Capítulo 19: El rostro del terror

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La sensación que me producía sentir su boca sobre la mía hacía estremecer cada parte de mi cuerpo. Su rostro se encontraba hundido en mi cuello. Su cabello me hacía cosquillas y sus manos en mis caderas me hacían tocar el cielo con las manos. Miré su rostro y comprobé que estaba pasando. Glenn estaba sobre mi ahora tratando de sacarme la camiseta de color azul que llevaba puesta. Sus manos se deslizaban sobre mi abdomen y yo  no dejaba de contemplar su boca y como deseaba que se encontrase con la mía nuevamente. Sus ojos prendían fuego y yo solamente quería tenerlo cerca. Cada vez que sus labios se separaban de los míos parecía perderlo todo. Por un momento me quedé observando su mirada. Algo había cambiado. Eran sus ojos pero parecían no serlo. Sentía una distancia tan grande entre ambos que me hizo dudar por algunos segundos. Él no paraba de besarme, pero ahora no lo hacía como antes, apretaba sus manos contra mi y mordía mis labios. Estaba lastimándome. Sus uñas se clavaban en mis brazos y me hacía gritar de dolor. Podía notar como mis brazos se iban abriendo y cubriéndose de sangre. Enseguida sentí como mis labios se abrían y dejaban en mi boca ese gusto horrible a hierro típico de la sangre. Estaba cubierta en ella. Sentía dolor y miedo. Pero noté que tenía los ojos cerrados así que los abrí. Allí estaba él, aún sobre mi, pero su rostro comenzó a moverse raramente. Estaba mareada, pronuncié su nombre y de repente entendí. Aquel que estaba sobre mi no era Glenn, era el hombre que había matado. Estaba allí, sobre mi cuerpo, lastimándome. Levantó su arma y apretó el gatillo.

Desperté.

Mi cuerpo sudado no dejaba de temblar. No podía entender que era lo que tanto me atormentaba, no podía entender como se me hacía tan complicado de olvidar, o simplemente de superar. En ese momento dejé de pensar en ese hombre. Me detuve a pensar en la primera parte. En como Glenn besaba mi cuerpo, en los sentimientos y emociones que me provocaba tenerlo tan cerca. Sentía como si hubiera sido real, como si en ese momento aún pudiera sentir sus manos afirmadas en mi cintura o sus besos en el cuello. ¿Que diablos me estaba sucediendo? Me senté y comprobé que había pasado la noche con Mía a mi lado, entonces recordé la discusión que habíamos tenido con Glenn el día anterior. Pasé las manos sobre mi rostro dispuesta a distraerme y olvidarme de lo que acaba de analizar. No sabía con que faceta de Glenn me encontraría al salir de la habitación. Tampoco había terminado de entender que era lo que había causado todo eso. Había algo en él que no me terminaba de cerrar por completo. Quería conocerlo, saber cuales eran sus preocupaciones y entender de una vez que cosas tendrían que preocuparme a mi. Pero es que a veces al mismo tiempo me daba miedo, tenía miedo de llegar a conocerlo por completo y descubrir que nunca fue lo que pareció. Sus miles de secretos me llevaban a la duda todo el tiempo. Sus cambios de humor me preocupaban y hubiese querido contenerlo, servirle de ayuda, pero él parecía querer lo contrario.

Tapé a Mía con la frazada y salí de la habitación. Llegué a la sala pero allí no había nadie. Glenn no estaba. Busqué en la cocina y en el baño. No había rastro de él. Fue cuando asomé la cabeza por la ventana que por fin lo visualicé. Estaba sentando en la vereda de enfrente, mirando a la nada. Desde allí arriba se veía tan indefenso y débil que se me estrujaba el corazón. 

Abrí la puerta del apartamento y algo finalmente cambió.  El cuerpo del hombre ya no estaba en el pasillo aunque el olor putrefacto seguía allí. Bajé las escaleras, crucé la calle y me senté en la vereda, a su lado.

-¿Tu lo has sacado?-dije refiriéndome al cuerpo del hombre. Se limitó a asentir y bajar la cabeza- ¿Que haces aquí afuera?- pregunté.

-Necesitaba tomar un poco de aire fresco-dijo analizando el arma que tenía en la mano.

Levantó su rostro y me miró fijamente a los ojos. Recordé mi sueño, donde su boca se encontraba con la mía. Ese hombre estaba generando en mi algo inexplicable pero aún no quería reconocerlo. Le sonreí y él hizo lo mismo. 

-Aquella noche...la noche que encontramos a Mía, mientras estaba en la ventana vi a dos de ellos. Dos de "los bravos" estaban caminando por la calle. Se que sonará raro pero estaban buscando algo, estoy seguro, algo ocurrió la noche en la que la madre de Mía murió, hay algo más.

-¿Por qué no me has dicho antes?-pregunté enseguida pero sin alterarme.

-No quería preocuparte.

-¿El hombre que entró a la casa... era uno de ellos?

-No estoy seguro, conozco solo a diez de ellos, pero nunca encontramos su campamento, no se cuantos más puedan haber.

-Entonces...-dije dudosa.

-Fue por eso que me enojé contigo anoche, no tenía derecho a hacerlo porque tu no lo sabías, pero quiero que sepas que solo quería...solo quería mantenerte a salvo y al ver que tu habías salido sola, solo por mi...No podría soportar que te ocurriese algo por mi culpa, ¿sabes?

Tomé su mano y él me miró. Sonreí otra vez. 

-Gracias-le dije.

Unos aterradores gruñidos y respiraciones profundas se iban acercando a nosotros. Glenn se puso de pié y clavó un cuchillo en la cabeza de uno de ellos. Yo tomé el mio de mi cinturón e hice lo mismo con el otro. Ambos cayeron al piso desplomados dejando una de mis remeras favoritas cubierta de sangre.  

-Al parecer no te queda mucho por aprender-sonrió él al verme matar al caminante sin problema.

-Quiero que me enseñes a disparar-dije.

-Esta bien, pero tendremos que ir más lejos, si lo hacemos aquí los disparos los atraerán a la casa.

Asentí.

Para la tarde la última caja de cereales estaba vacía. Aún quedaba comida enlatada y algunas botellas de agua que serían suficiente para dos o tres días. Mía no paraba de saltar en la cama, el aburrimiento la estaba consumiendo. Glenn miraba por la ventana sin encontrar algo mejor que hacer, así que me pareció un buen momento para que él me enseñara a disparar.

Caminamos cerca de un kilómetro al norte, no sin antes tener que enfrentarnos a aquellos monstruos. La verdad que una de las cosas mas complicadas a la hora de vivir en una apocalipsis era tener que cuidar de niños. Era difícil en todos los sentidos, tener que protegerlos todo el tiempo, ver sus caras de terror y tratar de ponerse en su lugar y lo aterrador que debe ser ver esas cosas con corta edad. Pero  a la vez era imposible negar la positivismo que generan. Estaba empezando a querer tanto a esa niña que no me imaginaba un día sin ella. En el camino me detuve a pensar en lo que me había dicho Glenn. La idea de que "los bravos" pudieran estar cerca de nosotros me producía temor. Pero él lo había dicho, estaban buscando algo. Aquella noche encontrar el cuerpo de la madre de Mía, al parecer no fue lo único que ocurrió. Glenn sabía que había algo más en todo eso. Pero otra vez estaba allí, ocultándomelo. Tal vez para evitar el terror en mi rostro.

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CUANDO LOS MUERTOS VIVEN -The walking dead (Maggie y Glenn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora