acto seguido, volvió a cerrar la puerta casi del todo y se quedó de pie detrás de la silla colocada a un lado de la mesa, con las manos apoyadas en el respaldo.
De la Cruz levantó la vista.
—¿Por qué todo el mundo tiene que darle una patada a mi puerta, a ver? — preguntó—. ¿Por qué no empujáis un poco más fuerte y ya está? ¿Tan difícil es eso?
Hunter respondió con una sonrisa contrita, pero también comprensiva.
—Te veo un poco alterado. Y he decirte que yo estoy igual.
Se quitó la chaqueta marrón de paño y la colgó en el respaldo de la silla, después tomó asiento y se estiró el cuello del jersey marrón. Al hacer esto último, sin darse cuenta imitó a su superior.
De la Cruz aporreó por última vez el teclado y apartó la atención de la pantalla del ordenador para centrarla en su colega.
—Igual, ¿cómo? —le preguntó.
—Igual de molesto por lo que sucedió con ese chico retrasado —contestó Hunter rascándose la barbilla.
—Ah, eso. —De la Cruz hizo una mueca de desagrado—. No, la verdad es que no es eso lo que me tiene irritado. Por lo menos, no es exactamente eso. Eso me reconcome, sí, pero no tanto como lo que sucedió justo después. Lo que me preocupa de verdad es que Benson dio su nombre a la persona que estaba al teléfono del chico. ¿En qué coño estaría pensando?
—Sí, eso también me preocupa a mí. ¿Tú crees que el que estaba al teléfono era Kid Bourbon?
—¿Es que tú lo dudas? —replicó De la Cruz al tiempo que pulsaba varias veces la tecla de espaciado del teclado para crear una melodía sin sentido.
—Sí, ya lo sé. A Benson se le está desmadrando totalmente el ego. Lo suyo no es precisamente la discreción. En tu opinión, ¿deberíamos hacer algo al respecto? — preguntó Hunter sabiendo la respuesta de antemano.
—Sí. Está convirtiéndose en... cómo decirlo, en una carga. No me cabe la menor duda de que Kid va a ir a por él a partir de ahora. Y puede que también venga a por nosotros. Hemos perdido el elemento sorpresa, Hunter, y hemos matado al puto hermano retrasado de Kid. Si no está ya buscándonos, lo estará bien pronto, cuando haya encontrado a Benson. O sea, joder... —De la Cruz había ido calentándose, y lo hizo obvio cuando golpeó la barra espaciadora con un poco más de rabia—. Benson reveló con demasiada facilidad quién era. Con que Kid lo someta a un poco de presión, desvelará también nuestros nombres. Esto es muy grave.
De la Cruz estaba poniéndose cada vez de peor humor. Acababa de expresar en voz alta lo que estaban pensando los dos, pero sin decirlo, desde la matanza perpetrada la noche anterior.
—¿Quieres que me encargue de hacer desaparecer a Benson? —propuso Hunter.
—Sí que quiero, pero hay un problema. No tengo forma de dar con él. Ese cabrón escurridizo se ha largado a algún sitio. Ya nos ocuparemos de él cuando llegue el momento, pero pienso que lo primero que tenemos que hacer es hablar con Kid Bourbon antes de que él dé con Benson y nuestro querido colega empiece a cantar como un puto ruiseñor.
—¿Crees que Benson no será capaz de resistirse a Kid?
—Hunter, tú y yo seríamos capaces de resistir a Kid, pero Benson no tiene nada de aguante. Si la nueva fuerza que tenemos es tan grande como pensamos, cualquiera de nosotros debería ser capaz de barrer el suelo con ese hijoputa ciego de bourbon. Pero no creo que debamos correr el riesgo de enviar a por él a Benson.
—De acuerdo. Entonces, ¿qué tienes pensado?
—Echa un vistazo a esto —dijo De la Cruz girando un poco el monitor para que Hunter viera bien lo que había en pantalla.
—¿Qué es? —preguntó el otro mirando la imagen de vídeo en blanco y negro que mostraba el ordenador.
—Imágenes tomadas por un circuito cerrado de televisión. —¿De qué?
—De la masacre que tuvo lugar aquí, en la comisaría, el año pasado, en la noche del eclipse, cuando Kid Bourbon mató a todos los policías que estaban de servicio y a aquella recepcionista tan guapa, Amy Webster.
Hunter observó las parpadeantes imágenes de televisión, que en aquel momento estaban en pausa y resultaban difíciles de descifrar.
—¿Y qué parte es ésta? —preguntó.
—Aquí es cuando Kid mata a Archie Somers clavándole ese puto libro en el pecho.
—¿Y cómo demonios ha llegado este vídeo a tu poder? —inquirió Hunter—. No sabía que en la comisaría tuviéramos un circuito cerrado de televisión.
—Lo he encontrado en You Tube.
—¡No jodas!
—No seas imbécil, es coña. Resulta que hace un tiempo Asuntos Internos instaló cámaras de televisión en secreto para tenernos a todos controlados.
—Pero seguro que es ilegal.
—Lo hicieron en Arma letal 3 —repuso De la Cruz encogiéndose de hombros.
—Ah, bueno —respondió Hunter con una mueca de desagrado—, si en las películas se puede hacer, supongo que nosotros aquí también.
De la Cruz volvió a encogerse de hombros.
—Exacto, Dick.
Pulsó la barra espaciadora y el vídeo se reanudó. Hunter contempló en la pantalla los últimos momentos de Archie Somers. El detective atacó primero a Kid Bourbon, y a continuación, tras un breve forcejeo y un intercambio de frases, retrocedió tambaleándose en medio de una bola de llamas y por fin se convirtió en humo y cenizas. Una vez desaparecido Somers, Kid (que estaba de espaldas a la cámara) se encaminó hacia la salida de la comisaría, y allí terminó la cinta.
—Genial —comentó Hunter—. ¿Tenemos algo que aprender de esto?
—Pues lo cierto es que sí, creo que sí —respondió De la Cruz tirándose nervioso del cuello de la camisa—. Verás, Kid no es lo que tú piensas.
—Bueno, yo pienso que es un asesino en masa. ¿Es un asesino en masa? —Pues... sí...
—Entonces es exactamente lo que pienso.
De la Cruz forzó una sonrisa.
—Un tipo gracioso, ¿eh? Pero ahí está la cosa. He visto este vídeo un centenar de veces, y siempre hay un detalle que me preocupa.
—¿Cuál?
—¿Por qué Kid Bourbon no se llevó consigo El libro sin nombre? ¿Es porque no le preocupa lo más mínimo, o a causa de esto? —Se sirvió del ratón para retroceder un poco en la barra de «reproducir» que aparecía en pantalla. Luego volvió a pulsar la barra espaciadora y el vídeo comenzó a avanzar de nuevo—. Observa esto.
Hunter se fijó más detenidamente. Vio cómo iban pasando las imágenes grabadas y se concentró en intentar descubrir algo que antes se le hubiera pasado por alto. Pero no hubo nada que le llamara la atención mientras contemplaba fascinado al detective que se iba a las profundidades del infierno en medio de una bola de fuego. Al final de la grabación vio que Kid se llevaba una mano al cuello y seguidamente la retiraba y se miraba los dedos. Uno o dos segundos después volvió a echarse la capucha sobre la cabeza y se dirigió a la salida.
—Es lo bastante listo para no enseñar el rostro a las cámaras que ni siquiera nosotros sabíamos que se hallaban ocultas en esta comisaría —señaló Hunter—. Pero siempre hemos sabido que es un tipo listo. No tenemos ni una sola imagen de su rostro. Es demasiado inteligente, siempre sabe dónde están las cámaras. Aunque no lo sepamos nosotros.
—Se te ha pasado el momento clave —replicó De la Cruz, haciendo retroceder una vez más la grabación de vídeo. Esta vez fue un poco más atrás e hizo una pausa en el forcejeo de Somers con Kid, justo antes de que Somers comenzara a ser consumido por las llamas. Hunter miró fijamente la pantalla durante unos segundos, y entonces vio lo que pretendía mostrarle De la Cruz. Su capitán asintió con la cabeza.
—Exacto, ahí lo tienes. Nuestro colega Somers alcanzó a morder a Kid en el cuello. Si contamos hasta diez a partir de ahí, Kid está a punto de convertirse en un chupasangre. Ya no puede tocar el libro, porque Somers lo ha transformado. Es un puto vampiro, como lo somos nosotros.
—¡Santo cielo! —susurró Hunter en tono audible y con la mandíbula descolgada, un gesto que delataba su profunda sorpresa—. Me cuesta creer que se me haya pasado por alto.
De la Cruz estaba sumido en una intensa reflexión, con la mirada fija en la puerta de cristal del despacho, que no estaba cerrada como Dios manda.
—¿Sabes una cosa? —dijo pensando en voz alta—. No creo que esto fuera tan importante anteriormente. La verdad es que no viene a cuento, pero es que he estado pensando. Verás, Kid ha conseguido un poco más de lo que pretendía. Y eso nos beneficia mucho a nosotros. Vamos a poder seguirle la pista, estoy seguro de ello.
—¿Cómo? —inquirió Hunter—. ¿De qué forma nos va a ayudar eso a dar con él?
—Piensa un poco. Ahora Kid tiene los mismos instintos de vampiro que nosotros, ¿no? Es lógico.
—De acuerdo, sí, va a experimentar la sed de sangre humana, y se le puede matar con cosas como el libro ese, ¿no? —Hunter guardó silencio durante unos instantes—. No lo pillo, ¿verdad? ¿Adonde quieres llegar?
El otro detective continuó con la vista fija en la puerta de cristal, pero se inclinó sobre la mesa para aclarar lo que quería decir.
—Utiliza un poco más el pensamiento lateral, amigo mío. Si Kid tiene todos los instintos de los vampiros, tiene que haber sufrido un importante cambio de personalidad que tú no has mencionado.
Hunter meneó la cabeza, confundido.
—¿Cuál?
—El buscar compañía. Kid ha sido siempre un lobo solitario, ¿no es cierto? —¡Que me jodan! —Por fin Hunter comprendió lo que intentaba decir su capitán. —¿Piensas que se habrá introducido en alguno de los clanes?
—Sí —contestó De la Cruz volviendo a mirar el monitor y pulsando de nuevo la barra espadadora antes de observar una vez más el momento en que Kid era mordido por Somers—. Seguro que nuestro hombre lleva una temporada viviendo entre nosotros. Por supuesto, la pregunta del millón es qué nombre está empleando. E igual de importante —añadió, agitando el dedo en dirección a su colega—: en qué clan se está ocultando.
—¡Dios mío! —Si a estas alturas aún no ha deducido que tú y yo hemos tomado parte en el asesinato de su hermano, no tardará mucho en descubrirlo. Ya se ha esparcido el rumor por todos los clanes, y joder, hasta Sánchez está enterado, o lo ha adivinado, y eso que no es más que un puto camarero.
De la Cruz asintió con gesto ceñudo.
—Sí, ya lo sé. Pero tengo un plan —anunció al tiempo que abría uno de los cajones de la mesa—. Sacó el teléfono móvil que le habían quitado a Casper después de asesinarlo—. Llévate este teléfono al Abrevadero. Pulsas «rellamada» y te fijas a ver a quién le suena el teléfono. Así descubrirás quién es Kid Bourbon y en qué clan se ha metido. No tienes más que matar a la persona a quien le suene el móvil.
—¿Y si no le suena a nadie?
De la Cruz se reclinó en su sillón, exasperado.
—No sé. Pues no mates a nadie. O mejor todavía, mata a todo el mundo.
Hunter veía que a su jefe se le estaba agotando la paciencia, pero no advirtió el sarcasmo.
—Oye, con esa actitud que tienes, capitán, deberías pensarte la posibilidad de hacer carrera en la Iglesia.
—Totalmente de acuerdo. En mi opinión, están dejando pasar ideas muy buenas. Ahora coge ese teléfono, hazme el favor, y lárgate de aquí de una vez.
Le lanzó el móvil a Hunter, el cual lo atrapó en el aire y se levantó de su asiento, presto para marcharse.
—¿Me acompañas? —preguntó.
—No. Si me necesitas, no tienes más que llamarme. Pero de momento voy a intentar averiguar qué coño le ha ocurrido a Benson.
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El Ojo de la Luna
Gizem / GerilimQuiero compartir este maravilloso libro, que es la secuela de "El libro sin nombre". Después de este libro, le siguen "El Cementerio del Diablo" y "El libro de la Muerte". Ya los he leído todos y quiero compartirles este, ya que nadie más lo ha pub...