Capítulo 12: Preso con ganas de libertad

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El ruido que provocaban las astas del helicóptero hacían que mi piel se erizara por completo. Me había vuelto más temerosa de lo habitual, y de tan solo imaginar el caos que acontecía afuera quedaba en estado de trance. Igualmente la ventana de mi habitación se mantenía abierta y la cortina de color verde se movía cada vez que una fresca y agradable brisa golpeaba contra ella. Me preguntaba cuánto faltaba para que todo terminase, quería salir a la calle, ir a la universidad y estar con mis amigos, anhelaba mi vida de antes, aquella que hacía cuatro semanas había desaparecido. Mis padres actuaban como si no ocurriese nada, todo formaba parte de la rutina pero era imposible ignorar el miedo en sus ojos. Mi abuela por su parte entendía muy poco sobre lo que estaba sucediendo, dormía casi todo el día y salía de su habitación solamente para ver la novela de la tarde. Jack por su parte seguía distante y esa actitud me molestaba muchísimo, a veces era tan irritante que era capaz de echarlo de la casa y que se arreglara por su cuenta, pero a pesar de todo lo seguía queriendo y esa idea se borraba cada vez que me sonreía.
El helicóptero negro con letras blancas pasaba por casa casi cinco veces al día, seguramente tratando de visualizar cuál era la situación en la ciudad. La gente al igual que nosotros no salía de sus casas, se encontraban presos tras las ventanas y con ganas de libertad. Pero aquella libertad a la que estábamos acostumbrados, ya sea la más mínima como poder salir a la calle, se había convertido en lo más temible pues aquellos monstruos atacaban sin piedad. Podrían estar vagando en cualquier lado, en algunos casos el estado de descomposición era tan poco que la gente los confundía con personas en busca de ayuda, o algunos eran tan desagradables que te producían pesadillas por unos cuantos días. He de aceptar que no me encontraba en la peor situación, estaba en casa y papá se había encargado de llevar comida del supermercado familiar, cuando en realidad había gente que no tenía ni siquiera techo donde refugiarse o con que alimentarse. Esa mañana hubo cadena nacional, el presidente aclaró lo que estaba sucediendo y dejó a entender que todo estaba "bajo control". Explicó cuáles eran las medidas a seguir y dejó en claro que se evitara salir a la calle a no sé que fuera altamente necesario. La policía local y el ejército trabajaban en la ciudad y en los suburbios tratando de eliminar a esas "cosas" lo antes posible. Cada tanto se sentían disparos, al principio nos preocupábamos pero con el paso de los días se había tornado normal. Patrick llamaba a casa dos veces al día, preguntaba si todo iba bien y se aseguraba que el supermercado siguiera estable y sin saqueos.
Los reporteros de la CNN parecían ser los únicos que salían de sus casas, informaban cuál era la situación fuera, pero vale destacar que nunca más hicieron referencia a la reportera de pelo morocho que había sido atacada. Los demás canales tenían programadas películas todo el día, ya no había programas en vivo, así que si querías ponerte al día la única opción era la CNN. Era cierto que el mundo era un caos, no sólo era dentro de Estados Unidos, sino que el virus o lo que eso parecía, se había propagado a distintas ciudades. No había a quien pedir ayuda, los países se ocupaban de ellos mismos y no brindaban apoyo a los demás. La vida parecía haberse detenido, la calle le pertenecía a la soledad, las empresas estaban vacías al igual que los colegios.
Jack ahora se encontraba a mi lado leyendo el periódico de hacía aproximadamente un mes, aquel que todos habíamos releído por lo menos tres veces. A veces nos sentábamos a ver las películas de Harry Potter que TNT no dejaba de transmitir, otras veces nos peleábamos y algunas otras vivíamos abrazados en la cama jurándonos que todo estaría bien.
La tarde del 24 de marzo algo ocurrió en la casa de los Parker. Primero se oyeron gritos y luego dos disparos. Alterados nos acercamos a la ventana y al no poder verificar nada Jack insistió en salir a ver. Trataba de hacerle entender que no era seguro salir pero él estaba convencido de hacerlo, así que cruzó la puerta de entrada, bajó las escaleras y corrió hacia la casa de enfrente. Subí enseguida para observar sus pasos desde la ventana. Lo vi golpear la puerta y luego comprobar si ésta estaba cerrada, al parecer no. Ingresó y más nada supe de él hasta que se sintió un grito. El corazón se me aceleró tanto que creí que saldría corriendo hacia él. Mi madre me tomó del brazo y me hizo una seña de que esperará. Y entonces lo vimos salir dejando un rastro de sangre detrás de él. Tomaba su muñeca desecha tratando de aliviar el dolor. Me llevé las manos a la cabeza y sin dudarlo baje a ayudarlo. Mis padres corrieron la mesa que se encontraba detrás de la puerta y me dejaron ir. Al llegar a donde se encontraba lo ayudé a subir las escaleras y ni bien se sentó en el sillón observamos lo que terminaría con su vida. Una mordedura. Sabíamos que era letal. Lo decían en todos lados y ya lo habíamos visto. Una mordida de esos monstruos y ya eras portador del virus. Éste se encargaba de matarte para luego dejarte pasar a ser uno de ellos. Por lo que habían dos opciones, dejarlo morir y convertirse en un muerto andante o terminar con su vida y morir siendo lo que siempre fue.
Mi cabeza daba vueltas, sabía lo que ocurría, lo estaba perdiendo.
-Fue Lizz-dijo- la pequeña Lizz-concluyó sin poder creerlo y cerró los ojos tratando de controlar el sufrimiento.

Veinticuatro de marzo, seis y cuarto de la tarde. El helicóptero volvía a pasar por última vez, aquel que lo veía todo pero a la vez nada.

Veinticuatro de marzo, seis y cuarto de la tarde. El sufrimiento comenzaba. Presa detrás de la ventana y con ganas de libertad.

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CUANDO LOS MUERTOS VIVEN -The walking dead (Maggie y Glenn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora