Capitulo 3: ¿Donde está la esperanza?

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No sé en que momento ni cómo pero el sueño se apoderó de mi y aquel sofá que se había convertido en mi mejor amigo ahora era lo más cómodo que podía llegar a desear. En todo este tiempo sola, nunca creí que me hiciera tanta falta una persona a mi lado, esta claro que Glenn era totalmente desconocido para mi, pero algo en él me generaba confianza y seguridad, tal vez era aquellas palabras que me habían hecho sentir tan bien. Mi vida social, por otro lado, nunca fue de las más envidiables, mis amigos se contaban con los dedos de la mano, pero por lo menos sabía que ellos siempre estarían allí pase lo que pase. Y ahora me pregunto que será de ellos, a veces me hacen tanta falta que el único consuelo posible es observar algunas fotos y recordar los tantos momentos vividos. Me pregunto si estarán vivos o si ya serán uno de ellos, si estarán solos buscando ayuda o si se encontrarán en algún refugio, solamente espero que aún sigan siendo personas. 

La idea de un posible refugio es lo que me atormenta día a día, es decir, antes de que apareciera Glenn yo estaba segura de que no podía ser la única persona viva en el resto del mundo, porque digamos que nunca fui una persona con suerte, bueno, en realidad, no se si estar viva en esta situación se le puede considerar "suerte", pero la idea de estar sola era de las primeras que apartaba. Al principio, cuando la tecnología no había expirado, en el noticiero se nombraban algunos sitios donde recibían personas sanas, sobrevivientes, o algo parecido. Pero creer en la posibilidad de un refugio allí afuera era muy escasa, sobre todo luego de lo que sucedió en mi pueblo. Pues el ejercito construyó alambrados al rededor del mismo, aproximadamente diez cuadras de largo y de ancho, mi casa por suerte estaba dentro del perímetro. Al principio todo transcurría con tranquilidad, la gente se preguntaba que sucedía pero los soldados actuaban con seguridad y no preocupaban a la gente más de lo necesario. La comida, el agua y la seguridad no faltaban, pero hubo un momento, un punto en que algo se sospechaba. Cada vez que el grupo de soldados de nuestro perímetro salía a matar por las noches a aquellas bestias que para nosotros eran lejanas, todo cambiaba, los soldados cada vez eran menos, primero faltaban dos, luego tres, hasta que un día solo volvieron cinco de la expedición. La sospecha comenzó cuando la gente empezó a darse cuenta que el ejercito no mandaba refuerzos o más soldados suplentes y cuando la comida empezó a escasear. Lo que nosotros no sabíamos era que tras aquellos alambrados que nos separaban de la realidad ya no había mas nada, ni ejercito, ni policías, no había más gente en los hospitales, en la ciudad ya no había vida, ya le pertenecía a la muerte.

Los pocos soldados que quedaban en el perímetro no tardaron en darse cuenta que lo peor todavía no había sucedido, estábamos en el centro de la ciudad, rodeados de aquellos monstruos, era evidente que los ruidos y luces en algún momento los atraerían a todos juntos, entonces tomaron sus cosas y simplemente desaparecieron. La gente en el pueblo comenzó a alarmarse y algunos siguieron los pasos de los soldados y se fueron a vaya saber donde. Mi padre fue uno de los pocos hombres que mantuvo la calma, él sabía que quedarnos aquí o ir a otro lado iba a ser lo mismo. Salir de la ciudad nos llevaría bastantes días en auto, como para luego encontrar campo o un lugar alejado, entonces prefirió mantener a su familia en la casa que arriesgar la vida de cada uno allí afuera. 

En todo ese tiempo yo nada más me dedicaba a mirar por la ventana, observaba el rumbo que las personas tomaban e imaginaba lo que pasaba en sus cabezas. Desde donde me encontraba se podía observar más allá de los alambrados, siempre parecía calmo. Pero una noche, la tranquilidad a la que nos habíamos acostumbrado terminó. Algunos gritos me despertaron a mi y a mi familia, rápidamente nos acercamos a la ventana y vimos como una horda de muertos arrasaban con lo que quedaba en el pueblo. Algunas personas permanecían encerradas en sus casa y otras en pánico salían corriendo y eran alcanzadas por los caminantes. A partir de ese día las tragedias no dejaron de suceder, mi abuela, ya mayor, tuvo un infarto provocado por el susto de la noche, aquel día ella falleció en su cama, lo que no sabíamos era que una mordida no era la única manera de contagiar el virus, sino que el mismo ya estaba en nosotros y que cuando nuestro corazón se apagaba él se encendía.


CUANDO LOS MUERTOS VIVEN -The walking dead (Maggie y Glenn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora