Capítulo 17: Bajo tu mirada

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El problema es cuando solo hallas tristeza y dolor en tu interior. En algún momento solo quedará lo negativo dentro de ti y te sentirás la persona mas desgraciada del mundo. Recordarás los momentos malos y no los buenos porque ya no quedará nada positivo en ti. Parecerá que lo han arrastrado todo. Necesitarás un cable a tierra que te conecte con la realidad y te haga ver todo lo que ocultas bajo la nube gris de tu mirada. Solo esa persona parece tener la solución. Pero no está. Se ha ido. Es hora que enfrente tus problemas y te des cuenta que la solución está en ti, no en los demás. Sos luz, no oscuridad, no puedes vivir sumergido en ella porque empezaras a ver las cosas con frialdad y odio, y eso terminará matándote. Te saca las fuerzas, te hace sentir inútil y desprotegido. Te hace pensar que no sirves y que solo sos un error en este mundo. Te sientes obligado, sin decirlo, a pedir perdón cuando tu sos el dañado. Sientes esa culpa que nadie jamas te ha hecho sentir. Pero sigues allí parado intacto, sienten que lanzas flechas tratado de atravesar sus cuerpo pero en realidad son sus flechas, se matan a si mismos tratándote de ese modo. Sos oscuridad y luz al mismo tiempo. Sos rabia y amor. Te matan por dentro, destruyen tu alma y hacen que sientas cada pedazo que cae dentro de ti. Mueres de dolor. Por fuera sos una piedra con ojos rojos aguantando el llanto, te muestro firme pero sos débil. Sus palabras hieren cada parte de tu cuerpo como puñaladas a un inocente. Te sientes culpable pero no pronuncias palabra alguna, sos estático en sentimientos pero abundante en emociones. Te quiebras una, dos, tres veces, y pareces acostumbrarte, pero siempre te sorprenden como digno lobo. 

Otra vez. Me desperté exaltada. Era tarde.  Sentía un vacío en mi, pero parecía ya no estar asustada. Por primera vez había dejado de soñar con aquel mar de sangre que me atormentaba cada noche. Cerré los ojos y puse mis sentidos en acción. Silencio y más silencio. Me gustaría haber podido sentir el aroma a pastel casero de mamá o el perfume de papá que utilizaba casi tres veces al día. Me hubiera gustado escuchar sus voces, opinando sobre algún partido de baloncesto, sobre las noticias o simplemente sobre política. Extrañaba oír los tacones de mi madre golpear contra el suelo de madera y la maquina de escribir de mi padre que producía un ruido desesperante. Sin embargo no podía recordar que había pasado antes de quedarme dormida.  Luego de contemplar las rajaduras del techo blanco recordé que había estado arreglandole el cabello a Mía, que la fiebre de Glenn había cesado y que luego la pequeña me rogó para que le contase una historia antes de ir a dormir. El día comenzaba, otra vez. La búsqueda desesperada por sobrevivir un día más. Escuchar esos monstruos detrás de la pared. Luchar por la vida. Me sentía cansada de esa rutina, sin saber que lo que vendría sería peor, casi impensable para mi.

Coloqué mis pies descalzos sobre la madera fría de la sala. Aparté algunos mechones de pelo que me tapaban el rostro y bostecé como si hubiera sido la mejor noche de mi vida. Contemplé mi alrededor. Glenn dormía y parecía estar bien, su rostro ya no estaba tan pálido a simple vista. Junté fuerzas para ponerme de pie y estiré mis brazos para calmar con el dolor de espalda. Observé el pasillo, la puerta de la habitación donde dormía Mía aún estaba cerrada, así que traté de no hacer demasiado ruido. Me dirigí a la cocina y tomé una caja de cereales. Noté que las provisiones ya eran pocas lo que me hizo hacerme la idea de que pronto tendría que salir en busca de más. Me senté junto a la gran radio que papá solía conservar como reliquia. Según él había acompañado al abuelo toda su vida con las mismas baterías, lo que nunca llegué a creer por completo. Traté de encenderla pero no lo hizo, de todos modos no habría que escuchar. Sentí un ruido así que me di vuelta, desde donde me encontraba observé que Glenn estaba incorporado en el sillón. Me alegré y me acerqué a él.

-Veo que ya te sientes mejor...-dije y me senté a su lado- Déjame ver tu herida-continué.

-Está bien-dijo ignorándome.

-¿Que ocurre?-pregunté notando cierta tensión en él. Se pasó la mano por el cabello y me miró.

-No debiste salir

-Glenn, por favor-dije algo agotada.

-¡No debiste!- continuó alterado.

-¿Que ocurre contigo? Estaba tratando de curarte.

-No lo entiendes.

-No, no lo hago, porque tu no me has contado nada. Ya no se que es lo que tengo que saber, Glenn- respondí gritando.

La puerta de la habitación de Mía se abrió  y la pequeña se asomó. 

-¿Por qué pelean?-preguntó.

-No ocurre nada, Mía. Puedes estar tranquila- le dijo Glenn. Lo miré con ojos fulminantes y me levanté del sofá. Era increíble. Había arriesgado mi vida allí afuera para salvar la suya. Conseguí medicamentos únicamente para él. Maté a un hombre por él y me enfrenté a los caminantes para llegar y curarlo, y luego me dice que no lo entiendo. Está claro que yo no entendía nada en ese mundo, no sabía hacer nada y me sentía una completa inútil, pero él tenía que entender que yo no nací preparada para eso. Crecí preparándome para enfrentarme a un mundo al que aparentemente conocía, en donde todo era rutinario. Donde había que seguir a los demás. Ir a la escuela, estudiar, llegar a la universidad, conseguir trabajo, casarse, tener hijos, y asegurarse de que tus hijos cuiden de ti cuando tu ya no puedas. Se suponía que debería haber seguido viviendo esas etapas. La vida nunca me advirtió y se que a él tampoco, pero él parecía adaptarse, y yo no. Eso no era lo que mundo debía haber sido.

Coloqué ambas manos sobre la mesada de la cocina y suspiré. 

-¿Quien es Clara?-dije sin dar demasiadas vueltas. Glenn me miró y supo que me estaba dirigiendo a él.

-¿De que hablas?

-Ya sabes, quiero que me cuentes que es lo que te atormenta a ti.

-Maggie...

-¡Glenn! Vivo cada día aquí con dos personas que apenas conozco, están ambos en mi casa y no se nada sobre ustedes. Es verdad que estoy agradecida que estén acá, pero quiero saber quienes son. Quiero saber quien sos.

Mía observó de lejos, dio media vuelta y se dirigió hacia la habitación. 

-¿Sigues teniéndome miedo?-preguntó acercándose a mi.

-No sabes lo que dices. Nunca te tuve miedo.

-Claro que si, Maggie. Veo como me miras todo el tiempo. 

-Estoy harta de todo esto, ya no lo soporto.

-Tu problema es que piensas que todo te esta ocurriendo solo a ti. Debes salir de tu burbuja. No eres la única que ha perdido algo en este tiempo. Debes darte cuenta que el dolor no se irá, solamente se quedará en una parte de ti hasta que te acostumbres a lidiar con él. Mira a tu alrededor. Tu no eres la única que está sufriendo.

Casi con lágrimas en los ojos me retiré hacia la ventana. Respiré profundo y traté de olvidar todos los insultos que tenía guardados para él. Mi mente quedó en blanco otra vez. Él tenía razón. Mi egocentrismo me estaba consumiendo.

-Sabes lo difícil que es para mi salir y enfrentarme a ellos...

-Entonces ¿Por qué saliste?-dijo acercándose a mi.

-Por que te quiero aquí conmigo.


CUANDO LOS MUERTOS VIVEN -The walking dead (Maggie y Glenn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora