Capítulo 31: Sin lluvia no hay arcoiris

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No había que decir. Ya estaba hecho. El fuego quemaba mi rostro aunque estuviera a varios metros, detenía y secaba las lágrimas que caían de mis ojos sin parar. La mano en el hombro me recordaba al apoyo de mi padre cada vez que sucedía algo, aquello que siempre lograba calmarme esa vez no funcionó. Pensé haberme acostumbrado a la realidad, en cierta forma sabía que las cosas siempre se tornarían difíciles, pero ver morir gente delante de mis ojos y no poder hacer nada o ver caer en pedazos al lugar donde pertenecíamos y que se rieran en nuestras caras, ¿que clase de consuelo podía servir?

Los humanos pensamos que las cosas siempre mejorarán, en ese aspecto solemos ser bastantes positivos. Si pasamos por un momento difícil existe el dicho "todo pasa por algo" ¿Pero es en realidad necesario sufrir tanto para que llegue algo mejor?

"Sin lluvia no hay arcoíris" pronunciaba mi madre cada vez que yo me ahogaba en llanto luego de una simple pelea con Jack. Entonces recuerdo lo fácil que era llorar en aquel entonces. Cuando las situaciones se tornan graves solemos decir "ya va a mejorar" pero todos sabemos que esa es una gran mentira. Son solo palabras y a esas palabras se las lleva el viento. Es posible que haya mil sentimientos encontrados en nuestro interior, pero estoy segura que ninguno de esos es la esperanza. Esa palabra que nos acompaña cuando todo parece derrumbarse. Cuando pensamos tener esperanza, en realidad interiormente no la hay. Y así es como nos arrebatan las cosas. Sin esperanza.

La mano en el hombro se fue deslizando hasta desaparecer. Seguía allí parada observando todo lo que habíamos perdido. Puedo afirmar que estuve en ese estado por al menos una hora. Se me hacía imposible asimilar todo lo que había sucedido esa noche. Otra vez esas ganas de irme del mundo. Caía en el pensamiento de que ya nada tenía cura. Los caminantes pasaban a ser un problema menor, el verdadero lo eran las personas. Sacaban lo peor de ellas, el acto de sobrevivir se había vuelto tan violento que todo parecía arreglarse con la muerte. Me habían arrebatado a una de las personas más importantes que tenía en ese entonces ¿Como olvidar o lidiar con ese dolor? ¿Como explicar la angustia que había dentro de mi? El rencor corría por mis venas y simplemente quería gritar, dejar salir mi voz y perderme en ella. No podía expresarme de otra forma. Fui cayendo lentamente en el pasto hasta que quedé allí sentada, rodeando mis piernas con mis brazos, tal cual niño indefenso. Hundí mi cabeza entre mis brazos y nada más cerré los ojos.

Podía sentir sin problema el llanto desconsolado de Mike. Ese niño que parecía ser la persona más fría entre nosotros dejaba de serlo. Estaba destrozado. No existía razón para que un niño de su edad viviera en esa situación y viera los hechos terribles de los que eramos capaces los humanos. ¿Quien le podría explicar que los verdaderos monstruos eramos nosotros? Parecíamos querer competir contra los caminantes. En vez de preservar la vida, la destruíamos.

El silencio se apoderó del lugar. El fuego que devastaba todo a su alrededor pareció por fin apagarse. El humo a penas nos permitía ver nuestros rostros. Kyla se acercó a mi y se sentó a mi lado.

-Lo lamento, se lo que significaba para ti-dijo sentándose a mi lado.

Asentí.

No quería hablar, no quería abrirme con nadie, así que me puse de pie y me fui de ese lugar. Todos levantaron la cabeza pero no me detuvieron. El sol estaba saliendo, un nuevo día que ya no significaba nada. Me abrí camino entre algunas latas que seguían colgando de los árboles e ingresé en el bosque. Quería caminar hasta agotarme, hasta ya no sentir nada. El dolor me estaba aniquilando por dentro y no encontraba manera de dejarlo salir. Entonces fue allí cuando un caminante se interpuso en mi camino. Era una mujer, de pelo castaño, vestía pantalones oscuros y una camisa ya lo bastante rota. Estiraba sus brazos para alcanzarme y por momentos quería dejarla hacer su trabajo. Una mordida y todo acabaría para siempre. El sufrimiento se iría conmigo, la posibilidad de dañar y ser dañada se evaporaría en unos segundos. De verdad quería hacerlo, de verdad quería dejar de vivir, pero ese maldito miedo, esa maldita esperanza de que todo podía cambiar me apartaba de ese monstruo. Saqué mi cuchillo del cinturón y lo clavé en su cabeza. Una. Dos. Tres veces. Lo que quedaba de la mujer cayó sobre la tierra algo húmeda. Me agaché y seguí destrozándole su cráneo, la ira recorría todo mi cuerpo hasta llegar a ese cuchillo. La sangre me cubría el rostro pero no me importaba, seguía haciéndolo. Comencé a gritar de dolor, sentía impotencia y otra vez las lágrimas comenzaron a salir, aquellas que parecían haberse acabado. El llanto era tan desgarrador que me impedía respirar. Era un completo desastre. Me encontraba sentada cubierta de sangre de caminante, tierra y lágrimas, pero no me importaba, ya no. La mano en el hombro apareció nuevamente, pero estaba vez se sentó junto a mi. Me rodeó con sus brazos, sentía su tristeza pero parecía estar pensando más en mi.

La esperanza, aquella a la que siempre ignoré, era en realidad la que nos permitía seguir respirando aunque todo nuestro mundo se estuviese derrumbando. Aunque el miedo y la tristeza nos asfixiara, aunque ya pareciese no haber nada por lo que luchar, ella siempre estaba dentro de nosotros.

Puedes hallarla allí en tu corazón o en una persona. Confía en que todo pasará cuando no entiendas lo que está sucediendo.





-Sil

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CUANDO LOS MUERTOS VIVEN -The walking dead (Maggie y Glenn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora